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Hernán tiene 48 años, tiene a Diego, su único hijo de 20 años que va a cursar sexto semestre de Ingeniería Civil. Hernán tenía una relación bastante cercana con su hijo, este le contaba de todo y pasaban mucho tiempo juntos, todo esto hasta que llegó el cuarto semestre de su hijo.
Hernán empezó a notar como su hijo empezó a cambiar, era más frio, no hablaba casi, siempre estaba cansado y no se le sentía como la misma persona. Su padre dice que fue raro, ya que vio como a lo largo de las semanas su hijo empezó a cambiar, al principio todo era como siempre, su hijo estaba alegre, convivían muy bien y salían bastante seguido.
Al llegar la semana 4 y 5 las cosas se complicaron mucho por primera vez, Hernán se preocupaba mucho porque su Diego llegó toda una semana a las 9:30PM, y la universidad se encuentra a una hora de la casa, su papá pensaba que se iba a otros lados después de salir de clases, pero su hijo le decía que estaba allá, haciendo tareas que no entendía y estudiando para los parciales. Hernán no le creyó mucho, pero confió.
Los días siguieron pasando y después de salir de parciales Hernán pensaba que tal vez Diego estaría más libre y podrían salir a pasear uno de esos días como solían hacer, pero no fue así, hasta los fines de semana Diego se la pasaba metido en su cuarto, estudiando y haciendo tareas hasta altas horas de la noche, tanto que incluso su papá tuvo que apagar los tacos de la luz una noche para que su hijo pudiera descansar, ahí fue que Hernán se empezó a preocupar de verdad por lo que los estudios le causaban a su hijo.
Y es que Diego siempre fue un niño juicioso, desde el colegio y hasta en los primeros semestres de la universidad, todo esto fue hasta que llegó a su cuarto semestre, donde su comportamiento empezó a cambiar. Al no poder ignorar la situación, Hernán tuvo que preguntarle directamente a su hijo que le sucedía, este le contó después de resistirse, le dijo que se sentía tonto, que no se sentía bien y que la universidad lo estresaba demasiado, que él siempre tenía buenas notas y que ahora se dejaba la vida estudiando y aun así no sentía que avanzaba. Hernán inmediatamente lo abrazo y le dijo que él no era un inútil, que las cosas eran duras pero que a veces éramos nosotros mismos quienes las hacíamos ver imposibles.
Después de esa noche su padre se dispuso a contactar a sus amigos hasta conseguir un buen psicólogo, le comentó a Diego y él tuvo muy buena disposición. El día que fueron fue solo el inicio de una gran mejora para su hijo, no se sentía tan tranquilo en semanas, aprendió a manejar mejor su tiempo y sus sentimientos, vio mejorías en sus notas sin tener que dejar su vida mientras estudiaba, volvió a salir más con su padre como antes y así ha sido desde entonces.
Hernán, desde los ojos de un padre notó cómo su hijo estaba pasando por momentos difíciles causados por la responsabilidad que muchas veces cargan los jóvenes, como mantener siempre la excelencia y no poder fallar y tener cargas académicas muy altas en ocasiones. Diego contó con la suerte de que su padre supo reconocer que algo no estaba bien con él y decidieron buscar ayuda.
Ahora la historia es diferente, padre e hijo disfrutan y se ayudan mutuamente, Diego le da gracias a su padre por haberle ayudado, ya que, aunque todo padre está dispuesto a hacer de todo por sus hijos, situaciones como esta pueden llegar a quedar fuera del radar de los padres de familia, y como resultado, los jóvenes sufren en silencio.
¿Qué edad tiene su hijo y en que semestre está?
Tiene 18 años y está ahora en tercer semestre de derecho.
¿Teniendo en cuenta que es de los primeros semestres ha notado que la universidad haya afectado a su hijo de alguna manera?
Si, de primer semestre a este es casi que otra persona, en primer semestre se estresaba demasiado, decía que le iba muy mal y se ponía a hablar del colegio, que antes sacaba mejores calificaciones y eso lo hacía sentir mal, andaba de mal humor, trasnochaba y no se le veía feliz. En segundo ya fue un poco más tranquilo, aunque no de todo, mejoró en cuanto a medirse siempre por la nota que saque, también le dijimos que no siempre se podía ganar o pasar como uno lo quiere y que a la final eso es una enseñanza de la vida, cosas que le pasan a uno a esa edad pero que uno va creciendo con ello. Este tercer semestre se le ve mucho más tranquilo, sigue preocupándose, porque sigue siendo muy responsable, pero ya no vive con ese estrés todos los días que no lo dejaban vivir el resto de sus días.
