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Por: Jessica Lachmann

Barranquilla, una ciudad en constante crecimiento, ha experimentado una gran transformación cultural y tecnológica en los últimos años. Su rica herencia cultural y tradiciones se fusionan cada día más con las innovaciones tecnológicas, asegurando su relevancia tanto a nivel local como global.

Lo primero que las personas relacionan al escuchar hablar de Barranquilla es su emblemático carnaval, una fiesta que los ha posicionado como punto focal en la cultura caribeña en el país. Sin embargo, no es todo lo que define a la ciudad; a través de programas y escuelas, se ha impulsado el crecimiento creativo para establecer cierta sostenibilidad y preservación de las tradiciones culturales. La Escuela Distrital de Arte y Tradiciones Populares es un proyecto que tiene como propósito brindar una oferta educativa gratuita para fomentar artes tales como la música, la danza y la pintura brindándole a los barranquilleros a explotar todo su talento.

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Con el paso de los años, Barranquilla se ha transformado, ha implementado la innovación y digitalización. Esto permite que la música, el cine y las artes plásticas tengan un mayor alcance con el público y también que los artistas puedan explotar sus talentos y promocionar sus obras por medio de plataformas digitales.

La Fabrica de Cultura de Barranquilla, nueva sede de la Escuela Distrital del Arte y Tradiciones Populares, es un espacio proporcionado por la Alcaldía para “formar nuevas generaciones de artistas”. Ubicada en Barrio Abajo y no por casualidad, se encuentra en el mismo sector de otros escenarios culturales tales como la Aduana, industrias creativas, el Museo del Carnaval, la Casa del Carnaval y otros. Cuenta con 11 programas de formación en las áreas de artes escénicas, danza, música, artesanía de carnaval y producción audiovisual. Además, cada zona cuenta con tecnología de primera para cumplir su rol en el desarrollo educativo creado desde el centro donde el arte y la cultura se unen e inspiran. Esta infraestructura cuenta con espacios como salas de grabación de video para animaciones virtuales, videojuegos y presentaciones en la televisión. La Escuela Distrital de Arte y Tradiciones Populares.

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Barranquilla cada día crece más y sobre todo en el ámbito tecnológico, dentro de La Fábrica de Todos, los estudiantes y participantes de esta contarán con un área específica de tecnología. Cuenta con espacios de cómputo para virtualización, efectos especiales, creación de contenidos digitales, producción y pos producción cinematográfica y salones digitales para la investigación y el desarrollo tecnológico audiovisual y artístico.

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- https://www.elheraldo.co/local/2018/10/29/barranquilla-una-ciudad-donde-se-fabrica-cultura/
- https://arquine.com/la-fabrica-de-la-cultura-el-centro-historico-y-la-transformacion-urbana-de-barranquilla/
- https://www.elheraldo.co/local/2023/11/07/destacan-a-barranquilla-como-un-ejemplo-de-innovacion-confianza-e-inclusion/
- https://www.eltiempo.com/colombia/barranquilla/adjudican-licitacion-para-dotacion-tecnologica-de-la-fabrica-de-cultura-de-barranquilla-asi-sera-la-millonaria-inversion-3377795
- https://www.barranquilla.gov.co/cultura/sedes
- Creditos de Fotos: Klumpner Chair of Architecture and Urban Design, ETHZ / Alejandro Arango y Luis Bernardo Cano

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En este espacio, exploramos cómo las narrativas culturales en el Atlántico están evolucionando en medio de un mundo cada vez más conectado. A través de reflexiones profundas y ejemplos locales, analizamos los cambios en las formas de contar historias, los nuevos lenguajes culturales y el impacto de la tecnología en las tradiciones que moldean nuestra identidad. Aquí encontrarás casos que evidencian cómo el pasado dialoga con el presente en la construcción de una cultura en transformación.

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En esta sección, exploramos el impacto de los entornos visuales e interactivos en la creatividad y el aprendizaje mediante herramientas innovadoras y experiencias inmersivas. Aquí encontrarás proyectos que fusionan arte, tecnología y diseño, análisis sobre la interacción del usuario con entornos digitales, y ejemplos que muestran cómo los laboratorios visuales están transformando la forma en que creamos, aprendemos y compartimos ideas.

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En esta sección, descubrimos el impacto de la digitalización en la cultura del Atlántico a través de análisis y datos precisos. Aquí encontrarás estudios sobre las brechas digitales, el consumo cultural en línea y cómo la tecnología está cambiando la forma en que interactuamos con el arte y la cultura local.

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Clarita

Por Liz Amador Barros

Clara Spitz no es sólo un nombre en la escena cultural de Barranquilla, es sinónimo de una pasión inquebrantable por las artes, la literatura y la promoción de la cultura en todas sus formas. Entre los paisajes cálidos de Barranquilla y la vibrante cultura de Ciudad de México, encontró su hogar y su misión: ser un canal entre las artes y la comunidad.

Como gestora cultural, escritora y promotora incansable de la lectura, Clarita, como prefiere que la llamen, ha tejido con paciencia un legado que transforma vidas y redescubre el potencial artístico de La Arenosa.

