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Clarita

Por Liz Amador Barros

Clara Spitz no es sólo un nombre en la escena cultural de Barranquilla, es sinónimo de una pasión inquebrantable por las artes, la literatura y la promoción de la cultura en todas sus formas. Entre los paisajes cálidos de Barranquilla y la vibrante cultura de Ciudad de México, encontró su hogar y su misión: ser un canal entre las artes y la comunidad.

Como gestora cultural, escritora y promotora incansable de la lectura, Clarita, como prefiere que la llamen, ha tejido con paciencia un legado que transforma vidas y redescubre el potencial artístico de La Arenosa.

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Su historia, sin embargo, no comienza en la costa atlántica de Colombia, sino a miles de kilómetros de allí, en Ciudad de México, en una familia profundamente marcada por las tradiciones judías y un amor ferviente por la cultura. Desde temprana edad, la literatura fue su refugio. “En mi casa, el premio más grande era leer antes de dormir”, recuerda. Las historias de su madre pianista y los cuentos de su padre, un apasionado lector, cultivaron en ella la certeza de que las palabras tienen el poder de construir mundos.

Hermanos

Clara y sus hermanos, cortesía de Clara Spitz.

Esa infancia, rodeada de libros, música y juegos creativos, definió su carácter y su visión de vida. Clara confiesa que nunca imaginó que su destino la llevaría a Barranquilla. De hecho, su camino comenzó en una dirección completamente diferente. Estudió una carrera científica y soñaba con dedicarse a la investigación médica, especialmente hallar la cura para el cáncer, un campo que la apasionaba profundamente. Sin embargo, la vida tiene maneras inesperadas de cambiar el rumbo, y fue precisamente el amor lo que la llevó a la costa caribeña. Allí conoció a su esposo, un barranquillero que la cautivó, y juntos decidieron asentarse en la ciudad. Fue su traslado a Barranquilla lo que marcó el inicio de una nueva etapa. El amor la llevó a las costas caribeñas, donde encontró una ciudad que, aunque distinta de su hogar natal, compartía algo fundamental: la riqueza humana. “Me enamoré de la calidez de la gente y de su cercanía”, confiesa Clara al recordar su llegada.

El aterrizaje en Barranquilla no estuvo exento de desafíos. La ciudad, con su particular mezcla de tradición y modernidad, le presentó un panorama cultural con mucho por desarrollar. “Cuando llegué, había poco movimiento cultural. La televisión empezaba a reemplazar las terrazas donde la gente solía conversar”, describe. Lejos de dejarse intimidar, Clara decidió construir. Encontró en la promoción de la lectura una causa para volcar sus energías. Con su experiencia en la enseñanza del hebreo y su amor por los libros, empezó a dictar clases y a crear proyectos que incentivaran a las personas, especialmente a los más jóvenes, a enamorarse de la lectura. “Empecé a promover la lectura sin que existiera ese concepto formal. Llevábamos libros a lugares no convencionales, como cafés y centros comerciales, y organizábamos lecturas en los buses de Transmilenio”, relata. La lectura es más que una habilidad funcional, es un arte que debe ser compartido y disfrutado.

Aunque Clara no nació en Barranquilla, su vínculo con la ciudad es innegable. Habla de su gente con cariño y entusiasmo, destacando su calidez y creatividad. Aun así, también reconoce los desafíos. “Nos falta aprender a alegrarnos por los logros de los demás y colaborar más”, señala, refiriéndose a una barrera cultural que, según ella, dificulta el crecimiento conjunto.

tren

Participación de Clara Spitz en la serie El Tren de la Memoria de la Fundación Puerto Colombia, 2020. Cortesía de Clara Spitz.

Su visión para Barranquilla es ambiciosa. Clarita sueña con una ciudad donde la cultura no sea un lujo, sino una parte integral de la vida diaria. Fue este impulso lo que llevó al nacimiento de la Agenda Cultural de Barranquilla, un proyecto que inicialmente surgió como un grupo en Facebook. El objetivo era claro: visibilizar el talento local y conectar a los artistas con su público. Con el tiempo, la plataforma creció hasta convertirse en un recurso esencial para la comunidad cultural de la ciudad. Su trabajo, tanto en Agenda Cultural como en otras iniciativas, busca precisamente eso: democratizar el acceso al arte y fortalecer el tejido social a través de la creatividad.

“Muy en sus inicios de Agenda Cultural, cuando todavía la manejábamos únicamente en Facebook, el evento que más me marcó fue la invitación de la Fundación Artistas, (precisamente su director fue la persona que me regaló el primer logo de Agenda Cultural, Brian Lozano, parte en aquel momento, no sé si siga, del grupo de danza de Rossana Lignarolo) - me invitaron a participar en un evento en favor de mujeres sobrevivientes de cáncer de mama - fue un encuentro en la explanada de la entrada de Bellas Artes - Una cosa muy, muy linda - los conocí en un encuentro de danza donde precisamente participaron algunos bailarines de Rossana Lignarolo y conocí a estos chicos y me invitaron a participar en este evento.”

GRUPO

Cortesía de Clara Spitz.