¿Qué tipo de conversación tuvieron?
No fue una sola conversación, fue como un proceso ya que no era decirle que hacer, todos los días uno quiere ver a sus hijos bien entonces uno se preocupaba y trataba de guiarlo para que no se desvelara por todo y que una nota no lo definía y digo eso de que no fue una conversación porque fue más bien como un apoyo constante, por ejemplo, a veces le mandábamos por WhatsApp videos de tips para estudiantes y cosas así, incluso como uno estudiaba antes y nuestras experiencias en esas situaciones. Como tratar de guiarlo, pero no decirle que hacer para que el mismo adquiera esa experiencia.
¿Qué cree que pueda causar estas situaciones en las que los estudiantes pasan por tanto estrés?
Las expectativas que se ellos mismos se crean, porque claro que la carga académica existe, pero a veces el mismo manejo que ellos se dan de su tiempo y de lo que creen que deben lograr hacen que no tengan forma de poder estar como balanceados desde el inicio. Aunque realmente es más bien como una influencia de 50/50 tanto del ambiente como de ellos y pues el ambiente son los profesores, la familia, y los resultados con los que los miden, por ejemplo, los profesores cuando los comparan con cursos anteriores que mi hijo me ha dicho que ha pasado. Cuando la familia les mete en la mente que solo serán buenos si sacan tales notas o que deben ser los mejores si o si porque para eso les pagan y cosas por el estilo.
¿Hoy en día esta es una preocupación de la salud mental frecuente entre su círculo social?
De alguna manera si, pues en mi circulo todos somos papás y nuestros hijos ya están algunos en la universidad o a punto de salir del colegio y mientras algunos contamos esas historias otros se preocupan pensando de que tal vez sus hijos pueda llegar a pasar lo mismo, y es que aun así no es algo que se hable para prevenir, solamente se habla cuando pasa, o sea no hay tanta educación sobre la salud mental y manejos del estrés o cosas de ese tipo, y uno cuando ya es papá y sabe que esas cosas le pueden pasar a sus hijos más seguido de lo que uno cree, se piensa que debe haber un poco más de información para prevenir.
Camila (el nombre utilizado es un seudónimo para proteger la identidad del personaje) tiene 24 años y estudia Diseño Gráfico en la Universidad del Norte. Es su segunda carrera, antes estudiaba Ingeniería Mecánica, programa del que salió cuando ya estaba en tercer semestre. Su experiencia en la universidad ha estado llena de altos y bajos, problemas en su familia la han afectado, ha pasado por procesos psicológicos y psiquiátricos. A Camila le diagnosticaron trastorno ansioso depresivo a sus 18 años. En este producto se mostrará de forma interactiva algunos pasajes del diario de Camila, escritos desde su perspectiva y enfocados en la relación entre su vida universitaria y su salud mental.
Cuando la tarde está lluviosa suelo sentarme en mi balcón, a mirar las ventanas de las casas y apartamentos que están al margen de mi vista. Suelo imaginar que en cada vivienda existe un mínimo de dos personas y que, en la cabeza de cada quien, hay un universo desconocido, con mil historias para contar. Historias como la de “Joseph”, un Ingeniero Ambiental, egresado de la Universidad de La Guajira, quien prefiere mantener en secreto su identidad y nos relata lo difícil de ser joven y tener en enfrentarse a capa y espada con la vida.
Quienes ya pasaron por la etapa de ser un joven adulto, están entrando o ya estamos aquí, sabrán el choque con la realidad tan fuerte que es salir, solo, a la selva de cemento. Durante nuestra infancia, anhelamos con ser grandes y comernos el mundo, pero nos encontramos con la posibilidad de que sea el mundo quien nos devore a nosotros. Tener que trabajar y estudiar una carrera, es algo a lo que muchos colombianos se enfrentan a diario, para tener que llevar un sustento a su casa o, directamente, tener que pagarse sus estudios. Si la salud mental se ve afectada cuando solo tenemos que estudiar, intenta dimensionar lo que puede ser, tener que alternar tus horarios de estudios, con los de un trabajo a medio tiempo.
Joseph nació en Riohacha, en una familia acomodada que le dio todas las posibilidades de estudios, para que se formara en los mejores planteles. Al terminar la secundaria, se mudó con 17 años a la ciudad de Santa Marta, para estudiar medicina. La carrera que escogió desde que estaba en octavo, no resultó ser como él lo esperaba y desde el comienzo, sintió que no tenía lo necesario para ser médico. Desde el primer mes, Joseph no supo organizar su tiempo y vio toda su vida sumisa a sus estudios; no podía dormir, no podía salir, llegaba tarde de la Universidad y todo, según él, para nada, porque sus notas eran inferiores al promedio y sentía que no estaba aprendiendo nada. Faltando un mes para terminar el semestre, sin decirle a nadie, Joseph viaja de regreso a Riohacha y les comunica a sus padres que no seguirá estudiando esa carrera y que no está en sus planes volver a irse de la ciudad.
