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El baile de los Colores

Por: Iraldo Pareja

En un pequeño y colorido pueblo llamado Sonrisas, donde cada amanecer traía consigo un nuevo motivo para celebrar, vivía un niño llamado Milton. Su vida giraba en torno a tres grandes pasiones: jugar al fútbol en las polvorientas calles, ver películas en casa de su abuela y disfrutar del delicioso sancocho que solo ella sabía preparar. Pero había una chispa especial en su corazón, una melodía vibrante que lo llenaba de alegría: el bullerengue. Esa música, llena de ritmo y sabor, hacía vibrar no solo su cuerpo, sino también el alma de su familia. A medida que su cumpleaños se acercaba, Milton tuvo una idea brillante. Decidió organizar una fiesta en su casa, un encuentro donde pudiera compartir su amor por el bullerengue con sus amigos del colegio y su querida familia. Con manos entusiastas, preparó una gran pancarta que, colgada entre los árboles del jardín, proclamaba: "¡Fiesta del Bullerengue! Todos son bienvenidos". Sin embargo, no todo era color de rosa. Al escuchar la invitación, algunos niños como Tomás y Clara comenzaron a murmurar entre ellos. “El bullerengue no es para nosotros. a mí me gusta mas el pop, la música de Harry Styles o el reggaetón, no esa música rara”, decía con desdén Clara. Las palabras de sus compañeros resonaron en el corazón de Milton porque sentia que lo estaban discriminando por la musica que le gustaba a el y a su familia. Pero en lugar de rendirse, su determinación creció. Sabía que la música era un lenguaje especial, un hilo que unía a las personas más allá de las diferencias. El día de la fiesta llegó, y con él, la emoción llenó el aire. Milton, muy emocionado y alegre, empezó a moverse al ritmo del bullerengue, dejando que los sones vibrantes envolviesen el jardín de su casa mientras les explicaba la historia del bullerengue a sus amigos. Milton dijo: El bullerengue es un tipo de música y danza que nació en la región del Caribe colombiano, especialmente en la costa. Se caracteriza por su ritmo alegre y pegajoso, que hace que la gente quiera bailar. Esta música se toca con tambores y se acompaña de cantos que cuentan historias de la vida diaria y la cultura. El bullerengue es una forma divertida de celebrar y compartir momentos especiales con amigos y familia en la tradicion afro. La melodía comenzó a danzar entre los árboles, y poco a poco, otros niños, atraídos por su energía, se acercaron. Tomás y Clara, con un poco de timidez, se unieron al bullicio, dejando que el ritmo los guiara. A medida que los tambores resonaban y la música llenaba el espacio, la magia del bullerengue se desplegó como un arcoíris después de la lluvia. Los corazones comenzaron a latir en el jardín de Milton, todos los niños bailaban juntos, creando una hermosa danza de amistad, donde los pasos se entrelazaban y las sonrisas iluminaban sus rostros. La música, con su fuerza y alegría, tejió un lazo invisible entre ellos, uniendo sus almas en un solo compás. Al final de la fiesta, mientras los últimos acordes resonaban en el aire, Tomás se volvió hacia Milton con una sonrisa sincera y dijo: “¡No sabía que el bullerengue era tan divertido! ¡Gracias por compartirlo con nosotros!” Clara, iluminada por la experiencia, añadió: “Sí, deberíamos escucharlo más a menudo. Es como un abrazo que nos une”. Y así, en aquella fiesta mágica, el bullerengue no solo llenó el aire con su ritmo contagioso, sino que también sanó corazones y creó nuevas amistades, recordando a todos que la música tiene el poder de transformar y unir.

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Trailer - Raíces De Mi Tambor

En las calles de San Basilio de Palenque, la bailarina Moraima reflexiona sobre el descontento del palenquero promedio ante la incorporación de nuevos instrumentos al bullerengue. Por otro lado, Tomás Terán, músico y profesor de la Universidad del Norte, defiende la evolución del género como una forma de atraer a nuevas audiencias. En el centro de este debate está La Burgos, hija de Graciela Salgado, fundadora de Las Alegres Ambulancias, y hermana de Tomás. Ella ha encontrado un equilibrio entre la preservación de las tradiciones y la apertura a la modernidad, garantizando la continuidad del género. Este documental explora las posturas opuestas sobre el futuro del bullerengue, mientras celebra un punto de encuentro donde lo contemporáneo y lo tradicional coexisten.
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Galería

Por: Lucía Therán

Quisimos realizar un reportaje gráfico que capturara la esencia de las matronas de Palenque en la cocina, mostrando su arte y tradición al preparar platos típicos. Nuestro objetivo es resaltar su conexión con la herencia cultural, la riqueza de sus recetas y el ambiente único que rodea este saber ancestral, preservado generación tras generación.

