Laura, una niña barranquillera de 11 años vivía en una casa de paso en su ciudad, teniendo la esperanza de ser adoptada por una familia que la acogiera. En 2010, las adopciones en Colombia alcanzaron su punto más alto, con más de 3,000 niños encontrando un hogar. Sin embargo, al pasar de los años, el número de adopciones comenzó a disminuir drásticamente. A pesar de esta tendencia, Laura nunca perdió la fe. Finalmente, fue adoptada por una familia que, aunque pocos se animaban a adoptar niños mayores, decidió darle una oportunidad. Su historia reflejaba la realidad de un sistema en transformación, donde la adopción de niños como ella se volvía cada vez más rara, pero no imposible.