La reacción de sus padres no fue buena, intentaron de diferentes maneras y con diferentes alternativas, que Joseph regresara a Santa Marta sin éxito alguno. Es ahí, cuando su padre decide correrlo de su propia casa. Joseph se muda por varios meses con su abuela, pero comenta que se sentía sólo y no era capaz de salir de su propia habitación. Empezó a padecer de ataques de ansiedad y mucho estrés, por lo que decide buscar ayuda profesional, pero se encontró con que los costos de las sesiones de terapia eran muy costosos y conseguir citas con su EPS tardaban, al menos, dos meses para asignarlas.
La abuela de Josep intervino en su casa para que lo dejaran regresar, tres meses después, vuelve a su casa, con la condición de que tenía que trabajar y en el semestre siguiente, entrar a la Universidad de La Guajira, “en la carrera que quieras, pero estudias” fueron las palabras de su padre.
Tras cinco meses trabajando como vendedor en una ferretería y más de un semestre sin estudiar, Joseph empieza la carrera de Ingeniería Ambiental con 18 años. Consiguió matricular parte de sus materias en un horario vespertino, para continuar trabajando por las mañanas, pero desde la primera semana, sintió el peso de alternar las cosas. Él seguía padeciendo de ataques de ansiedad y bajones de su estado anímico muy seguido, pero con su regreso a la Universidad, todo aumentó, “cuando llegaron los parciales de primer corte y yo no veía espacios para estudiar, sin ver afectada mi permanencia en la ferretería, me alteré y me encerré en el baño y no salí en 30 minutos, hasta que mi jefe empezó a preguntar por mí” comenta Joseph.
“No sé cómo hice para llegar a cuarto semestre, vivía en una depresión constante, bajé cule’ poco de peso y estaba ojeroso. No sé cómo hice para llegar ahí, pero ya no quería seguir”. Joseph tenía dos meses sin trabajar, porque logró convencer a su papá, con un buen desempeño en la carrera, que podía salir adelante, pero ese desempeño, según él, no valía la pena, porque se sentía miserable. Un día, saliendo de la Universidad, Joseph tuvo una confrontación con su grupo de trabajo estudiantil que lo dejó muy tocado, “ya venía de varios meses sintiéndome pésimo y cualquier cosa me derrumbaba” Joseph tomó la decisión de llegar a su casa y encerrarse en su cuarto con una navaja. “Hey, yo te juro que fui con toda la disposición de matarme y a nadie le dije, perro que ladra no muerde y yo no quería seguir más”. Él explica que algo lo detuvo y retrasó su suicidio por unos minutos, tiempo en el que sus padres llegaron a la casa y su voz hizo que no cometiera tal acto.
Después de esa noche, Joseph se apoyó en sus amigos y asistió con el psicólogo que le ofrecía la Universidad, “a pesar de que se demoraban casi un mes en darme una cita, era más ágil que con la EPS y me ayudó bastante, no te digo que salí de la depresión en dos sesiones, pero logré graduarme y me siento bien a día de hoy, pero joda… fueron días pesados”.
Hoy Joseph es Ingeniero Ambiental y sigue trabajando desde hace dos años, con la misma empresa con la que hizo las prácticas. Él sobrevivió a problemas con su salud mental, pero, según la revista Semana, hasta Julio de 2022, se presentaron 1.101 casos de intentos de suicidio, en los que la mayoría, son jóvenes entre 13 y 20 años de edad.
¿Alguna vez han pensado en los miles de historias que hay en el universo de cada estudiante de su universidad? Imaginen la cantidad de libros que podrían escribirse con historias de aventura, sueños rotos, romance, comedia o tristeza… A mí me parece fenomenal. Buscando historias para el especial de ‘Salud Mental en Jóvenes’ me encontré con una que llamó mi atención, la de Natalia, cuyo nombre fue modificado para no divulgar su identidad. Su historia tiene a profesionales de la salud detrás y podría mostrarnos la manera correcta de enfrentar situaciones que pondrían en riesgo nuestra estabilidad emocional.