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Su historia, sin embargo, no comienza en la costa atlántica de Colombia, sino a miles de kilómetros de allí, en Ciudad de México, en una familia profundamente marcada por las tradiciones judías y un amor ferviente por la cultura. Desde temprana edad, la literatura fue su refugio. “En mi casa, el premio más grande era leer antes de dormir”, recuerda. Las historias de su madre pianista y los cuentos de su padre, un apasionado lector, cultivaron en ella la certeza de que las palabras tienen el poder de construir mundos.

Hermanos

Clara y sus hermanos, cortesía de Clara Spitz.

Esa infancia, rodeada de libros, música y juegos creativos, definió su carácter y su visión de vida. Clara confiesa que nunca imaginó que su destino la llevaría a Barranquilla. De hecho, su camino comenzó en una dirección completamente diferente. Estudió una carrera científica y soñaba con dedicarse a la investigación médica, especialmente hallar la cura para el cáncer, un campo que la apasionaba profundamente. Sin embargo, la vida tiene maneras inesperadas de cambiar el rumbo, y fue precisamente el amor lo que la llevó a la costa caribeña. Allí conoció a su esposo, un barranquillero que la cautivó, y juntos decidieron asentarse en la ciudad. Fue su traslado a Barranquilla lo que marcó el inicio de una nueva etapa. El amor la llevó a las costas caribeñas, donde encontró una ciudad que, aunque distinta de su hogar natal, compartía algo fundamental: la riqueza humana. “Me enamoré de la calidez de la gente y de su cercanía”, confiesa Clara al recordar su llegada.

El aterrizaje en Barranquilla no estuvo exento de desafíos. La ciudad, con su particular mezcla de tradición y modernidad, le presentó un panorama cultural con mucho por desarrollar. “Cuando llegué, había poco movimiento cultural. La televisión empezaba a reemplazar las terrazas donde la gente solía conversar”, describe. Lejos de dejarse intimidar, Clara decidió construir. Encontró en la promoción de la lectura una causa para volcar sus energías. Con su experiencia en la enseñanza del hebreo y su amor por los libros, empezó a dictar clases y a crear proyectos que incentivaran a las personas, especialmente a los más jóvenes, a enamorarse de la lectura. “Empecé a promover la lectura sin que existiera ese concepto formal. Llevábamos libros a lugares no convencionales, como cafés y centros comerciales, y organizábamos lecturas en los buses de Transmilenio”, relata. La lectura es más que una habilidad funcional, es un arte que debe ser compartido y disfrutado.

Aunque Clara no nació en Barranquilla, su vínculo con la ciudad es innegable. Habla de su gente con cariño y entusiasmo, destacando su calidez y creatividad. Aun así, también reconoce los desafíos. “Nos falta aprender a alegrarnos por los logros de los demás y colaborar más”, señala, refiriéndose a una barrera cultural que, según ella, dificulta el crecimiento conjunto.

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Participación de Clara Spitz en la serie El Tren de la Memoria de la Fundación Puerto Colombia, 2020. Cortesía de Clara Spitz.

Su visión para Barranquilla es ambiciosa. Clarita sueña con una ciudad donde la cultura no sea un lujo, sino una parte integral de la vida diaria. Fue este impulso lo que llevó al nacimiento de la Agenda Cultural de Barranquilla, un proyecto que inicialmente surgió como un grupo en Facebook. El objetivo era claro: visibilizar el talento local y conectar a los artistas con su público. Con el tiempo, la plataforma creció hasta convertirse en un recurso esencial para la comunidad cultural de la ciudad. Su trabajo, tanto en Agenda Cultural como en otras iniciativas, busca precisamente eso: democratizar el acceso al arte y fortalecer el tejido social a través de la creatividad.

“Muy en sus inicios de Agenda Cultural, cuando todavía la manejábamos únicamente en Facebook, el evento que más me marcó fue la invitación de la Fundación Artistas, (precisamente su director fue la persona que me regaló el primer logo de Agenda Cultural, Brian Lozano, parte en aquel momento, no sé si siga, del grupo de danza de Rossana Lignarolo) - me invitaron a participar en un evento en favor de mujeres sobrevivientes de cáncer de mama - fue un encuentro en la explanada de la entrada de Bellas Artes - Una cosa muy, muy linda - los conocí en un encuentro de danza donde precisamente participaron algunos bailarines de Rossana Lignarolo y conocí a estos chicos y me invitaron a participar en este evento.”

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Cortesía de Clara Spitz.

Festivales como PoemaRío y Barranquijazz, o espacios como La Cueva y La Aduana, son parte de las iniciativas que Agenda Cultural destaca, contribuyendo a consolidar la identidad artística de la ciudad, ha sido fundamental para dar visibilidad a artistas locales, escritores, galerías y espacios culturales que, de otro modo, podrían pasar desapercibidos. “Es muy emocionante cuando la gente te dice que se enteraron de un evento gracias a la agenda, o que descubrieron un nuevo espacio cultural a través de nuestro trabajo”, cuenta con orgullo. A lo largo de los años, ha construido una red sólida de artistas, organizadores y espacios culturales que confían en ella para promocionar sus eventos, sabiendo que la agenda tiene un alcance significativo y llega a un público que realmente valora la cultura.