Hicimos un reportaje gráfico de las casas y calles de Palenque para capturar su esencia única, reflejo de su historia y cultura. Buscábamos destacar la arquitectura, los colores vibrantes y los detalles que cuentan las historias de su gente, así como la vida cotidiana que se respira en cada rincón del lugar.

Por: Natalia Albor
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Historias con Arte

Por: Natalia Albor

El Color de la Tradición

El Baile de los Colores

Quitambre, el tambor de mi corazón

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De la Memoria Afrocaribeña a la Conquista de Nuevas Frontera

Por: Natalia Albor y Maria García

Al son del tambor, le acompaña un canto que, con sus finales melodiosos y largos, hace de una historia cotidiana, sea triste o alegre, una canción que se danza sin levantar el pie del suelo y se siente cómo un cosquilleo que brota y contagia las ganas de bailarlo. En su contemporaneidad, mezclado con más instrumentos, en lo posible elaborados con manos y elementos de la tierra, de lo cercano, de lo propio, de lo cultivado, que lo hacen un género único, tradicional y distinguido, ese es el bullerengue.  Este es un género musical del Caribe Colombiano que se ha encargado de mantener la memoria histórica de los pueblos negros en su época de esclavitud. Emelina Reyes Salgado es una de las principales cantautoras de bullerengue, nacida en San Basilio de Palenque y miembro del grupo Las Alegres Ambulancias. Ha hecho de su vida una canción al compás del tambor alegre con este género que la acompaña desde antes de su nacimiento. Para ella, ha sido un honor llevar en avión con destino a diferentes partes del mundo como Europa y Estados Unidos, sus raíces, su tambor y su canto alegre, con el fin de dar a conocer más el género, y que por supuesto, todo el mundo reconozca al bullerengue como un género distinguido que le canta a la vida y a la muerte y que trasciende por diferentes generaciones para impulsarlo por este camino. Los siguientes datos son producto de la encuesta cultural realizada por el DANE en el 2021 y estudiados por el economista Manuel Maldonado. Fueron seleccionadas 58 personas de diferentes regiones, ciudades y edades diferentes, con el fin de mirar qué tipo de personas podrían ser consumidoras del bullerengue y qué los caracterizaba en particular, por ejemplo, en la siguiente tabla se muestra en qué región residen las personas encuestadas, a partir de ahí, se desarrollan otros filtros que nos muestran más sobre cómo el bullerengue trasciende en el país.

La región Caribe representa el 43.10% y la región Pacífica el 56.90% del total. De estos resultados, se demuestra que la región donde se origina el bullerengue no es la que lidera las encuestas, sino la región vecina. Esta encuesta se hizo para revisar y conocer cómo se ha expandido en el país, tanto así, que ni siquiera su origen es encabeza las estadísticas, sino una región vecina. Según Manuel Maldonado, estos resultados puede que sean Que el bullerengue sea más escuchado en una región diferente a la nativa, significa que la gente sí reconoce este género como parte de la herencia y patrimonio oral qué hay detrás del género, lo que nos lleva a deducir que sí hay diversidad musical y una posibilidad de que el género siga creciendo y cruce diferentes fronteras, como lo ha logrado hacer Emelina en su gira por Estados Unidos y Europa en diferentes oportunidades. También, según Manuel Maldonado esto significa que podría existir una transculturización e interés creciente en géneros musicales fuera de su región, producto de un posible impacto de la cultura caribeña en el interior del país, medios de comunicación o la globalización cultural. No está de más decir, que este impacto motiva a que más personas, indistintamente de su residencia, sepan qué es el bullerengue, e incluso, lleguen a adaptarlo a su cultura y contexto social.

