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Diana Burco: La juglar que empodera al vallenato

Por: María Belén Chicangana
Cortesía: Diana Burco | Fotógrafa: Diana Dulcey

Desde Rita Férnandez Padilla hasta Patricia Teherán, no son pocas las cantautoras que desde hace mucho tiempo han venido labrando su propia reputación artística dentro del género musical autóctono más importante de Colombia: el vallenato. Y es que, si bien gracias a ello el papel de la mujer como juglar se ha venido visibilizando paulatinamente, a día de hoy todavía existen múltiples dinámicas sociales, culturales e incluso políticas que impiden a las artistas vallenatas contar con las mismas oportunidades de éxito que sus pares masculinos. No obstante, la resistencia femenina  continua, y más fuerte que nunca. Así lo confirma Diana Burco, cantautora, acordeonera y actriz santandereana nominada a dos Latin Grammy por su trabajo discográfico. 

Con más de una década de trayectoria artística, la joven de 26 años se ha convertido en uno de los mayores referentes femeninos dentro del vallenato. Por ende, conoce muy bien los claroscuros que rodean a este cuando de igualdad de género se trata. A pesar de ello, Diana reafirma la importancia de continuar luchando contra el machismo presente y, a través de su historia de vida, ilustra cómo la reivindicación de la mujer en el vallenato es cada día más tangible.

Los inicios del llamado

Aunque sintió una conexión con la música desde pequeña y estuvo en clases de violín a partir de los 6 años, en cuanto tocó un acordeón en su cumpleaños #12, Diana supo que ese era realmente el instrumento con que se visionaba cantando. Sin embargo, al vivir en una ciudad como Bucaramanga, su padre se percató de que no podría forjar su talento como juglaresa a menos que tuviese la oportunidad de ir a Valledupar, el epicentro del género vallenato. Fue por eso que él mismo se encargó de llevarla; gracias a lo cual Diana aprendió, en sus propias palabras, que los lugares tenían sus propios sonidos, y que además la música folclórica o tradicional no era solo música, sino que representaba toda una cultura”.

A partir de entonces, la intriga por entender cómo funcionaban los ritmos tradicionales surgió en ella, cosa que  la llevó a empezar a tocar la puya, el merengue, el paseo y el son, al tiempo que se formaba en la aclamada academia de música vallenata El Turco Gil. “No solo me comí el pescado, sino que lo aprendí a pescar. Eso fue muy importante”, comenta.

Así, durante los siguientes 4 años, Diana se dedicó de lleno a participar en festivales y a perfeccionar su técnica musical. Sin embargo, mientras más se adentraba en el folclórico mundo del vallenato, más se daba cuenta que el contexto social reinante no era tan abierto cuando las manos que tocaban el acordeón pertenecían a una mujer.

La discriminación llegó a ser tal, que cuando cumplió 16 años estaba totalmente frustrada y cansada de los comentarios sexistas que recibia. “Por ejemplo, mi propio maestro me decía <<toca como un macho>>. Eso a mí no me cabía en la cabeza”, recuerda. Sobrecogida por las emociones negativas, Diana incluso llegó a considerar dejar de tocar, dado que sentía que no encajaba en el género. Y, de hecho, así habría sido, de no ser porque como último recurso decidió buscar referentes femeninos en los cuales apoyarse.

Rita Fernández: la luz guía

“La lección más grande que considero me regaló fue el hecho de recordarme que la música no tiene la culpa de para qué se utiliza”.

Tras una investigación exhaustiva, Diana terminó topándose con la gran juglaresa del vallenato, Rita Fernández Padilla. “No entiendo aún por qué nadie estaba hablando de ella. Definitivamente fue una luz en mi camino”, comenta. Desde aquel encuentro, ambas artistas forjaron una relación de amistad tan profunda que Diana incluso vivió en la casa de la poetisa durante un tiempo. Rita fue mi sensei, aunque nunca estudié música con ella. Yo solamente vivía su día a día. De ahí aprendí muchas cosas, porque ella es una mujer hecha poesía, un poema hecho persona. Sin embargo, la lección más grande que considero me regaló fue el hecho de recordarme que la música no tiene la culpa de para qué se utiliza”, afirma.

Tras esa revelación, Diana recuperó las ganas de componer y decidió dedicarse a la música de forma profesional. Por ende, una vez cumplió los 18 años, se mudó a Bogotá para estudiar Música en la Universidad Javeriana, etapa que le permitió ahondar aún más en este campo y empezar un camino alterno dentro del género vallenato.

Actualmente, sobresale en el ámbito musical por experimentar con diferentes instrumentos, ritmos y estilos vocales; diversidad que deriva de su amplio gusto por la música tradicional latinoamericana y su interés por diferentes culturas. Además, tiene preferencia hacia la mezcla de distintos sonidos como el de la música andina, los tambores y el acordeón.

No obstante, antes de consolidar y estar segura de dicho sello personal, Diana debió enfrentarse a muchos obstáculos que la hicieron todavía más consciente de los matices que forman parte de la industria vallenata.