Uno de los mayores desafíos a los que Clara se ha enfrentado a lo largo de su vida ha sido cambiar la percepción que muchas personas tienen sobre la lectura. Para muchos, leer es una obligación, algo que se hace en la escuela o por trabajo, pero Clara ha dedicado su vida a cambiar esa mentalidad. “La lectura no es solo descifrar palabras en una página, es una puerta a otros mundos, a nuevas ideas, a la imaginación”, afirma con convicción. Por eso, a lo largo de los años, ha publicado varios libros y ha dictado talleres en la Universidad del Norte y en otros espacios, siempre con el objetivo de acercar a más personas al placer de la lectura.

Durante la pandemia, cuando el mundo parecía detenerse, Clara encontró una nueva manera de mantener viva la llama de la cultura a través de la Hora del Cuento, una serie de transmisiones en vivo donde narraba historias para niños y adultos. “La pandemia fue un momento difícil, pero también una oportunidad para conectarnos de nuevas maneras. La tecnología jugó un papel crucial en mantener la cultura viva durante esos meses de confinamiento”, explica. Estas transmisiones no solo ofrecieron un respiro a las personas durante un tiempo de incertidumbre, sino que también reforzaron la importancia de la cultura como un pilar esencial en la vida de la ciudad.

Otro de los proyectos que más recuerda fue el programa “Leer es una fiesta”, que promovía la lectura en espacios públicos no convencionales. Inspirado en un proyecto similar en Francia, Clara y su equipo llevaban libros a cafés, centros comerciales e incluso organizaban lecturas en buses. “Era mágico ver cómo la gente se detenía y se unía a la lectura. Para mí, eso es lo que hace la cultura: une a las personas”.

En su sitio web, Clara también comparte análisis y reflexiones culturales que muestran su enfoque integral del arte. Por ejemplo, en su ensayo sobre Las Meninas, conecta las interpretaciones modernas de la obra con una reivindicación de la dignidad femenina, resaltando cómo las historias clásicas pueden dialogar con las problemáticas actuales.

CLARITA SPRITZ

Sitio web de Clarita Spitz.

Sin duda ha dejado una huella imborrable en Barranquilla. A lo largo de los años, Clara ha tenido la oportunidad de trabajar con numerosos artistas y espacios culturales que han dejado una huella imborrable en la vida cultural de Barranquilla. Entre los artistas locales que más admira, menciona con especial cariño al escultor Andrés Ribón y a la artista plástica y escritora Angie Mansur, conocida como Gretta con Ganas. También destaca a figuras como Carlos Vives, Juanes y El Pibe Valderrama, quienes, aunque no nacidos en Barranquilla, han dejado una marca importante en la ciudad.

En cuanto a los eventos culturales, Clara no tiene dudas: el Carnaval de las Artes, Barranquijazz, PoemaRío y la Feria del Libro LIBRAQ son los imperdibles de la ciudad. Estos eventos, explica, representan lo mejor de lo que Barranquilla tiene para ofrecer en términos de creatividad, talento y diversidad cultural. “Esos eventos son la esencia de Barranquilla, una ciudad que vibra con la cultura en cada esquina”, afirma con entusiasmo.

El amor de Clara por las artes va más allá de la promoción cultural. A lo largo de su vida, ha tenido la oportunidad de admirar algunas de las obras más icónicas de la historia del arte, y estas experiencias han dejado una marca profunda en su vida. Entre sus obras favoritas, menciona con reverencia “Las dos Fridas” de Frida Kahlo, “Las Meninas” de Velázquez y las esculturas “El beso” de Rodin y “La Piedad” de Miguel Ángel. “Esas obras me han impresionado profundamente. Cada una, en su contexto, tiene una carga emocional que me ha dejado sin palabras”, confiesa.

Cuando se trata de disfrutar de la cultura en Barranquilla, Clara tiene varios lugares favoritos. “La Cueva, La Aduana, el Malecón y El Bordillo… son lugares donde la cultura se vive de manera auténtica”, dice. Estos espacios, que combinan historia, arte y comunidad, son para ella un refugio donde puede conectarse con la esencia de la ciudad que ha aprendido a amar.

Clara Spitz ha demostrado que la cultura no es solo un conjunto de eventos, sino una forma de vida que puede transformar sociedades. En sus palabras, su legado no es otro que el amor por la ciudad y sus expresiones artísticas. “Quiero que la gente vea que la cultura está en todas partes, no solo durante el Carnaval”, afirma.

En cada cuento que narra, en cada libro que comparte y en cada evento que promociona, Clara Spitz construye un puente entre el arte y las personas. Su historia no es solo la de una gestora cultural, sino la de una mujer que cree en el poder transformador de la creatividad. Gracias a su labor, Barranquilla es hoy un lugar más rico en colores, sonidos y palabras.

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De Palenque a los videojuegos

Por Liz Amador Barros

A sus 22 años, Abraham se ha convertido en un referente de innovación cultural. Este joven barranquillero no solo encontró en los videojuegos su pasión desde una edad temprana, sino que ha logrado combinar su interés por la tecnología con un fuerte compromiso hacia la preservación cultural.