La mayoría escucha música grabada todos los días (53.45%), seguido de varias veces a la semana (32.76%) y una minoría una vez a la semana (13.79%). La mitad de los encuestados tiene la posibilidad de escuchar música grabada todos los días, y haciendo alusión a el género, estos resultados reflejan para Maldonado, que los medios y las plataformas musicales han incorporado más géneros fuera de lo anglosajón y que ha avanzado lo suficiente para que muchas personas tengan el acceso a escuchar ese tipo de música, que anteriormente no era común que estuviera digitalizada. De hecho, en julio de este año, la revista Semana hizo un estudio sobre los ritmos caribes que apoderaban las listas de plataformas como Spotify. Entre ellos, está Mathieu Ruiz, un cantador de bullerengue barranquillero que se caracteriza por su increíble voz, tanto así, que ha tenido la oportunidad de seguir creciendo en el género, creando un grupo de música tradicional del caribe colombiano, que se encargue de llevar todos los ritmos de la región a otro nivel.

También, cuenta qué el bullerengue no solo se ha vuelto más popular, sino que también ha permitido cantadoras como Emelina Reyes sean más familiarizadas en la actualidad y también permite que se creen nuevas canciones con ritmos diferentes, que se conozca más sobre su historia, y que, por supuesto, sus canciones sean aclamadas por el público. En cuanto al porcentaje del 13.79% que no escucha música grabada, no significa netamente que no tengan acceso a ello. Panorama cultura, menciona cuántas comunidades de Colombia escuchan música alusiva de su región o de otra, en festividades, lo que sería música en vivo, en celebraciones y en diferentes espacios. En conclusión, el bullerengue se posiciona no solo como un género musical, sino como un símbolo de identidad cultural, que continúa evolucionando en generaciones. Su capacidad para adaptarse y crecer en diversas regiones, junto con el esfuerzo de artistas comprometidos, asegura que este patrimonio cultural siga resonando en el tiempo. Al reconocer el bullerengue como parte fundamental de la herencia musical colombiana, se abre la puerta a una mayor difusión y apreciación, invitando a más personas, tanto dentro, como fuera del país, a disfrutar y celebrar esta rica tradición que sigue vibrando al compás del tambor.

CITAS: https://www.semana.com/mejor-colombia/articulo/con-mas-de-3-millones-de-reproducciones-un-ritmo-tradicional-del-caribe-colombiano-lidera-las-listas-de-spotify/202418/ https://panoramacultural.com.co/musica-y-folclor/6476/el-bullerengue-y-la-genesis-de-la-musica-de-la-costa-caribe-colombiana

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Quitambre, el tambor de mi corazón

Por: Mariana Sabalza

Dentro del corazón amarillo y rodeado de mar, entre las costas más brillantes de todo el océano, estaba un pueblo, uno muy colorido y singular, su nombre era Palenque, San Basilio de Palenque. Era un pueblo tan caliente, tan caliente, era la tierra más colorida y musical, cuando los abuelos tocaban el tambor los pies de todos se movían solos y las voces se mezclaban con la de los ancestros, manteniendo vivo su recuerdo entre melodías y canciones.

Manuel vivía con una de estas matronas, Linda se llamaba ella, era la madre de su madre. Con mucho amor lo acompaño al crecer y le enseño el respeto que se le debía tener a todos los instrumentos de percusión. De vez en cuando, linda, con el cantar de las pulseras adornando su caminar, le mostraba todos los tambores de la casa y le enseñaba el nombre de cada uno de ellos.

En este enigmático y singular pueblo, vivía Manuel, un niño de espíritu inquieto y un apetito voraz. Manuel nunca conoció a su madre, solo escuchaba de vez en cuando, de la voz arrugada de las matronas, que un día se perdió entre los árboles y el viento, junto al son de un tambor que tocaba bullerengue viejo. Desde ese entonces, cuentan las ancianas sonrientes, que a Manuel le comenzaron a picar los pies y que el hambre no dejaba de asomarse por su barriga.

Linda decía paciente: Esta es la tambora, ese dé por allá es el tambor alegre, ese otro, el que está al lado, es el pechiche... Así decía.

Manuel la escuchaba con atención, pero nunca había visto a su abuela tocar alguno de esos instrumentos y cada vez que escuchaba cómo su abuela le nombraba uno por uno, no podía evitar bailar.

-Manuel ¿qué te pasa? - le preguntaba.

-Abuela, no me dejan de picar los pies y la picazón solo se me quita si comienzo a bailar.

-Llamare a Thomas pa’que toque el tambor, quizás así se te pasa- le respondía. Y siempre que Thomas, el vecino, iba a su casa, tocaba una canción y al niño se le pasaba la picazón mientras bailaba.

