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El ritmo que despertó una pasión

Cortesía de imagen: Fotografía suministrada por "La Crespa".

Elaborado por: Alejandra León

La vida da vueltas inesperadas, y para Nayibis Díaz, “La Crespa”, todo comenzó con un pastel. Repostera de oficio y amante de la música desde niña, jamás imaginó que su camino la llevaría al mundo del picó, esa cultura vibrante y ruidosa que marca el ritmo de los barrios en Barranquilla. 

El día que cambió todo, empezó como cualquier otro. Un cliente la contactó para que hiciera un pudín inspirado en un picó, y la idea la emocionó. Entregó el pedido durante una fiesta, y el cumpleañero le pidió que se quedara. Aunque no conocía a nadie, accedió con la condición de manejar la música para sentirse más cómoda. Al principio, su idea era pasar desapercibida, pero los asistentes quedaron encantados con las canciones que eligió. 

El dueño de un picó, vio algo en ella que ni siquiera ella sabía que tenía. La invitó a probar suerte, pero la idea le parecía imposible. “Yo no sé nada de eso”. Sin embargo, la curiosidad quedó, y no pasó mucho tiempo antes de que llegara su primera oportunidad. 

Lo difícil llegó con el trabajo. En casa, su familia veía con recelo el ambiente del picó. Para ellos, eso era algo extraño, lleno de excesos. Ella, en cambio, veía una oportunidad, aunque el miedo y las dudas seguían ahí. Cuando aceptó tocar por primera vez en un pequeño estadero, todo parecía salir mal: lluvias, nervios y hasta un atraco. Esa noche, de regreso a casa, le robaron el computador que le habían prestado para trabajar.  

Con la ayuda de su familia, recuperó el equipo y volvió al escenario. Aprendió poco a poco, con errores, tropezones y mucha paciencia. Las consolas dejaron de ser un misterio, los ritmos empezaron a fluir y, con cada presentación, su confianza creció

Cortesía de imagen: Fotografía suministrada por "La Crespa".

De a poco, su estilo comenzó a tomar forma. No era solo una DJ; improvisaba, animaba y hasta incluyó bailarinas en sus shows. Se convirtió en una figura que destacaba no solo por su habilidad, sino también por su energía. Así, “La Crespa” comenzó a hacerse un nombre. Aun así, no fue fácil. Ser mujer en un mundo dominado por hombres significaba enfrentarse a comentarios machistas y miradas escépticas. “Siempre me decían que esto no era para mujeres”, recuerda. Pero ella decidió ignorar esas voces y demostrar que sí tenía un lugar en el picoteo. 

Lo que la hace única, además de su carácter, es su capacidad para conectar con el público. No sigue listas ni programas predefinidos. Prefiere empezar con una canción y dejar que el ambiente marque el ritmo. Su música es un cruce de géneros: un poco de todo, pero siempre con su toque personal. Ritmos africanos, salsa brava y esas “mañanas domingueras” que no pueden faltar en sus mezclas. 

Con el tiempo, el público empezó a responder. Las críticas dieron paso a los aplausos, y su nombre comenzó a resonar en Barranquilla. De tocar en pequeños estaderos pasó a eventos más grandes, y pronto sus presentaciones la llevaron a otras ciudades. Ahora, está a punto de llevar su música al extranjero, con fechas programadas en México, España y Panamá. 

Pero más allá de los logros personales, lo que más la llena de orgullo es haber abierto puertas para otras mujeres en el mundo picotero. “Es un ambiente difícil, pero he logrado demostrar que nosotras también tenemos un lugar aquí”, dice. Sabe que su trabajo inspira a otras chicas que están comenzando, y eso la motiva a seguir adelante. El cariño de la gente es lo que más la mueve. Recuerda con emoción una presentación en Cartagena, donde las entradas se agotaron en cuestión de horas. “Me metí camuflada entre la fila y escuché a alguien decir que debían apurarse porque me iban a perder. Eso me llenó el corazón”, confiesa, con una sonrisa. 

Para “La Crespa”, el picó no es solo un trabajo. Es su forma de expresarse, de conectar y de crecer. Cada canción que mezcla cuenta un pedazo de su historia: los momentos duros, los días de triunfo y esa pasión que la impulsa a seguir rompiendo barreras. Porque, para ella, la música no solo suena; transforma. Y en su caso, la ha llevado a lugares que nunca imaginó.