Cuando la tarde está lluviosa suelo sentarme en mi balcón, a mirar las ventanas de las casas y apartamentos que están al margen de mi vista. Suelo imaginar que en cada vivienda existe un mínimo de dos personas y que, en la cabeza de cada quien, hay un universo desconocido, con mil historias para contar. Historias como la de “Joseph”, un Ingeniero Ambiental, egresado de la Universidad de La Guajira, quien prefiere mantener en secreto su identidad y nos relata lo difícil de ser joven y tener en enfrentarse a capa y espada con la vida.
Quienes ya pasaron por la etapa de ser un joven adulto, están entrando o ya estamos aquí, sabrán el choque con la realidad tan fuerte que es salir, solo, a la selva de cemento. Durante nuestra infancia, anhelamos con ser grandes y comernos el mundo, pero nos encontramos con la posibilidad de que sea el mundo quien nos devore a nosotros. Tener que trabajar y estudiar una carrera, es algo a lo que muchos colombianos se enfrentan a diario, para tener que llevar un sustento a su casa o, directamente, tener que pagarse sus estudios. Si la salud mental se ve afectada cuando solo tenemos que estudiar, intenta dimensionar lo que puede ser, tener que alternar tus horarios de estudios, con los de un trabajo a medio tiempo.
Joseph nació en Riohacha, en una familia acomodada que le dio todas las posibilidades de estudios, para que se formara en los mejores planteles. Al terminar la secundaria, se mudó con 17 años a la ciudad de Santa Marta, para estudiar medicina. La carrera que escogió desde que estaba en octavo, no resultó ser como él lo esperaba y desde el comienzo, sintió que no tenía lo necesario para ser médico. Desde el primer mes, Joseph no supo organizar su tiempo y vio toda su vida sumisa a sus estudios; no podía dormir, no podía salir, llegaba tarde de la Universidad y todo, según él, para nada, porque sus notas eran inferiores al promedio y sentía que no estaba aprendiendo nada. Faltando un mes para terminar el semestre, sin decirle a nadie, Joseph viaja de regreso a Riohacha y les comunica a sus padres que no seguirá estudiando esa carrera y que no está en sus planes volver a irse de la ciudad.
La reacción de sus padres no fue buena, intentaron de diferentes maneras y con diferentes alternativas, que Joseph regresara a Santa Marta sin éxito alguno. Es ahí, cuando su padre decide correrlo de su propia casa. Joseph se muda por varios meses con su abuela, pero comenta que se sentía sólo y no era capaz de salir de su propia habitación. Empezó a padecer de ataques de ansiedad y mucho estrés, por lo que decide buscar ayuda profesional, pero se encontró con que los costos de las sesiones de terapia eran muy costosos y conseguir citas con su EPS tardaban, al menos, dos meses para asignarlas.
La abuela de Josep intervino en su casa para que lo dejaran regresar, tres meses después, vuelve a su casa, con la condición de que tenía que trabajar y en el semestre siguiente, entrar a la Universidad de La Guajira, “en la carrera que quieras, pero estudias” fueron las palabras de su padre.
Tras cinco meses trabajando como vendedor en una ferretería y más de un semestre sin estudiar, Joseph empieza la carrera de Ingeniería Ambiental con 18 años. Consiguió matricular parte de sus materias en un horario vespertino, para continuar trabajando por las mañanas, pero desde la primera semana, sintió el peso de alternar las cosas. Él seguía padeciendo de ataques de ansiedad y bajones de su estado anímico muy seguido, pero con su regreso a la Universidad, todo aumentó, “cuando llegaron los parciales de primer corte y yo no veía espacios para estudiar, sin ver afectada mi permanencia en la ferretería, me alteré y me encerré en el baño y no salí en 30 minutos, hasta que mi jefe empezó a preguntar por mí” comenta Joseph.
“No sé cómo hice para llegar a cuarto semestre, vivía en una depresión constante, bajé cule’ poco de peso y estaba ojeroso. No sé cómo hice para llegar ahí, pero ya no quería seguir”. Joseph tenía dos meses sin trabajar, porque logró convencer a su papá, con un buen desempeño en la carrera, que podía salir adelante, pero ese desempeño, según él, no valía la pena, porque se sentía miserable. Un día, saliendo de la Universidad, Joseph tuvo una confrontación con su grupo de trabajo estudiantil que lo dejó muy tocado, “ya venía de varios meses sintiéndome pésimo y cualquier cosa me derrumbaba” Joseph tomó la decisión de llegar a su casa y encerrarse en su cuarto con una navaja. “Hey, yo te juro que fui con toda la disposición de matarme y a nadie le dije, perro que ladra no muerde y yo no quería seguir más”. Él explica que algo lo detuvo y retrasó su suicidio por unos minutos, tiempo en el que sus padres llegaron a la casa y su voz hizo que no cometiera tal acto.
Después de esa noche, Joseph se apoyó en sus amigos y asistió con el psicólogo que le ofrecía la Universidad, “a pesar de que se demoraban casi un mes en darme una cita, era más ágil que con la EPS y me ayudó bastante, no te digo que salí de la depresión en dos sesiones, pero logré graduarme y me siento bien a día de hoy, pero joda… fueron días pesados”.
