Katia Salem Ospino es una periodista, columnista e investigadora , reconocida por las múltiples investigaciones que ha adelantado en el departamento del Cesar y la Guajira. Entre las que se destacan “Colombia, el segundo país más peligroso para ejercer periodismo en América” y las irregularidades en los cobros de activos de La Universidad de la Guajira con la cual fue ganadora del premio “No es Hora de Callar a las Mujeres Periodistas” . Ospino trabaja actualmente como directora internacional para las Américas de la ONG y también como corresponsal de la unidad investigativa de noticias UNO en la ciudad de Valledupar.
Sentada en el patio de su casa, a la luz del día, nos contó que su pasión por el periodismo empezó cuando era muy niña. Su padre era un líder, apasionado por el servicio a la comunidad, por lo que su casa era un corredor de líderes y políticos de la región y ella disfrutaba sentarse al lado de su padre a escuchar las conversaciones que tenía con estos personajes. Tanto así, que un día su padre la encontró frente al espejo repitiendo todo lo que él hablaba en las reuniones y le dijo que ella sería periodista.
“Las regiones están habidas de un periodismo contrapoder, que haga contrapeso a la corrupción”, respondió con convicción al preguntarle acerca del periodismo contrapoder al que siempre hace referencia en sus redes sociales. Muchos periodistas se han dejado silenciar con pautas publicitarias y se limitan a compartir los informes que reciben de las entidades públicas sin tomarse el trabajo de verificar la validez de la información. Además, señaló que los poderosos han naturalizado el silencio en las regiones y que muchos se han ceñido a eso, aun cuando tienen conocimiento de que muchas cosas no andan bien.
Una de sus investigaciones más destacadas fue la que adelantó a favor de la Universidad de la Guajira, en la que se vincula al rector de la universidad, Carlos Arturo “Kaloy” Robles, con los procesos ilícitos de cobros de activos. Tuvo que enfrentar muchos retos a la hora de llevar a cabo esta investigación, pero recalca que el mayor de ellos fue sobrepasar la barrera que se ha construido en el departamento de la Guajira, por el peligro que representa inmiscuirse en los asuntos políticos, ya que para nadie es un secreto que este territorio siempre ha estado en medio de la ilegalidad. Y para lograr acceder de manera legal a la información, se corre el riesgo de que aún antes de ser radicada la solicitud en la Contraloría, llegue a manos de los delincuentes que ejercen control sobre los estamentos.
A lo largo de su carrera ha recibido más de diez amenazas. Sin embargo, afirma que la más impactante fue la que recibió por causa de esta investigación cuando ni siquiera había sido publicada. A través de varios mensajes de WhatsApp, desde un número desconocido, amenazaban con acabar con su vida y la de su hijo de diez años y esto llegó a afectar psicológicamente al menor, hasta el punto de que fue necesario medicarlo.
Mientras tomaba su taza de café, nos contó este suceso que ocurrió en un cubrimiento que realizó con el Canal Uno en la Guajira. Al entrar a la iglesia a cubrir el evento, un sacerdote estaba alagando a uno de los mafiosos políticos de la región, y cuando notaron su presencia, un hombre la agarró del cuello y la sacó de la iglesia a la vista de todos, le echaron gasolina y pretendían quemarla vida. En su rostro se hacía evidente que no era agradable revivir este suceso. Sin embargo, continuó diciendo que con la ayuda de Dios lograron salir de esa turba y al solicitar la ayuda policial, estos se negaron por temor a las mafias políticas. Luego, decidieron trasladarse a otro municipio para interponer la denuncia ante la fiscalía y al ingresar, un funcionario la tildó de “loca” por meterse a una zona tan peligrosa a realizar el cubrimiento.
En muchas ocasiones la fuerza pública ha dejado de brindarle las garantías de protección que han requerido ella y su familia. Y manifiesta que uno de los grandes enemigos, a los que nos tenemos que enfrentar en este momento de la historia del país, como periodistas es a la omisión de las autoridades y la justicia. Las denuncias que se interponen tienden a desaparecer de la nada y no hay quién dé razón.
“Las múltiples amenazas no me han quitado las ganas de seguir informando porque eso es una vocación que llevo dentro, desde que decidí hacer periodismo de verdad”, dijo Katia. A pesar de los tantos momentos en los que se ha sentido vulnerable, el miedo se le ha convertido en coraje y valentía. Los bandidos tan solo pretenden llenarla de miedo con el fin de cercar su trabajo e impedir que avance en sus investigaciones. Sin embargo, ella se rehúsa a permitirles ganar, al detener su labor.
La periodista destacó que la herramienta más letal de un mafioso y un político corrupto es el miedo. Por eso las amenazas son una constante en este oficio. Pero el miedo debe ser el combustible para buscar la verdad siempre. Y añadió con mucha firmeza diciendo: “Esta es mi vocación y ni el miedo, ni los fusiles, ni las nueve milímetros, que ojalá nunca me alcancen, me van a cercar para seguir haciendo mi trabajo como periodista”.