Festivales como PoemaRío y Barranquijazz, o espacios como La Cueva y La Aduana, son parte de las iniciativas que Agenda Cultural destaca, contribuyendo a consolidar la identidad artística de la ciudad, ha sido fundamental para dar visibilidad a artistas locales, escritores, galerías y espacios culturales que, de otro modo, podrían pasar desapercibidos. “Es muy emocionante cuando la gente te dice que se enteraron de un evento gracias a la agenda, o que descubrieron un nuevo espacio cultural a través de nuestro trabajo”, cuenta con orgullo. A lo largo de los años, ha construido una red sólida de artistas, organizadores y espacios culturales que confían en ella para promocionar sus eventos, sabiendo que la agenda tiene un alcance significativo y llega a un público que realmente valora la cultura.

Uno de los mayores desafíos a los que Clara se ha enfrentado a lo largo de su vida ha sido cambiar la percepción que muchas personas tienen sobre la lectura. Para muchos, leer es una obligación, algo que se hace en la escuela o por trabajo, pero Clara ha dedicado su vida a cambiar esa mentalidad. “La lectura no es solo descifrar palabras en una página, es una puerta a otros mundos, a nuevas ideas, a la imaginación”, afirma con convicción. Por eso, a lo largo de los años, ha publicado varios libros y ha dictado talleres en la Universidad del Norte y en otros espacios, siempre con el objetivo de acercar a más personas al placer de la lectura.

Durante la pandemia, cuando el mundo parecía detenerse, Clara encontró una nueva manera de mantener viva la llama de la cultura a través de la Hora del Cuento, una serie de transmisiones en vivo donde narraba historias para niños y adultos. “La pandemia fue un momento difícil, pero también una oportunidad para conectarnos de nuevas maneras. La tecnología jugó un papel crucial en mantener la cultura viva durante esos meses de confinamiento”, explica. Estas transmisiones no solo ofrecieron un respiro a las personas durante un tiempo de incertidumbre, sino que también reforzaron la importancia de la cultura como un pilar esencial en la vida de la ciudad.

Otro de los proyectos que más recuerda fue el programa “Leer es una fiesta”, que promovía la lectura en espacios públicos no convencionales. Inspirado en un proyecto similar en Francia, Clara y su equipo llevaban libros a cafés, centros comerciales e incluso organizaban lecturas en buses. “Era mágico ver cómo la gente se detenía y se unía a la lectura. Para mí, eso es lo que hace la cultura: une a las personas”.

En su sitio web, Clara también comparte análisis y reflexiones culturales que muestran su enfoque integral del arte. Por ejemplo, en su ensayo sobre Las Meninas, conecta las interpretaciones modernas de la obra con una reivindicación de la dignidad femenina, resaltando cómo las historias clásicas pueden dialogar con las problemáticas actuales.

CLARITA SPRITZ

Sitio web de Clarita Spitz.

Sin duda ha dejado una huella imborrable en Barranquilla. A lo largo de los años, Clara ha tenido la oportunidad de trabajar con numerosos artistas y espacios culturales que han dejado una huella imborrable en la vida cultural de Barranquilla. Entre los artistas locales que más admira, menciona con especial cariño al escultor Andrés Ribón y a la artista plástica y escritora Angie Mansur, conocida como Gretta con Ganas. También destaca a figuras como Carlos Vives, Juanes y El Pibe Valderrama, quienes, aunque no nacidos en Barranquilla, han dejado una marca importante en la ciudad.

En cuanto a los eventos culturales, Clara no tiene dudas: el Carnaval de las Artes, Barranquijazz, PoemaRío y la Feria del Libro LIBRAQ son los imperdibles de la ciudad. Estos eventos, explica, representan lo mejor de lo que Barranquilla tiene para ofrecer en términos de creatividad, talento y diversidad cultural. “Esos eventos son la esencia de Barranquilla, una ciudad que vibra con la cultura en cada esquina”, afirma con entusiasmo.

El amor de Clara por las artes va más allá de la promoción cultural. A lo largo de su vida, ha tenido la oportunidad de admirar algunas de las obras más icónicas de la historia del arte, y estas experiencias han dejado una marca profunda en su vida. Entre sus obras favoritas, menciona con reverencia “Las dos Fridas” de Frida Kahlo, “Las Meninas” de Velázquez y las esculturas “El beso” de Rodin y “La Piedad” de Miguel Ángel. “Esas obras me han impresionado profundamente. Cada una, en su contexto, tiene una carga emocional que me ha dejado sin palabras”, confiesa.

Cuando se trata de disfrutar de la cultura en Barranquilla, Clara tiene varios lugares favoritos. “La Cueva, La Aduana, el Malecón y El Bordillo… son lugares donde la cultura se vive de manera auténtica”, dice. Estos espacios, que combinan historia, arte y comunidad, son para ella un refugio donde puede conectarse con la esencia de la ciudad que ha aprendido a amar.

Clara Spitz ha demostrado que la cultura no es solo un conjunto de eventos, sino una forma de vida que puede transformar sociedades. En sus palabras, su legado no es otro que el amor por la ciudad y sus expresiones artísticas. “Quiero que la gente vea que la cultura está en todas partes, no solo durante el Carnaval”, afirma.

En cada cuento que narra, en cada libro que comparte y en cada evento que promociona, Clara Spitz construye un puente entre el arte y las personas. Su historia no es solo la de una gestora cultural, sino la de una mujer que cree en el poder transformador de la creatividad. Gracias a su labor, Barranquilla es hoy un lugar más rico en colores, sonidos y palabras.