Aunque estudió Mercadeo y Publicidad en la Universidad de la Costa, su formación como desarrollador de videojuegos fue completamente autodidacta. Este camino comenzó por pura curiosidad, cuando veía los personajes de videojuegos moverse en la pantalla de su computador de mesa. Desde ese momento, Abraham decidió explorar cómo podía unir la magia de los videojuegos con sus raíces culturales.

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Cortesía de Abraham Contreras

“Empecé a investigar cómo se hacía”, recuerda Abraham con una sonrisa. De manera autodidacta, comenzó a aprender sobre desarrollo de videojuegos y pronto se vio grabando videos tutoriales para compartir lo que iba descubriendo. Actualmente, su canal de YouTube cuenta con casi 19 mil suscriptores, y también imparte clases de diseño de videojuegos en la Universidad Sergio Arboleda.

Uno de sus proyectos más destacados es Cimarrón, un videojuego que no solo sobresale por sus mecánicas y dinámicas, sino también por su propósito: preservar y promover la lengua y cultura palenquera. Inspirado por las raíces de su madre, cuya familia proviene de San Basilio de Palenque, Abraham decidió crear una obra que combinara entretenimiento con aprendizaje. “Quería que fuera algo más que solo entretenimiento, algo que también tuviera un componente educativo”, explica.

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Abraham a través de su canal de Youtube.

El videojuego, cuyo nombre hace referencia a los esclavos que se liberaban y eran llamados cimarrones, pone al jugador en la piel de un muñequito de cinta que debe recuperar palabras del idioma palenquero a través de una serie de minijuegos. “Es una metáfora para decir que las palabras siguen vivas”, comenta Abraham. Mientras el jugador avanza en el juego, desbloquea más palabras y sus significados, creando un equilibrio entre el entretenimiento y el aprendizaje cultural.

El proceso de desarrollo de Cimarrón no fue fácil. Durante dos años, Abraham, en compañía de expertos, investigó profundamente sobre la cultura palenquera y el idioma, recopilando información y trabajando en su tesis universitaria, la cual respaldaba el proyecto. Finalmente, dedicó un año a programar y diseñar el videojuego, para él “una tarea ardua, pero gratificante”.

Más allá del idioma, el videojuego también incluye elementos de la cultura palenquera como la música de tambores, la gastronomía, y los paisajes naturales. “Es un homenaje visual y sonoro a Palenque”, señala Abraham, quien con orgullo menciona que el juego ha sido bien recibido tanto en la comunidad palenquera como entre jugadores en general.

Sin embargo, Abraham no ve este videojuego como un final, sino como un paso más en su carrera. Actualmente, combina su rol como profesor con el desarrollo de nuevos proyectos, entre ellos, su primer videojuego en tercera dimensión, convencido de que el potencial de los videojuegos para preservar la cultura es enorme.

Para aquellos que desean seguir sus pasos, Abraham ofrece un consejo: “Crea lo que te guste. Los videojuegos son una forma de arte, y puedes expresar lo que tienes en mente, entonces hazlo”.

Abraham representa una nueva generación de desarrolladores, una que no solo busca entretener, sino también educar, preservar y dar visibilidad a las culturas que forman parte de nuestra identidad.

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De palenque a los videojuegos

Clarita

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Por: Karen Del Castillo, María Isabella Osio

En el Atlántico, la brecha digital no es solo un número: es la historia de tres de cada cuatro personas que quedan al margen, desconectadas de las oportunidades que la educación, el trabajo y la vida cotidiana ofrecen en un mundo cada vez más digital.

Imagine que usted pudiese medir cuántas personas en su ciudad tienen acceso a internet fijo en casa. Esa métrica existe y se llama índice de penetración, una especie de radiografía digital que revela el panorama respecto a la conectividad que tiene una población. Durante el tercer trimestre del 2023, las cifras parecen contar la historia de dos Colombias distintas. Por un lado, las grandes capitales, donde la conectividad fluye sin mayores obstáculos o percances. Medellín lidera esta liga con casi 3 de cada 10 habitantes conectados a un acceso fijo a internet (29,35%), seguida de cerca por otras ciudades principales como Bogotá (28,48%) y Cali (23,16%). Estos números, lejos de ser simples estadísticas, trazan el mapa de oportunidades en la Colombia urbana.

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Sin embargo, la realidad del Atlántico muestra un panorama muy distinto, incluso dentro de sus propias fronteras. Mientras Barranquilla alcanza un índice de penetración del 22,94%, municipios más pequeños del departamento, como lo es Piojó, a duras penas llegan al 0,15%. Esto quiere decir que, por cada mil habitantes, en la capital hay 229 puntos de acceso fijo a internet, mientras que en Piojó esta cifra no alcanza ni siquiera dos por los mismos mil. La brecha digital no solo divide, sino que amenaza con perpetuar las desigualdades en el Atlántico. Municipios como Polonuevo (0,76%), Ponedera (0,85%) y Santa Lucía (0,87%) reflejan un panorama de desconexión que afecta, sobre todo, a las zonas rurales y menos urbanizadas, donde el acceso a las tecnologías de la información y comunicación (TIC) sigue siendo alarmantemente limitado.

