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La vida en torno a la molécula de agua en el último rincón del norte de Barranquilla. Moles de piedra y caños residuales profanan su pureza. Se retuerce, se hace pequeña, la rellenan, pero se mantiene viva. Anóxica, los peces tratan de respirar, y sin opciones boyan. Talan sus faldas protectoras y se reducen sus encajes. Desidia longeva, intereses de huevos de oro. La gallina en un partido de ajedrez, jugadores con las manos atadas. Cuatro jinetes que la defienden, sus dolientes, humanizan la batalla…

Si alguna vez pasa por la carrera 51B de la ciudad de Barranquilla en el Caribe colombiano, a la altura del Club Campestre, yendo en dirección hacia el extremo norte del Distrito, y gira la cabeza hacia el costado derecho, podrá divisar con suerte, esquivando los rascacielos en construcción, a la ciénaga de Mallorquín reposando sus aguas junto al mar Caribe, y la barrera de arena fina que los separa, de 50 metros de ancho y con un canal angosto para que los dos tipos de agua salada y salobre se comuniquen en ella; al río Magdalena en su margen izquierda desembocando en el mar Caribe; al arroyo Grande y León que le aportan agua continental; y a los barrios Las Flores, Villa del Mar y el corregimiento La Playa al extremo sur. A pesar de su ubicación estratégica, el humedal costero es hoy en día una víctima más de la incapacidad humana para salvaguardar la naturaleza.

Mallorquín se mantiene con aparatos de reanimación. El estado en el que se encuentra es la consecuencia de la contaminación de empresas, de los vertimientos de aguas residuales de la Triple A y comunidades aledañas sin alcantarillado, del relleno indiscriminado por invasiones, de la erosión costera, de las talas de mangles, de las actividades portuarias y de la contaminación proveniente del río Magdalena tras recorrer gran parte de Colombia; además de eso las autoridades se debaten por las responsabilidades asignadas, la CRA del Atlántico, el Distrito de Barranquilla, Puerto Colombia, DIMAR, y Cormagdalena compiten por la gestión de Mallorquín…

La ciénaga de Mallorquín les duele a quienes la han defendido por años. Sergio, Ivan, Esther, y Miguel los representan entre muchos otros. Sus vidas han estado conectadas con sus aguas estuarinas por diversas razones: lugar de nacimiento, la ciencia o por la defensa de los derechos. Las experiencias de vida de estos cuatro personajes alrededor del cuerpo de agua lo acercará un poco más a la problemática social y ambiental de la ciénaga desde las vivencias humanas.

Estas son las cuatro historias que narran a Mallorquín:

Sergio: por una historia de amor

“Mallorquín debe ser declarada área protegida así contaminada como está. Una declaratoria que le ponga punto final a todas las actividades que la están afectando y a partir de ella iniciar un proceso de restauración y mitigación. No vamos a volver a tener lo que teníamos, pero se debe preservar lo que aún queda”.

Pilar: la ciénaga de los que la amamos

“Estos cuerpos de agua hacen vientos y eso da un frescor en Barranquilla. Cuando estaba esto lleno de monte la ciudad era fresca, pero con tanta construcción se ha vuelto calientísima. Ojalá no pavimenten a Mallorquín. La gente no tiene nociones de lo que va a perder, su vivencia, su cultura, todo porque La Playa sin agua no es nada”.

Iván León: un científico en Mallorquín

“El daño a Mallorquín ya está hecho, pero no es irreversible. Para sanearla se necesita dragar, retirar todo ese sedimento, y acciones externas como retirar las poblaciones marginales que viven en sus orillas, y el alcantarillado en La Playa y Las Flores. La solución pasa por un buen tratamiento de aguas residuales y manejo de los lodos orgánicos”.

Miguel: cautivo de Mallorquín

“Lo que es un problema de agua residual se puede convertir en uno de aire. Para hacer un parque ecoturístico en Mallorquín antes de descontaminar debes parar la contaminación. Va a ser una zona turística y los microorganismos no se quedan en el agua. Una brisa y se va para el que esté ahí. Incluso aún hay niños que se bañan en Mallorquín”.

Galería

Mallorquín y su zona costera rodeada de mangles, y la barra de arena que la separa del mar Caribe.

Trabajo realizado por: Brianda Jiménez Bolívar