La informalidad laboral sigue siendo un problema preocupante en Barranquilla, una ciudad que, a pesar de su ambiente alegre y dinámico, oculta una cruda realidad para miles de trabajadores. Aunque los números muestran cierta mejora, con la informalidad cayendo del 59,6 % en el trimestre de octubre a diciembre de 2022 al 55,1 % en el mismo periodo de 2023-2024, más de la mitad de la población trabajadora sigue enfrentándose a empleos precarios y sin garantías de seguridad social.
Si bien la reducción de 3,4 puntos porcentuales parece significativa en las estadísticas, nos dirigimos al Paseo Bolívar, el epicentro del trabajo informal, y hablamos con Alexander, un relojero que trabaja en la esquina del Bancolombia de esta zona. En este encuentro nos comentó que estos avances no están ni cerca de reflejar la realidad de muchos negociantes. Le comentamos los últimos avances del DANE sobre las tasas de ocupación, desocupación y empleo informal y le preguntamos si creía que esto era real o cómo lo veía desde su situación. “Parece mentira”, afirma con determinación, reflejando que las cifras no son lo que sienten las personas en la calle.
Alexander es uno de los tantos vendedores ambulantes que dudan de las encuestas que hablan del progreso de la ciudad. “Las encuestas que realizan nunca son reales; hay personas que viven de la informalidad, que venden agua, venden tinto, y a veces no ganan ni el día a día. No son reales”, señala, indicando que muchas personas venden productos de baja demanda, a veces sin siquiera cubrir los gastos diarios o lo necesario para llevar el pan a la mesa. Su testimonio contrasta fuertemente con las cifras oficiales, que no logran capturar el sentimiento de aquellos que dependen del comercio informal para subsistir y sacar adelante a sus familias.
María Cuenca, economista especializada, explica que la informalidad en Colombia tiene múltiples causas. Una de ellas es que algunos trabajadores prefieren no estar vinculados a un cargo laboral formal, optando por la informalidad como una forma de vida. “Hay personas que escogen la informalidad porque no quieren tener un jefe o un horario, pero eso también significa que no cuentan con pensión ni seguridad social”, afirma. Sin embargo, esta elección implica riesgos importantes, especialmente a medida que estas personas envejecen y enfrentan contingencias sin una red de apoyo.
Por otro lado, Cuenca subraya que la mayor parte de la informalidad corresponde a quienes no encuentran empleo formal ni tienen las competencias necesarias para emprender un negocio propio. “Son personas que, al no poder acceder a trabajos formales, terminan dependiendo de la venta ambulante o trabajos eventuales, pero estos no generan ingresos suficientes para cubrir sus necesidades básicas”, explica. Esto genera un círculo vicioso que no solo afecta a los individuos, sino también a la economía nacional: “Cuando hay menos empleo formal, también disminuye la demanda de bienes y servicios, lo que a su vez afecta la producción y agrava el problema”.
A pesar de las mejoras en la tasa de ocupación, que pasó del 58,6 % en 2022 al 59,2 % en 2023, y una disminución en la desocupación del 10,7 % al 9,1 %, el verdadero desafío radica en la calidad de los empleos generados. La formalización del trabajo sigue siendo un objetivo lejano para miles de personas que, como Alexander, no encuentran en el sector formal una alternativa viable para sobrevivir diariamente. Muchos de estos empleos continúan sin ofrecer acceso a seguridad social o a los beneficios mínimos de ley, lo que pone en duda la efectividad de las políticas públicas implementadas a beneficio de los negocios informales.
En relación con las políticas públicas, Cuenca destaca que algunas iniciativas han intentado mejorar la situación de los informales, como la reubicación de vendedores en sitios específicos, pero muchas de estas estrategias no han sido efectivas. “Los vendedores no llegan a esos lugares, ya que no atraen a la gente”, menciona, resaltando la desconexión entre las políticas y las necesidades reales de las personas. Además, propone fomentar la creación de asociaciones entre los vendedores para que puedan organizarse, generar economías de escala y ser más competitivos en el mercado. “Organizar a los vendedores ambulantes en asociaciones podría ser una solución viable, ya que les permitiría ser más eficientes y acceder a mayores beneficios.”
Por último, se le preguntó a Alexander una alternativa que podría implementar la alcaldía para ayudar a las personas que viven en esta situación. Él propone un plan de apoyo que se llevó a cabo hace más de una década, donde el gobierno ofrecía capital en mercancía a pequeños comerciantes para ayudarles a iniciar o fortalecer sus negocios. “Podrían darnos un plan semilla, como lo hicieron hace 15 o 20 años. Así, en lugar de dinero, te daban un capital en mercancía”, propone. Su sugerencia no es solo una solución práctica, sino un llamado a la acción para que las autoridades apoyen a quienes más lo necesitan y se les dé el reconocimiento por su labor.
Cuenca también añade que la pandemia agravó la situación de los trabajadores informales, quienes vieron disminuir la demanda de sus productos, incrementando su vulnerabilidad. “La pandemia dejó a los informales en una situación crítica; muchas personas, especialmente las mujeres, perdieron sus fuentes de ingresos y tuvieron que buscar alternativas que no siempre les garantizan estabilidad”, comenta. Frente a este panorama, sugiere que diversificar la actividad económica de Barranquilla podría marcar una diferencia significativa, fomentando el turismo y creando espacios seguros y adecuados para los informales. “No podemos depender solo del comercio; debemos buscar alternativas que incluyan sectores como el turismo y garantizar que los informales tengan lugares donde puedan trabajar de forma digna y segura”, concluye.
A medida que Barranquilla sigue avanzando en indicadores de empleo, es fundamental que no se deje atrás a los trabajadores informales, quienes cada día construyen su futuro con esfuerzo y sacrificio en las calles del centro de la ciudad. La verdadera transformación no llegará con pequeñas “mejoras porcentuales”, sino con políticas públicas que impulsen la creación de empleos formales y de calidad. Mientras más de la mitad de la población trabajadora siga en la informalidad, los avances serán insuficientes, y la calidad de vida de muchos continuará estancada.
Por: Leonela Villadiego y Isabella Jaraba