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La brecha digital va mucho más allá de un asunto de números, es el reflejo de una sociedad desigual que deja atrás a quienes enfrentan barreras económicas y sociales. Resulta alarmante imaginar a miles de estudiantes sin acceso a internet, privados no sólo de conectar con el mundo, sino atrapados en un sistema educativo que no consigue mantenerse actualizado con las demandas actuales. Esta es la situación para numerosas familias en zonas rurales, donde el costo de la conexión y la escasez de infraestructura constituyen un impedimento que las conduce a una desconexión que afecta cada faceta de sus vidas.

Esta brecha no solo limita el desarrollo económico y social de los municipios más vulnerables, sino que también dificulta la implementación de tecnologías digitales en espacios culturales, esenciales para la preservación del patrimonio. Por lo tanto, resulta esencial el fomento de políticas públicas que promuevan la equidad en el acceso a internet, garantizando que todos los ciudadanos del Atlántico puedan beneficiarse de las oportunidades que ofrece la conectividad en la era digital.

Danna Beltrán, miembro del equipo de Redes Comunitarias de Colnodo, afirma que aún el 60% de las zonas rurales dispersas se encuentran en crisis con el acceso a internet.

"Según cifras de MinTIC que hicieron el año pasado, todavía el 60% de centros poblados y zonas rurales dispersas están desconectados."

De acuerdo con el informe del Banco Interamericano de Desarrollo (BID): Informe Anual del Índice de Desarrollo de la Banda Ancha (IDBA) 2022, el acceso a internet es de vital importancia para el desarrollo socioeconómico de América Latina y el Caribe, señalando que para cerrar la brecha en los países de la OCDE (Organización para la Cooperación y el Desarrollo Económico), se requiere una inversión cercana a los 70 mil millones de dólares. Este informe subraya que la expansión de la banda ancha no solo mejora la productividad y la eficiencia de los servicios públicos, sino que también impulsa la inclusión social y abre nuevas oportunidades económicas que transforman comunidades enteras.

Más allá del desalentador panorama, Colombia ha mostrado señales de progreso en su batalla contra la desconexión y las brechas digitales. En 2023, el país celebró la llegada a 8, 93 millones de accesos fijos a internet, lo que suma 127mil nuevas conexiones respecto al año anterior. Para el caso puntual del departamento del Atlántico, MinTIC ha puesto sobre la mesa una inversión de más de 50mil millones de pesos (COP) destinados a tejer una red de fibra óptica para alcanzar a, aproximadamente, 140,000 personas en el departamento.

Y, aunque garantizar el acceso a internet en todas las áreas es crucial, no basta con estar conectado. También es indispensable crear herramientas que permitan una integración justa y equitativa en los entornos digitales, aprovechando plenamente sus ventajas: acceso al conocimiento, análisis crítico de la información difundida y una respuesta eficaz frente a ella. Como señala Danna Beltrán, la brecha digital va más allá de la conexión; es una cuestión de inclusión efectiva y uso significativo de la tecnología.

"Muchas veces se piensa que la brecha digital es solo no tener acceso a Internet, pero la brecha digital también significa no contar con las capacidades y el uso crítico de las herramientas."

Conectar hogares no es suficiente. La alfabetización digital, definida por la UNESCO como la habilidad de "acceder, evaluar, y crear información de manera segura", debe ser parte integral de cualquier estrategia para reducir la brecha digital. Sin estas habilidades, las personas no solo se quedan desconectadas, sino que también pierden la oportunidad de interactuar críticamente con la información, quedando vulnerables ante un flujo masivo de datos sin contexto ni análisis.

En Barranquilla, programas como Incentivos a la Demanda han hecho un esfuerzo notable, ofreciendo internet a estratos 1 y 2 con tarifas mensuales desde $8,600 COP. Sin embargo, estas iniciativas deben ir acompañadas de programas educativos que enseñen a las comunidades a aprovechar estas herramientas, de lo contrario, la desconexión cultural puede volverse un nuevo tipo de exclusión. Uno de los más grandes retos para reducir las brechas digitales, según Beltrán, es la falta de sostenibilidad de los programas gubernamentales y el desinterés del sector privado en zonas rurales.

“Los programas de gobierno han sido insuficientes, si bien a veces llegan a las zonas no hay una sostenibilidad en estos proyectos y eso se puede ver en muchos territorios rurales.”

En Colombia, un territorio con diversas complejidades geográficas, suelos accidentados y barreras naturales, también se elevan los costos de infraestructura. No obstante, para Beltrán, el problema no es sólo técnico, sino político.

“Es necesario reconocer a las comunidades como actores clave en la construcción de soluciones, otorgándoles recursos y autonomía para gestionar sus redes.”

Este enfoque no solo les permite a las comunidades adaptarse a sus propias necesidades y realidades, sino que también fortalece el sentido de pertenencia y compromiso con los proyectos de conectividad. Cuando las comunidades tienen recursos y capacidad de decisión, pueden superar obstáculos como el mantenimiento de infraestructura o la creación de redes comunitarias que complementen la cobertura estatal. Además, su participación activa genera soluciones más sostenibles y evita la dependencia exclusiva de decisiones centralizadas, que a menudo ignoran las particularidades de cada territorio.

