En un pequeño y colorido pueblo llamado Sonrisas, donde cada amanecer traía consigo un nuevo motivo para celebrar, vivía un niño llamado Milton. Su vida giraba en torno a tres grandes pasiones: jugar al fútbol en las polvorientas calles, ver películas en casa de su abuela y disfrutar del delicioso sancocho que solo ella sabía preparar. Pero había una chispa especial en su corazón, una melodía vibrante que lo llenaba de alegría: el bullerengue. Esa música, llena de ritmo y sabor, hacía vibrar no solo su cuerpo, sino también el alma de su familia. A medida que su cumpleaños se acercaba, Milton tuvo una idea brillante. Decidió organizar una fiesta en su casa, un encuentro donde pudiera compartir su amor por el bullerengue con sus amigos del colegio y su querida familia. Con manos entusiastas, preparó una gran pancarta que, colgada entre los árboles del jardín, proclamaba: "¡Fiesta del Bullerengue! Todos son bienvenidos". Sin embargo, no todo era color de rosa. Al escuchar la invitación, algunos niños como Tomás y Clara comenzaron a murmurar entre ellos. “El bullerengue no es para nosotros. a mí me gusta mas el pop, la música de Harry Styles o el reggaetón, no esa música rara”, decía con desdén Clara. Las palabras de sus compañeros resonaron en el corazón de Milton porque sentia que lo estaban discriminando por la musica que le gustaba a el y a su familia. Pero en lugar de rendirse, su determinación creció. Sabía que la música era un lenguaje especial, un hilo que unía a las personas más allá de las diferencias. El día de la fiesta llegó, y con él, la emoción llenó el aire. Milton, muy emocionado y alegre, empezó a moverse al ritmo del bullerengue, dejando que los sones vibrantes envolviesen el jardín de su casa mientras les explicaba la historia del bullerengue a sus amigos. Milton dijo: El bullerengue es un tipo de música y danza que nació en la región del Caribe colombiano, especialmente en la costa. Se caracteriza por su ritmo alegre y pegajoso, que hace que la gente quiera bailar. Esta música se toca con tambores y se acompaña de cantos que cuentan historias de la vida diaria y la cultura. El bullerengue es una forma divertida de celebrar y compartir momentos especiales con amigos y familia en la tradicion afro. La melodía comenzó a danzar entre los árboles, y poco a poco, otros niños, atraídos por su energía, se acercaron. Tomás y Clara, con un poco de timidez, se unieron al bullicio, dejando que el ritmo los guiara. A medida que los tambores resonaban y la música llenaba el espacio, la magia del bullerengue se desplegó como un arcoíris después de la lluvia. Los corazones comenzaron a latir en el jardín de Milton, todos los niños bailaban juntos, creando una hermosa danza de amistad, donde los pasos se entrelazaban y las sonrisas iluminaban sus rostros. La música, con su fuerza y alegría, tejió un lazo invisible entre ellos, uniendo sus almas en un solo compás. Al final de la fiesta, mientras los últimos acordes resonaban en el aire, Tomás se volvió hacia Milton con una sonrisa sincera y dijo: “¡No sabía que el bullerengue era tan divertido! ¡Gracias por compartirlo con nosotros!” Clara, iluminada por la experiencia, añadió: “Sí, deberíamos escucharlo más a menudo. Es como un abrazo que nos une”. Y así, en aquella fiesta mágica, el bullerengue no solo llenó el aire con su ritmo contagioso, sino que también sanó corazones y creó nuevas amistades, recordando a todos que la música tiene el poder de transformar y unir.