Por: Daniela Vargas B, Valentina Funez R y Daniela Gutiérrez O.
Entre 1946 y 1984, Barranquilla fue escenario de una serie de crímenes de alto perfil que marcaron la historia de la ciudad y generaron gran impacto social. Este análisis presenta una aproximación cuantitativa a ocho casos emblemáticos de homicidio, utilizando datos para identificar patrones en las características de las víctimas, métodos utilizados y resolución judicial. A partir de estos hallazgos, se busca proporcionar un panorama más profundo sobre la dinámica de la violencia en Barranquilla durante este periodo.
En los ocho casos estudiados, se observa un predominio de víctimas femeninas: un 75% (seis de los ocho) de las víctimas fueron mujeres, mientras que el 25% (dos casos) fueron hombres. Este dato destaca la vulnerabilidad de las mujeres frente a la violencia letal en este periodo y sugiere una problemática de violencia de género.
Las edades de las víctimas oscilaron entre los 19 y los 50 años, con una media de 32 años. El 50% de las víctimas (cuatro casos) tenía entre 20 y 30 años, lo que indica que la mayoría eran jóvenes. En cuanto a la relación entre víctimas y agresores, el 62,5% de los crímenes (cinco de ocho) fue cometido por parejas o familiares cercanos, reflejando un contexto de violencia intrafamiliar. Los otros tres casos fueron perpetrados por conocidos cercanos a las víctimas.
Fuente: El Heraldo
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En cuanto a los métodos utilizados, las armas blancas fueron la elección predominante en el 62,5% de los casos (cinco de ocho). El uso de cuchillos o navajas sugiere un contacto directo y un nivel alto de agresividad. En contraste, el 37,5% de los homicidios (tres casos) involucraron armas de fuego, lo que refleja una premeditación y ejecución a distancia.
El análisis espacial muestra que la mayoría de los crímenes ocurrieron en espacios residenciales, lo cual seria, un 87,5% (siete de ocho casos), reforzando la hipótesis de que las víctimas fueron atacadas en un entorno familiar y supuestamente seguro. El barrio El Prado fue la zona con mayor concentración de homicidios, con un 50% de los casos documentados (cuatro de ocho), a pesar de ser un sector tradicionalmente asociado con clases altas y de baja criminalidad.
El sistema judicial resolvió parcialmente estos crímenes, con una tasa de resolución del 62,5%. De los ocho casos, cinco resultaron en la captura y condena de los agresores, mientras que los otros tres (37,5%) aún no han sido resueltos. En uno de los casos no resueltos, el cual seria, el de crimen de Susana Martínez, la ausencia de pruebas concluyentes y las múltiples hipótesis manejadas contribuyeron a su estancamiento judicial.
El 100% de los crímenes resueltos tuvo condenas que oscilaron entre los 10 y 25 años de prisión, pero la percepción de la ciudadanía fue de una justicia lenta y, en ocasiones, laxa con los culpables. La impunidad en los casos no resueltos generó desconfianza y afectó la percepción de seguridad en la comunidad.
El análisis temporal de los casos sugiere dos picos específicos de violencia: el primero, entre 1946 y 1955, y el segundo, entre 1975 y 1984. El 50% de los homicidios ocurrió durante el primer pico, en un periodo marcado por la transición de Barranquilla a una ciudad moderna. Este contexto de cambio social y económico parece haber generado tensiones subyacentes que se manifestaron en crímenes violentos.
El segundo pico, que abarca el otro 50% de los casos, se enmarca en la década de los 70 y 80, un periodo caracterizado por el auge del narcotráfico y la presencia de grupos armados en la región Caribe. Aunque estos crímenes de alto perfil no están directamente ligados a estos fenómenos, sí reflejan un aumento en la percepción de inseguridad en la ciudad.
Fuente: El Heraldo
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Un hallazgo importante es la concentración de homicidios en contextos domésticos o familiares. El 62,5% de los casos (cinco de ocho) tuvo lugar en residencias, y el 50% (cuatro casos) ocurrió entre las 6:00 pm y las 12:00 am, horas que coinciden con la llegada de los habitantes a sus casas y momentos de mayor interacción familiar.
Los datos también muestran que, a pesar de la brutalidad de algunos crímenes, como el descuartizamiento de María del Amparo Sarabia, la duración de las condenas fue relativamente corta. Un 50% de los condenados (dos de cuatro) recibió penas menores a 20 años, mientras que el 25% (uno de cuatro) no cumplió más de 10 años. Esto contrasta con la percepción de la gravedad de los delitos y la reacción pública que generaron.
Los crímenes de alto perfil en Barranquilla entre 1946 y 1984 reflejan más que una simple serie de hechos violentos. Las estadísticas sugieren que la violencia en la ciudad estaba profundamente enraizada en las dinámicas de poder y control dentro de los hogares y círculos cercanos. El alto porcentaje de crímenes cometidos por personas conocidas (87,5%) revela la complejidad del fenómeno y cómo la confianza jugó un papel determinante en la vulnerabilidad de las víctimas.
Aunque el 62,5% de los casos fueron resueltos, la impunidad en los otros tres (37,5%) dejó una marca duradera en la memoria colectiva de la ciudad. El análisis de datos muestra cómo Barranquilla, a pesar de su crecimiento y modernización, continuaba lidiando con una violencia que surgía de sus propios hogares, rompiendo la barrera entre lo público y lo privado.