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Pelaos’ y viejos: En San Pachito no hay edad pal’ picó

Por: Giovanna N. Fazzolari Correa
Siendo un símbolo musical y cultural de diferentes zonas del Caribe colombiano, los picós han trascendido generacionalmente para convertirse en un integrante más de la familia. Adornado con vibrantes colores y equipado con diferentes tipos de parlantes, este equipo emite música a todo timbal retumbando en las calles y en los corazones de una comunidad entera. Dentro del barrio La Concepción en la ciudad de Barranquilla, existe un tramo que se le ha atribuido el nombre de San Pachito. En este lugar, la cultura picotera está presente desde hace muchos años atrás, y aunque se “desconozca” cómo los picós llegaron por primera vez a este sector, los habitantes que viven ahí se enorgullecen de ser picoteros.
Dentro del barrio La Concepción en la ciudad de Barranquilla, existe un tramo que se le ha atribuido el nombre de San Pachito. En este lugar, la cultura picotera está presente desde hace muchos años atrás, y aunque se “desconozca” cómo los picós llegaron por primera vez a este sector, los habitantes que viven ahí se enorgullecen de ser picoteros.

Hay gente que tiene familia con finca y día del cumpleaños se reúnen ahí; lo mismo pasa con el picó. Nosotros siempre nos reunimos es alrededor del picó. Ese es nuestro mayor regalo, por música no nos varamos.

Exclama Jesús Ortega, joven picotero de 23 años y habitante de San Pachito.

Jesús, quien desde pequeño creció junto al lado del picó de sus tíos, es uno de los tantos ejemplos de cómo a través de las generaciones, la cultura picotera ha presentado cambios respecto a la música que se reproduce en estos equipos. No es necesario realizar una encuesta a la población barranquillera, para determinar que el género musical con el que se asocian los picós es la champeta. Aun así, son los jóvenes quienes han demostrado que la versatilidad de géneros musicales, es lo que hace que los espacios picoteros sean realmente entretenidos.

La champeta es esencial, porque picó que no ponga champeta, no está en na’. Pero a la vez siento que la música debe ser crossover para entrar en ambiente. Porque bailar toda la noche el mismo género como que no aguanta.

Afirma Lilibeth Agudelo sentada al lado de Jesús en uno de los bordillos de la calle 74 en San Pachito.

Lilibeth, de 21 años, ha perdido la cuenta de las veces que se ha gozado un picó. No rechaza ningún género, ya que puede ella misma se considera salsera, champetera, regguetonera, y hasta yuquera (término utilizado para el gusto por la música vallenata). Entre jóvenes hay un entendimiento colectivo de que la champeta le gusta a cualquier picotero, sea joven o adultos mayores. Sin embargo, Lilibeth, y muchos jóvenes de su edad, se aferran al pensamiento de que la cultura picotera debe avanzar junto a ellos y no remitirse solo a sus raíces.  ¿Y bien? ¿Qué hay de los adultos mayores quienes no abandonan los gustos de sus antecesores? Jesús y Lilibeth mantienen fuertes confrontaciones con sus tíos que en repetidas ocasiones les hacen saber que “la música de ahora” no tiene gracia, no es bailable y por ende no es gozable. 

Ya la cultura picotera quizá no es lo mismo.

Comenta Wilderson Caro, quien no dudó en sentarse en el bordillo para unirse en la conversación de Jesu y Lili.

Wilderson, de 39 años, cuenta que él heredó su gusto musical por parte de su abuelo paterno y qué jamás se ha despegado de sus ideales. Pese a es un poco más flexible en cuestión de aceptar que diferentes géneros se reproduzcan en un espacio picotero, se encierra a su gusto por la música antigua cómo la verbenera africana. ¿Un reggaetón? Eso dejémoselo a las discotecas. ¿Un reggaetón en pleno bazar carnavalero con picós? Imposible. Para canciones, momentos; y para momentos, canciones.  
Entonces, para los jóvenes existe una posibilidad de escuchar reggaeton, salsa, vallenato, e incluso ritmos que demuestran que la cultura picotera se ha visto dominada por influencias musicales globales. Mientras que los adultos y/o quienes han crecido con figuras estrictamente arraigadas a la esencia primogénita picotera, piensan como Wilderson: existen lugares indicados para cada tipo de música. 
Es evidente que la evolución musical ha generado una brecha generacional. Pero pese a estos desacuerdos, lo que si es cierto es que los picós siguen siendo un punto de encuentro para los que quieran disfrutar de música, buen ambiente, y en general, de esa cultura que envuelve al caribe colombiano. Pelaos’, pelaas’, adultos, viejos… Todos se reúnen alrededor del mismo sistema de sonido, compartiendo historias, experiencias, baile y sudor; aunque no siempre con la misma música de fondo.  
Lo que se puede observar hasta el día de hoy, es que estos asuntos generaciones no presentan una amenaza para el movimiento picotero. Pero, ¿Y en el futuro?  ¿Desaparecerán las raíces tradicionales del picó? ¿Podrán los jóvenes mantener viva la esencia de este símbolo cultural?