Reflexiones camino a la fama

En el 2016, Diana ocupó el primer lugar en la categoría Canción Inédita del Encuentro Vallenato Femenino (EVAFE), realizado en la ciudad de Valledupar. El concurso, que para ese momento celebraba su primera edición, constituyó uno de los galardones más importantes para la cantautora, no solo porque fue la primera mujer en ganar la categoría de Composición Inédita en este, sino también porque era consciente del avance que el mismo representaba para la visibilización de las juglaresas.

Sobre esto último, comenta que “EVAFE ha sido una muy buena plataforma para la visibilización femenina, ya que demuestra la cantidad de mujeres que dan la cara por el vallenato, ya sea cantando, tocando o componiendo”. Aunque evidentemente se están realizando avances, aún falta mucho para normalizar la igualdad en el género. Según Diana, “Es difícil socialmente, más que musicalmente. La habilidad está, eso no lo voy a discutir, pero los hombres, por su parte, tienen unos referentes muy claros. Hay demasiada música grabada por hombres, lo cual les brinda una faceta más avanzada en contraste con las mujeres, quienes todavía estamos construyendo nuestra racha en el género”.

Asimismo, opina: “Para mí, hay una dificultad de tipo social, puntualmente, la de erradicar la idea de que la mujer es solo un objeto digno de contemplación o inspiración”.

Por lo tanto, en contraposición, considera clave que, en el caso de las mujeres, la formación sea más elemental que nunca. “A mí me ha tocado ser muy clara con lo que quiero. Por eso estudio música, canto, compongo y toco al tiempo. Para no permitir que me metan los dedos a la boca. Sin embargo, ha sido un trabajo muy arduo ganar respeto como cantautora. De hecho, creo que por ahí va la cosa. El ganar respeto como mujer a nivel social es el problema general”.

Por ejemplo, según narra “en el Festival Vallenato ya existe una categoría femenina, pero personalmente aún no veo que se perciba o valide de la misma forma que el resto”. Por ende, hace falta que entes robustos y contundentes de gran influencia en el medio reconozcan y valoren la producción femenina.

De otra forma, concluye: “Tienes que ser el doble para que vean la mitad. Es un poco lo que pasa”.

“Para mí, hay una dificultad de tipo social, puntualmente, la de erradicar la idea de que la mujer es solo un objeto digno de contemplación o inspiración”.

Latin Grammys: los frutos del esfuerzo

Cortesía: Spotify

A pesar de las injusticias presentes en la industria vallenata, Diana no se dejó amedrentar. Al contrario, continuó trabajando arduamente, y en abril de 2018  lanzó su primer trabajo discográfico independiente titulado ¨Diana Burco¨. Gracias a ello, 7 meses después consiguió ser nominada a los Latin Grammy  en la categoría ¨Mejor álbum cumbia–vallenato¨, marcando un hito en la historia del género como la primera mujer nominada en dicha categoría. “Ser compositor no es nada fácil, mucho menos cuando eres mujer, pero considero fundamental que las artistas vallenatas cantemos nuestra música. Solo así podremos empezar a escribir una historia real”, aconseja. Además, refuerza la idea anterior partiendo de su propia experiencia: “Yo sé de primera mano lo aterrador que es expresar lo que uno siente, pero insisto en que debemos hacerlo. De hecho, para mí eso fue lo que me llevó a entrar en los Grammy por primera vez”.

En Octubre de este año, Diana recibió nuevamente una nominación en la categoría   “Mejor Álbum Tropical Contemporáneo” por su más reciente disco Río Abajo, el cual se centra en explorar los ritmos afrocolombianos de la costa caribe con elementos actuales de las músicas del mundo. Sin embargo, para ella la manera cómo esta nominación ha impactado su vida personal y artística difiere mucho de la primera. Por ejemplo, al ser nominada por primera vez Diana admite que su reconocimiento abrió sin duda una puerta para las mujeres vallenatas, hecho en el cual profundiza más a continuación:

Entre Juglaresas

Como última temática, Diana mezcla lo mejor (y peor) de sus experiencias de vida en el vallenato para expresar, con aire nostálgico pero determinado, algunos consejos de vida para aquellas niñas que, tal como ella en su momento, estén buscando su lugar dentro del género.

“Cuando se sientan listas, empiecen a escribir su propia historia. Es súper necesario que ustedes mismas la escriban. Compongan, porque el mundo necesita saber qué sienten, y sobre todo, sean auténticas. El camino es largo, pero yo creo que no hay nada más poderoso que una mujer”, concluye a modo de despedida.

Aunque el vallenato aún tenga un largo camino por delante para llamarse abiertamente incluyente, gracias a la trayectoria de juglaresas como Diana una cosa es segura: La visibilización de las mujeres en el género poco a poco se está materializando.

“Cuando se sientan listas, empiecen a escribir su propia historia. Es súper necesario que ustedes mismas la escriban. Compongan, porque el mundo necesita saber qué sienten, y sobre todo, sean auténticas. El camino es largo, pero yo creo que no hay nada más poderoso que una mujer”.