El Atlántico dibuja un mapa de desigualdades digitales que trascienden los números y estadísticas. Mientras la capital avanza con proyectos como "incentivos a la demanda", los municipios más pequeños quedan rezagados, con menos de dos de cada mil habitantes con acceso a internet fijo. Esta exclusión no solo limita su integración en la revolución digital que transforma la educación, el trabajo y la vida cotidiana, sino que también obstaculiza la implementación de tecnologías en espacios culturales, esenciales para la preservación del patrimonio. La ruta hacia un Atlántico más conectado demanda más que infraestructura; requiere políticas públicas que promuevan la equidad en el acceso y reconozcan a las comunidades como actores esenciales en la creación de soluciones sostenibles e inclusivas.

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Por: Laura Córdoba, Juana Ibarra

En una cálida noche barranquillera, un grupo de jóvenes se reúne en una terraza a escuchar música. Algunos prefieren sus listas personalizadas en Spotify, otros recuerdan los vinilos y CD’s que aún guardan en sus hogares. Mientras tanto, en un barrio vecino, una familia sintoniza su telenovela favorita en un televisor conectado a internet.

En las últimas dos décadas, las tecnologías digitales han transformado la escena cultural global, afectando tanto a países desarrollados como en desarrollo. Estas tecnologías han revolucionado la creación, producción, distribución, acceso y participación cultural, lo cual ha impactado industrias como la música, el cine y la literatura. En el contexto de Barranquilla, Colombia, la digitalización también ha cambiado la manera en que los habitantes acceden y participan en actividades culturales, con implicaciones importantes para la identidad cultural local y el desarrollo social de la ciudad. Este análisis explora las tendencias en el consumo cultural digital en Barranquilla, considerando aspectos como la música, el cine, la literatura y la conectividad.

La UNESCO, en el marco de la Convención de 2005 sobre la Protección y la Promoción de la Diversidad de las Expresiones Culturales, ha destacado la importancia de la neutralidad tecnológica y la relevancia de las tecnologías de la información para la promoción cultural. Esta perspectiva reconoce el impacto de la digitalización en la producción y el consumo cultural en distintas regiones del mundo. En Colombia, el plan Vive Digital, lanzado en 2010 por el Ministerio de Tecnologías de la Información y las Comunicaciones (MinTIC), ha sido clave para consolidar el ecosistema digital del país, promoviendo tanto el acceso a servicios de conectividad como el desarrollo de contenidos creativos e industrias culturales. Un principio que expertos como María Fernanda López, consultora en industrias culturales, consideran esencial para salvaguardar la diversidad en la era digital:

"Las tecnologías no deben favorecer a ciertos creadores o consumidores sobre otros; su potencial radica en democratizar el acceso a la cultura, sin importar el origen o los recursos disponibles".

En Barranquilla, el acceso a internet y la disponibilidad de plataformas digitales han jugado un papel fundamental en la participación cultural. Según una información estadística de MinTic, en 2021 la cobertura de internet fijo en Barranquilla alcanzó un 20,82%, lo cual refleja un acceso considerable en comparación con otras áreas del Atlántico. Esta infraestructura es esencial para apoyar la creciente tendencia hacia el consumo digital de música, películas y libros.

Para analizar el consumo cultural digital en Barranquilla, se utilizó la base de datos abierta proporcionada por el Departamento Administrativo Nacional de Estadística (DANE). Esta base de datos incluye información sobre las actividades culturales realizadas por la población colombiana, lo cual permitió evaluar los patrones de consumo de productos culturales digitales en la región.

Para este análisis, se recopiló información sobre las actividades culturales realizadas por la población de Barranquilla, con especial énfasis en la frecuencia de consumo de contenido cultural digital como música, videos y eventos literarios. Los datos fueron segmentados específicamente para la región de Barranquilla, lo cual permitió observar cómo el acceso a productos culturales difiere de otras ciudades y regiones del país. Se realizó un análisis descriptivo para identificar estadísticas clave como los porcentajes de participación en diferentes actividades culturales, y se compararon estos datos con los promedios nacionales, destacando los patrones de consumo característicos de la población barranquillera. Finalmente, se resaltaron las actividades culturales digitales más y menos frecuentadas en la ciudad, lo que contribuyó a identificar oportunidades para mejorar la promoción y el acceso a la diversidad cultural en entornos digitales.

Con respecto a la base de datos, el boletín técnico del DANE sobre el consumo cultural en Colombia recopiló datos relevantes acerca del consumo audiovisual por parte de personas mayores de 12 años en el país. Se presenta un resumen de los hallazgos más importantes respecto al cine, la televisión, la señal de radio, los podcasts, la música grabada, los videos y los videojuegos.

Consumo de Música Dígital

El acceso a plataformas de streaming de música es una de las principales formas en que los barranquilleros consumen cultura digital. A nivel nacional, el 70,3% de la población de 12 años o más utiliza internet para buscar, descargar o escuchar música, lo cual subraya la relevancia de este tipo de contenido en la vida cotidiana. Sofía Torres, melómana y dueña de una tienda de discos, explica:

"La música en vinilo tiene un encanto especial, es como un ritual. Pero entiendo que la comodidad de las plataformas digitales es insuperable para muchos jóvenes."