Un día, mientras el niño vagaba por las calles del pueblo, llegó a un lugar lleno de árboles muy altos y casi abandonado. Los colores amarillos, rojos y azules se perdieron a medida que el verde de las hojas fue tomando camino y es aquí, que en medio de la nada se encontró con un viejo vendedor de tambores, cuyos ritmos resonaban como un llamado a su alma inquieta. Intrigado, Manuel se acercó al vendedor y le preguntó sobre los tambores y su música.

El viejo vendedor, con una sonrisa amable, le explicó a Manuel que los tambores eran instrumentos mágicos, capaces de curar el cuerpo y el espíritu. Le contó que tocar el tambor podía aliviar el hambre y la picazón de sus pies, y que podía llenar el corazón de alegría y paz.

Entonces le señaló un tambor, uno de color naranja, muy vivo. - Es este niño, este quitara el hambre que resuena en tus pies, pero que es de tu alma, este tambor se llama “quitambre” te lo manda tu madre y ella me dijo que es experto en quitar el hambre-.

Manuel, fascinado por las palabras del vendedor, decidió comprarle el tambor y llevarlo a casa. En el camino los árboles se fueron cayendo, el gris se iluminó con los rayos del sol y el verde desapareció. El niño no pudo esperar para probar el poder del tambor. Comenzó a golpearlo con sus manos pequeñas, creando un ritmo que resonaba en su pecho, pero sus pies comenzaban a tocar, entonces decidió llevarlo a su casa y esperar a que su abuela llamará a Thomas para que lo tocara.

En la tarde, cuando su abuela miró el nuevo tambor, vio a su nieto y comenzó a llorar – Manu ¿quién te dio ese tambor? Se parece mucho al de tu mamá –.

– Me lo dio un señor, en el medio del bosque –

– ¿de cual bosque me hablas, hijo? Aquí en palenque no hay bosque – le respondió. Manuel muy confundido le explico lo que pasó y la matrona comenzó a llorar y entre lágrimas hecho una carcajada y dijo: Supongo que esta tierra, mi tierra, mi palenque, mantiene a tu mamá con vida.

Linda tomó el tambor con sus manos, se sentó en la terraza, donde normalmente se sentaba Thomas a tocar, y comenzó a tocar a quitambre, pero aun sin voz.

–Es porque este tambor, mi niño, le quita el hambre y la inquietud a tu pequeño corazón, porque este era el corazón de tu mamá.

–Sí abuela – le dijo mirándola a los ojos.

Manuel comenzó a bailar y cuando su abuela terminó, ella misma le pregunto –¿se te ha quitado la picazón de los pies? –.

– Ven mijo, sientate y escucha la historia de tu madre, es una historia que solo puedes escuchar con esta música y este tambor, es una historia que no se pierde y todo es gracias a mi lindo bullerengue – y entonces comenzó a tocar, con las pulseras retumbando en las notas altas de la canción.

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Imagen Olas
El sonido repetitivo que emite el tambor alegre del bullerengue tiene un estrecho parecido con los sonidos de las olas que chocan contra la costa.
Imagen Aves
Las cantadoras de bullerengue tienden a recurrir a la utilización de los melismas, una técnica en la que se alarga una sílaba mientras se cambia la nota varias veces por efectos emotivos. Esto asemeja la manera orgánica en la que las aves cambian de tonos de manera natural.
Imagen Lluvia
Por su trasfondo melancólico, la lluvia (suave o intensa) es uno de los sonidos naturales de los que más se apropia el bullerengue. Se trata de sonidos que, de diferentes maneras, se adaptan a la percusión o al canto.
Imagen Insecto
Al ser un género que nació en la ruralidad, los sonidos de insectos (especialmente nocturnos) están muy presentes en él. Además, ayudan a ambientar las canciones en un entorno nocturno en el que muchas veces se tiende a escuchar este tipo de música.
Imagen Humanos
El factor comunitario es intrínseco a la naturaleza del bullerengue. Es por eso que muchas veces las cantadoras principales se apoyan de un coro de la comunidad que responda a sus líneas melódicas. Esta es una manera de demostrar la unidad y participación que históricamente ha caracterizado a las comunidades partícipes.
Por: Javier Conde
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Petrona Martínez

Nacida en San Cayetano, Bolívar (1939), es conocida como la Reina del Bullerengue. Desde muy joven estuvo inmersa en las tradiciones musicales características de su comunidad, aprendiendo de otras matronas mayores que lideraban los cantos locales. Su trayectoria musical la ha llevado al reconocimiento mundial; a tal punto de que su disco Bonito que Canta, fuera nominado a los Grammys latinos en 2002. Además, ha trabajado por compartir el legado del Bullerengue mediante giras musicales en Europa y Estados Unidos. Con su estilo melismático a la hora de cantar, ha logrado transmitir las historias cotidianas de su comunidad y denotar el profundo sentido de conexión que tiene con sus raíces afrocolombianas. Es gracias a su trabajo de divulgación que el Bullerengue ha llamado la atención de jóvenes músicos y diferentes públicos afro que quieren preservar su cultura.

