El Paseo Bolívar, conocido como el corazón del comercio popular en Barranquilla, late al ritmo de su agitado día a día, pero también carga con una inquietante sombra: la criminalidad. En medio de la algarabía de los vendedores y el bullicio de los transeúntes, se entreteje una realidad marcada por cifras alarmantes. Según datos de la Policía Metropolitana, los delitos en la zona han mostrado tendencias mixtas en los últimos 12 meses, con los robos y las agresiones encabezando la lista de crímenes más reportados.
Entre enero y octubre de 2024, los hurtos a personas aumentaron un 15 % respecto al mismo periodo de 2023, pasando de 1.250 a 1.440 casos. La mayoría de estos incidentes involucran el robo de celulares y dinero en efectivo, convirtiendo al Paseo en un lugar donde la vigilancia nunca debe relajarse. Humberto, un fotógrafo que trabaja justo frente a la estatua de Simón Bolívar, cerca de uno de los cajeros automáticos más concurridos, describe su experiencia con palabras que reflejan incertidumbre: “Ya no se sabe si trabajar tranquilamente o estar alerta por un posible robo”, dice mientras acomoda su equipo fotográfico.
Sin embargo, no todo es un ascenso en las cifras de delitos. Los homicidios en la zona han mostrado una ligera disminución, de 18 casos en 2023 a 14 en 2024, según el Sistema de Información de Seguridad Ciudadana (SISC). Pero este aparente progreso no disipa la preocupación. Los conflictos por microtráfico y disputas territoriales siguen siendo una amenaza constante, que mantienen a los residentes y trabajadores en un estado de alerta permanente.
Otro flagelo que mantiene en jaque a comerciantes y trabajadores informales es la extorsión. Las bandas criminales han hecho de esta práctica una rutina, exigiendo pagos conocidos como “vacunas” bajo amenazas de violencia. Según los mismos comerciantes, hasta un 60 % de los negocios en la zona central del Paseo Bolívar han sido víctimas de este delito en el último año. Las cuotas de extorsión oscilan entre 50.000 y 500.000 pesos mensuales, dependiendo del tipo de negocio y su ubicación, sumiendo a los propietarios en una constante zozobra.
Aunque los homicidios han disminuido, el incremento en los robos, el riesgo latente de extorsión y los conflictos relacionados con el crimen organizado dibujan un panorama complejo. Las estadísticas no solo cuentan números; reflejan una atmósfera de miedo que afecta a quienes transitan y trabajan en la zona, impactando su calidad de vida y frenando el crecimiento económico local.
Para Humberto y otros como él, la realidad de cada día está marcada por la desconfianza. “Es difícil concentrarse en el trabajo cuando sabes que en cualquier momento puedes ser una víctima”, comenta mientras mira a su alrededor, atento a cada movimiento sospechoso. Su relato, junto con los de los comerciantes extorsionados, es un llamado a las autoridades para que tomen medidas más efectivas.
Las soluciones no pueden limitarse a operativos de seguridad. Es urgente implementar políticas públicas que aborden las raíces estructurales de la violencia: la pobreza, el desempleo y la dinámica del crimen organizado. Solo así será posible recuperar la confianza de una comunidad que, a pesar de todo, sigue trabajando y luchando por un mejor futuro en el corazón de Barranquilla.
Por: Mary Escobar y Daniela Ospina Burgos