En Barranquilla, esta tendencia se mantiene, con un alto porcentaje de usuarios que acceden a servicios como Spotify y YouTube para disfrutar de música tanto local como internacional.

Por su parte, Carlos Pérez, productor musical en Barranquilla, señala:

"El streaming democratizó el acceso, pero también nos obliga a competir con producciones globales. Lo local necesita un empujón, porque, aunque la gente consume música, pocas veces opta por artistas de aquí."

Sin embargo, el consumo de música no está exento de desigualdades. La diferencia en el acceso a plataformas digitales depende del nivel socioeconómico y la infraestructura disponible en distintas partes de la ciudad. Esto significa que, aunque la música digital esté al alcance de muchos, sigue existiendo una brecha en la disponibilidad y calidad del acceso a internet.

Consumo de Películas y Series en el Cine y la Televisión

En cuanto al consumo de películas y series el 70% de la población de 12 años y más utiliza internet para ver películas o videos, lo cual indica que el consumo de contenidos audiovisuales es una actividad cultural importante para los barranquilleros. Sin embargo, el acceso desigual a servicios de internet sigue siendo un factor limitante para algunos sectores de la población, especialmente en áreas rurales del Atlántico.

De acuerdo con el boletín técnico del DANE sobre el consumo cultural en Colombia, el análisis de la participación audiovisual revela datos significativos para la población de 12 años y más. En cuanto a la asistencia al cine, se evidenció que el 23,5% de los habitantes de la región Caribe, donde se encuentra Barranquilla, asistió a una sala de cine, siendo esta una de las tasas más bajas del país en comparación con Bogotá, que alcanzó un 45,7%. Además, la participación en la visualización de películas colombianas sigue siendo limitada, con solo un pequeño porcentaje del público optando por producciones nacionales.

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En cuanto a la televisión, el 89,3% de las personas encuestadas indicaron que la consumen, con una ligera diferencia entre hombres (88,8%) y mujeres (89,7%). El consumo de señal de radio se mantiene estable, con un 52% de la población que escucha regularmente la radio, sin diferencias significativas entre sexos. El consumo de música grabada fue reportado por el 46,9% de los encuestados, siendo más frecuente entre los hombres (49,3%) que entre las mujeres (44,7%).

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Consumo de Videos y Videojuegos

El uso de internet para ver videos y jugar videojuegos también refleja una disparidad de género considerable: el 30,8% de los hombres utiliza internet para jugar videojuegos, mientras que solo el 13,5% de las mujeres realiza esta actividad. En cuanto al contenido en plataformas como podcasts, aunque no se especifica un porcentaje exacto en el boletín, la tendencia de consumo de audio digital, incluidos los podcasts, ha ido en aumento, destacando un cambio en las preferencias de consumo audiovisual hacia formatos más flexibles y personalizados. Estos datos reflejan una variedad de comportamientos y preferencias en el acceso a productos audiovisuales que tienen implicaciones importantes para la creación y distribución de contenido cultural digital en Barranquilla y en el país en general.

Luis García, diseñador de videojuegos, comenta:

"El mercado está creciendo, pero aún hay barreras, como los costos de consolas y la calidad del internet. Si queremos que más personas se sumen, necesitamos soluciones más inclusivas."

El análisis del consumo cultural digital en la región Atlántico revela cómo la digitalización ha transformado profundamente la manera en que los habitantes acceden, participan y se relacionan con la cultura. Plataformas como Spotify, YouTube y Netflix se han convertido en los principales vehículos de consumo cultural, ofreciendo acceso a una amplia variedad de contenidos, desde música y películas internacionales hasta producciones locales. Sin embargo, el acceso a estos productos digitales sigue siendo desigual, influenciado por factores socioeconómicos y limitaciones en la infraestructura de conectividad.

A pesar de la amplia disponibilidad de plataformas digitales, el análisis también muestra que ciertos tipos de consumo cultural, como la asistencia al cine y la visualización de películas colombianas, siguen siendo relativamente bajos en comparación con otras regiones del país, como Bogotá. Esto refleja no solo las preferencias culturales locales, sino también posibles barreras en el acceso a opciones de entretenimiento presenciales. Además, la participación en actividades como el consumo de videojuegos muestra claras diferencias de género, con una mayor participación masculina en este ámbito, lo que sugiere la existencia de brechas significativas en los intereses y oportunidades de entretenimiento digital entre hombres y mujeres.

Por otro lado, el consumo de televisión y radio sigue siendo alto, lo que indica que los medios tradicionales aún tienen un papel relevante en el acceso a la cultura para muchas personas. Esto muestra la coexistencia de lo digital con lo tradicional, lo cual es característico de contextos donde la transición hacia el consumo cultural digital aún está en proceso de consolidación.