Pabla Flores, conocida como "La Payi", nació en María la Baja, Bolívar, una región rica en tradiciones afrocolombianas donde el bullerengue es parte fundamental de la identidad cultural. Desde muy joven sintió una profunda conexión con la música y los cánticos que resonaban en su comunidad, lo que la llevó a convertirse en una de los referentes más importantes del género. Creció en un entorno donde las mujeres mayores eran las principales guardianas de las canciones y las danzas tradicionales. Allí aprendió de ellas el arte de improvisar versos, una habilidad clave en el bullerengue, además desarrolló su potente estilo vocal que la caracterizó durante toda su carrera y por el que a día de hoy sigue siendo recordada con estima. Ha recibido premios nacionales y locales que destacan su aporte al fortalecimiento de la cultura afrocolombiana. Su figura actualmente es un referente para las comunidades del Caribe y un símbolo de resistencia cultural. "La Payi" no solo ha preservado las tradiciones, sino que también ha empoderado a mujeres jóvenes para que tomen el rol de cantadoras, garantizando que la voz femenina siga siendo el alma del bullerengue.

Pabla Flores
Etelvina Maldonado

Etelvina Maldonado, conocida cariñosamente como "La niña telvo", nació en Palenque de San Basilio, Bolívar, un lugar emblemático en la historia afrodescendiente de Colombia y declarado Patrimonio Cultural e Inmaterial de la Humanidad por la UNESCO. Desde allí, Etelvina se convirtió en una de las voces más representativas del bullerengue. En su tierra natal, el bullerengue no era solo música, sino un modo de vida. Etelvina creció rodeada de los cantos tradicionales que las mujeres interpretaban durante las celebraciones y los rituales comunitarios. Desde muy joven, destacó por su capacidad para aprender y reproducir las complejas melodías y ritmos del bullerengue. Etelvina tenía una voz potente y que contaba con la capacidad de transmitir una amplia gama de emociones, abarcando desde alegría hasta nostalgia. Se caracterizaba por hacer improvisaciones, las cuales eran un reflejo de la vida cotidiana, las luchas y las celebraciones de su comunidad. Se puede decir que era una narradora de historias a través de su canto. Aunque su carrera no alcanzó la fama masiva de otras cantadoras del género, Etelvina fue una figura clave en la difusión del bullerengue. Además, participó en importantes festivales culturales en Colombia, donde su presencia era siempre muy valorada.

Nació el 15 de agosto de 1948, su reconocido y único nombre artístico nace del nombre por el cual llaman a su tierra: “la depresión momposina” ubicada en Talaigua Bolívar. En la actualidad es reconocida internacionalmente por ser cantante, bailarina, maestra y representante de la música folclórica del caribe colombiano. Toda su familia está conformada por músicos y su madre junto con su padre fueron grandes impulsores de la música de su región. Desde la década de 1970 Totó ha recorrido decenas de países interpretando cumbias, porros, mapalés y bullerengues, hoy por hoy continúa ejerciendo esta labor. El trabajo musical de Totó permitió que miles de personas, de Colombia y el mundo, conocieran los ritmos, cantos, bailes y versos que hasta entonces solo se escuchaban en zonas rurales de las riberas del bajo Magdalena, Mompox y las sabanas de Bolívar. Totó supo combinar y balancear la formación académica con la formación empírica y propia de la tradición oral, hizo presentaciones en países como la Unión Soviética y Francia y ocupó también un papel importante en la presentación musical que se le hizo a Gabriel García Márquez al recibir el Nobel. Su carrera es digna de muchos premios, entre ellos se encuentran el Congos de Oro y el Grammy Latino, pero también es una carrera digna de reconocimiento por preservar y darle valor a las tradiciones de la costa caribe colombiana. https://enciclopedia.banrepcultural.org/index.php?title=Tot%C3%B3_La_Momposina