Hoy Joseph es Ingeniero Ambiental y sigue trabajando desde hace dos años, con la misma empresa con la que hizo las prácticas. Él sobrevivió a problemas con su salud mental, pero, según la revista Semana, hasta Julio de 2022, se presentaron 1.101 casos de intentos de suicidio, en los que la mayoría, son jóvenes entre 13 y 20 años de edad.
¿Alguna vez han pensado en los miles de historias que hay en el universo de cada estudiante de su universidad? Imaginen la cantidad de libros que podrían escribirse con historias de aventura, sueños rotos, romance, comedia o tristeza… A mí me parece fenomenal. Buscando historias para el especial de ‘Salud Mental en Jóvenes’ me encontré con una que llamó mi atención, la de Natalia, cuyo nombre fue modificado para no divulgar su identidad. Su historia tiene a profesionales de la salud detrás y podría mostrarnos la manera correcta de enfrentar situaciones que pondrían en riesgo nuestra estabilidad emocional.
Natalia se destacó en su etapa como estudiante de educación media, quedándose con el puntaje más alto de su institución en 2015. Con este puntaje, Natalia pudo Obtener una beca, para estudiar arquitectura, la carrera con la que siempre soñó. En 2016 empezó sus estudios, pero no tardó en darse cuenta que esta carrera no le gustaba “Cuando se acercó la semana santa, yo estaba decidida a cambiar de carrera y buscar una totalmente diferente a Arquitectura, pero iba a perder la beca” comenta. La conversación con sus padres sobre el tema, invadió su mente con malos escenarios en donde, incluso, iba a ser corrida de su casa. Pero sus padres, quienes sí se molestaron, le ofrecieron su ayuda económica, para que pudiera estudiar otra carrera y así fue, en agosto de 2016, en la misma universidad donde había empezado a estudiar arquitectura, Natalia comenzó a estudiar derecho.
Natalia terminó su semestre con un promedio regular y mantuvo una relación amorosa con uno de sus compañeros, pero al acercarse el inicio de su segundo semestre, ella termina esa relación y esta empieza a tener problemas en el resto de los ambientes en los que convivía. “Yo tenía 18 años, a nosotros no nos enseñaron a buscar ayuda de un psicólogo al momento de tener problemas, siempre se hacías burlas a mi alrededor, diciendo que ellos eran para los locos y con esa idea crecí” además añadió “Yo vi normal mis malos pensamientos, pues supuse que sentirse tan mal, era normal al terminar una relación. Yo sólo continué con mi vida”.
El problema es que Natalia no se sentía a gusto con la carrera de derecho y admitió que tampoco era algo que le gustara. Como tuvo una buena recepción por parte de sus padres al momento de cambiar de carrera, ella no dudó en comentarles esta situación, pero esta vez, le cerraron las puertas. Los padres de Natalia le dijeron que era increíble que ella se quisiera cambiar de carrera, otra vez, cuando ya habían gastado en dos semestres. “Me dijeron que no, que ellos no iban a alcahuetear sin ‘vergüenzuras’ de una malcriada” así que ella tuvo que buscar alternativas para continuar con sus estudios, pero sin estar segura de lo que quería.
Llegados a este punto, la salud mental de Natalia se veía afectada “Yo no podía dormir y le daba mucho al cigarrillo por la ansiedad. Empecé a arrancarme mechones de pelos por el estrés y tuve pensamientos suicidas es diferentes ocasiones”. Ella no soportaba más y a escondidas de sus padres, con su EPS (la cuál es prepagada) agendó una cita con un psicólogo “Pensé que, al ser prepagada, no tardarían en darme atención, pero fueron 3 semanas largas de angustias y muchos ataques de ansiedad, los que tuve que esperar”.
Natalia fue a su primera cita y dice haber salido decepcionada “yo tuve el impulso de asistir, porque me hablaron maravillas de la terapia y mis expectativas eran muy altas, al punto de pensar que, con la primera terapia sería suficiente para arreglar mis problemas, pero no fe así”. A pesar de esto, Natalia regresó a los 15 días a una buena sesión y no dejó de asistir durante 7 meses.
“Tuve una buena orientación, también ayuda mucho lo bueno que sea el profesional que te atienda, pero de ahí en adelante, pude arreglar muchos de mis problemas ya afrontar mejor los que no”. Natalia no volvió a estudiar de inmediato, pudo hablar mejor con su padre y entró a una academia de idiomas, mientras trabajaba en la empresa de su papá.
En 2019 Natalia empezó una nueva carrera en Comunicación Social y Periodismo, hoy está cursando séptimo semestre y está encaminada a hacer prácticas en el exterior, gracias a los contactos que hizo en su academia de idiomas. “Dejé de ir al psicólogo por un año y luego regresé, sus enseñanzas y ejercicios, mejoraron mi relacionamiento con las demás personas y a conocerme mucho más, no te voy a decir que ahora soy inmune a la ansiedad, estrés o malos ánimos, pero tengo un mejor control de mis emociones”.