Estos hallazgos resaltan la necesidad de mejorar la infraestructura de conectividad y asegurar la accesibilidad de plataformas digitales para todos los sectores de la población es fundamental para fomentar una participación cultural más inclusiva. Asimismo, se deben promover iniciativas que apoyen la producción y el consumo de contenidos culturales locales, fortaleciendo así la identidad cultural de la región y ofreciendo alternativas que compitan con los contenidos internacionales.

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Por: Karen Del Castillo

Barranquilla es un mosaico de historias y memorias que trascienden los bits y los pixeles. Nuestro patrimonio no es un objeto de museo digital, sino un organismo vivo y cambiante que respira en los relatos propios, en las esquinas de nuestros barrios, en las tradiciones que se transmiten de una generación a otra.  La relación entre tecnología y cultura, sin embargo, plantea preguntas esenciales sobre sus limitaciones y sobre sus posibilidades: ¿puede la tecnología, por sí sola, preservar y fortalecer el patrimonio cultural de la ciudad?

Hay una diferencia monumental entre “tener acceso” y “hacer propio”. La tecnología puede documentar y actuar como un catalizador de los procesos patrimoniales de la ciudad, pero no puede, bajo ninguna circunstancia, generar ese vínculo visceral que solo es posible a través de la experiencia directa y la transmisión cultural. Durante hace algún tiempo la tecnología se ha levantado como un instrumento que promete democratizar y preservar nuestra memoria, y en algunos aspectos, ha cumplido. Las nuevas tecnologías facilitan el acceso a la información y a la documentación de eventos culturales;  un caso exitoso es la digitalización de archivos históricos, que ahora son accesibles desde cualquier dispositivo, permitiendo a los investigadores y ciudadanos conocer mejor su herencia cultural. No obstante, no ha logrado cerrar las brechas entre la conexión emocional y cultural de los barranquilleros con su patrimonio.

En la realidad esta era digital y “tecno-cultural” no ha hecho más que revelar las profundas grietas que tiene la relación del barranquillero con su cultura. Ahora, no trato en ningún punto de satanizar a la tecnología, sino de entender su rol. Es un catalizador, sí, pero no un milagro. La tecnología simplemente no puede llenar los vacíos que nacen de una desconexión con nuestra propia historia. Hay que entender que la cultura no se preserva con bases de datos y algoritmos, sino con un compromiso más allá de las pantallas.

El barranquillero hoy se encuentra expuesto a un problema que no puede ser resuelto a punta de galerías digitales u otras formas de expresión cultural en medios tecnológicos. Es fundamental que las iniciativas tecnológicas trabajen en conjunto con proyectos educativos y culturales locales para generar un cambio significativo. El acceso no garantiza la apropiación ni el interés en producir y consumir cultura. Y, he aquí, una de las limitaciones más grandes que tiene la digitalización: muchos barranquilleros todavía no consideran que la cultura de su ciudad tiene un valor intrínseco que merezca ser consumido y apoyado económicamente.

Uno de los grandes vacíos en el sector cultural de La Arenosa, es la falta de educación de públicos que comprendan y reconozcan el valor de consumir cultura y que estén dispuestos a invertir en ella. Hay estudios que afirman que los niveles de participación en eventos culturales en la ciudad están por debajo del promedio nacional. Me atrevería a afirmar; con justa causa, que eso es, en parte, debido a la percepción generalizada de que la cultura debe ser gratuita o de acceso inmediato. Esto, por supuesto, complica los esfuerzos del sector cultural para sostenerse y crecer. Datos del DANE y otras investigaciones muestran que más del 60% de las personas no asiste a espacios culturales como museos, galerías o casas de cultura.

Muy acertadamente en su tiempo Pierre Bordieu habló del "capital cultural", txérmino que define como un “Conjunto de hábitos y prácticas que se adquieren y asimilan con el tiempo”. Consumir y, sobre todo, valorar la cultura no es un asunto que venga así porque sí de la noche a la mañana; requiere de una serie de procesos de formación sostenidos y de estrategias para convertir el patrimonio en algo propio. Es aquí donde radica uno de los mayores retos para Barranquilla: cómo transformar las herramientas tecnológicas en aliados que no solo faciliten el acceso, sino que también activen ese proceso de apropiación colectiva de nuestra memoria y patrimonio.

Si bien la tecnología es un catalizador poderoso para la cultura y los procesos relacionados con ella en la ciudad, no puede considerarse la gran salvadora de la memoria ni de la conexión de la ciudadanía con su patrimonio. Los problemas de fondo radican en la falta de incentivos y una educación que fomente el consumo, la valoración y la apropiación activa de nuestro legado cultural.

Código Barranquilla
Código Barranquilla

Alcaldía de Barranquilla. (n.d.).Barranquilla ingresa en la plataforma digital que promueve el patrimonio cultural de las ciudades en el mundo. Recuperado de https://www.barranquilla.gov.co/wordpress/cultura/barranquilla-ingresa-en-la-plataforma-digital-que-promueve-el-patrimonio-cultural-en-de-las-ciudades-en-el-mundo
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Alcaldía de Barranquilla. (n.d.).Archivo Histórico Digital de Barranquilla. Recuperado de https://eldato.co/barranquilla-entre-los-territorios-tecnologicos-e-innovadores-del-mundo/
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