Sonia
Luis magín Díaz

Nació el 30 de diciembre de 1922 en Gamero Bolívar, de acuerdo con su cédula (no se tiene registro de su nacimiento) y falleció el 28 de noviembre de 2017. El nombre de Magín Díaz es poco reconocido en el país, pero él fue uno de los personajes que hizo prevalecer las tradiciones orales y el folclor característico de la costa colombiana por medio de sus canciones Bullerengueras. La más reconocida es “Rosa que linda eres”, que ha sido llevada a distintos ritmos como el vallenato de la mano de Carlos Vives y la chalupa por parte de Petrona Martínez. Su carrera musical nunca tuvo registros escritos ya que él era analfabeta y su fama, aunque tardía, llegó para llenar su carrera de reconocimientos y premios como el Grammy Latino y el premio Nacional “Vida y Obra” del ministerio de cultura. Lo único que se sabe con mucha certeza de este valorado cantautor del folclor colombiano es que, fue un niño prodigio que, además de las labores agrícolas de los azucareros de la época, aprendió de manera informal los secretos de la tambora y se hizo cantante de bullerengue, asunto particular si tenemos en cuenta que históricamente ha sido un oficio exclusivo de las mujeres. Finalmente, que Díaz se haya vuelto cantador de Bullerengue no es casualidad, pues su madre, Felipa García, fue cantadora de bullerengue, y Domingo Díaz, su padre, fue bailarín y cantador de son de negro.

Nació el 16 de abril de 1932 en el corregimiento de Evitar de Mahates Bolívar y murió el 15 de septiembre de 1993. Fue una cantante y compositora de música folclórica del Caribe colombiano, reconocida por sus éxitos como Coroncoro y El pájaro picón picón, este último siendo discutido en su autoría por su compañera de cantos folclóricos, Irene Martínez. Desde los 11 años de edad, Emilia Herrera solía cantar rancheras y boleros, ya sea de camino a su escuela o con sus amigos. La niña Emilia dió inicios a su vida artística cuando tenía 50 años de edad acercándose a distintos géneros como la champeta, el vallenato y por el último el Bullerengue, que es el género por el que es más recordada en la cultura popular y en el que mejor se desempeñaba. Cómo último gran aporte de Emilia a la música tradicional de la costa colombiana, en 1969 el productor musical colombiano Wady Bedrán Jácome, quien también trabajó varios años con el cantante de vallenato Alfredo Gutiérrez decidió reunir músicos y cantadores del bullerengue del corregimiento de Gamero. Convocó a Irene Martínez quien para esa época tenía algo más de 40 años y en el coro invitó a su comadre, Emilia Herrera, entonces, se conformó el grupo Los soneros de Gamero, aunque fue solo hasta 1980 que pudieron grabar un disco de larga duración, llamado igual que el grupo. Allí, la niña Emilia grabó tres canciones – todas de su autoría –: “Gocen a noviembre”, “Sólo tapón na´ más” y “Mi burrita”.

Juan Emilia Herrera
Por: Mariana Sabalza y Javier Conde
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Investigación

Datos y realidades: la situación del bullerengue en Colombia

Este reportaje analiza la situación del bullerengue en Colombia, un género musical afrocolombiano que, aunque representa una rica tradición cultural, es poco popular en comparación con géneros como el vallenato o el reggaetón. A pesar del creciente interés en redes sociales y festivales, el bullerengue sigue siendo marginado en las preferencias musicales del país, reflejando la desconexión entre las tradiciones autóctonas y las tendencias comerciales de la música popular.

De la Memoria Afrocaribeña a la Conquista de Nuevas Fronteras Culturales

Con el tambor como alma y la voz como memoria, el bullerengue, un género musical nacido en el Caribe colombiano, ha trascendido su origen para convertirse en un símbolo de identidad cultural y resistencia. De la mano de artistas como Emelina Reyes, sus ritmos y cantos viajan por el mundo, mientras en Colombia nuevas generaciones lo adoptan, expandiendo su legado más allá de las fronteras geográficas y culturales.

La Burgos, la mella mala

Esta crónica relata partes de la vida de Emelinda "La Burgos", una cantadora de bullerengue en San Basilio de Palenque, que continúa el legado musical de su madre, Graciela Salgado. Con su música, La Burgos honra las tradiciones de su comunidad, fusionando nostalgia y orgullo. A pesar de los cambios, como la incorporación de instrumentos modernos, busca mantener vivas las raíces del bullerengue.