Natalia se destacó en su etapa como estudiante de educación media, quedándose con el puntaje más alto de su institución en 2015. Con este puntaje, Natalia pudo Obtener una beca, para estudiar arquitectura, la carrera con la que siempre soñó. En 2016 empezó sus estudios, pero no tardó en darse cuenta que esta carrera no le gustaba “Cuando se acercó la semana santa, yo estaba decidida a cambiar de carrera y buscar una totalmente diferente a Arquitectura, pero iba a perder la beca” comenta. La conversación con sus padres sobre el tema, invadió su mente con malos escenarios en donde, incluso, iba a ser corrida de su casa. Pero sus padres, quienes sí se molestaron, le ofrecieron su ayuda económica, para que pudiera estudiar otra carrera y así fue, en agosto de 2016, en la misma universidad donde había empezado a estudiar arquitectura, Natalia comenzó a estudiar derecho.
Natalia terminó su semestre con un promedio regular y mantuvo una relación amorosa con uno de sus compañeros, pero al acercarse el inicio de su segundo semestre, ella termina esa relación y esta empieza a tener problemas en el resto de los ambientes en los que convivía. “Yo tenía 18 años, a nosotros no nos enseñaron a buscar ayuda de un psicólogo al momento de tener problemas, siempre se hacías burlas a mi alrededor, diciendo que ellos eran para los locos y con esa idea crecí” además añadió “Yo vi normal mis malos pensamientos, pues supuse que sentirse tan mal, era normal al terminar una relación. Yo sólo continué con mi vida”.
El problema es que Natalia no se sentía a gusto con la carrera de derecho y admitió que tampoco era algo que le gustara. Como tuvo una buena recepción por parte de sus padres al momento de cambiar de carrera, ella no dudó en comentarles esta situación, pero esta vez, le cerraron las puertas. Los padres de Natalia le dijeron que era increíble que ella se quisiera cambiar de carrera, otra vez, cuando ya habían gastado en dos semestres. “Me dijeron que no, que ellos no iban a alcahuetear sin ‘vergüenzuras’ de una malcriada” así que ella tuvo que buscar alternativas para continuar con sus estudios, pero sin estar segura de lo que quería.
Llegados a este punto, la salud mental de Natalia se veía afectada “Yo no podía dormir y le daba mucho al cigarrillo por la ansiedad. Empecé a arrancarme mechones de pelos por el estrés y tuve pensamientos suicidas es diferentes ocasiones”. Ella no soportaba más y a escondidas de sus padres, con su EPS (la cuál es prepagada) agendó una cita con un psicólogo “Pensé que, al ser prepagada, no tardarían en darme atención, pero fueron 3 semanas largas de angustias y muchos ataques de ansiedad, los que tuve que esperar”.
Natalia fue a su primera cita y dice haber salido decepcionada “yo tuve el impulso de asistir, porque me hablaron maravillas de la terapia y mis expectativas eran muy altas, al punto de pensar que, con la primera terapia sería suficiente para arreglar mis problemas, pero no fe así”. A pesar de esto, Natalia regresó a los 15 días a una buena sesión y no dejó de asistir durante 7 meses.
“Tuve una buena orientación, también ayuda mucho lo bueno que sea el profesional que te atienda, pero de ahí en adelante, pude arreglar muchos de mis problemas ya afrontar mejor los que no”. Natalia no volvió a estudiar de inmediato, pudo hablar mejor con su padre y entró a una academia de idiomas, mientras trabajaba en la empresa de su papá.
En 2019 Natalia empezó una nueva carrera en Comunicación Social y Periodismo, hoy está cursando séptimo semestre y está encaminada a hacer prácticas en el exterior, gracias a los contactos que hizo en su academia de idiomas. “Dejé de ir al psicólogo por un año y luego regresé, sus enseñanzas y ejercicios, mejoraron mi relacionamiento con las demás personas y a conocerme mucho más, no te voy a decir que ahora soy inmune a la ansiedad, estrés o malos ánimos, pero tengo un mejor control de mis emociones”.
En esta ocasión contamos con los testimonios de Diana Berrocal, psicóloga. Especialista en pedagogía del aprendizaje autónomo, Maestría en estudios de géneroy decana de la facultad de ciencias sociales y humanas de la Universidad Tecnológico Comfenalco.La salud mental de los jóvenesuniversitarios ha sido un tema reciente en especial en la ciudad de Barranquilla. En estos últimos meses se han presentado al menos (tantos) casos de suicidio en la capital del departamento del atlántico. Para conocer un poco mássobre esta situación nos vamos directamente con profesionales de la salud. Su mirada y sus conocimientos nos permiten ahondar en un terreno que poco se habla y mucho se necesita. Según (Alarcón, 2020) La entrada de los estudiantes en la vida universitaria implica un gran cambio en sus vidas. Ese paso de niñez a adultez joven puede significar muchos cambios y una presión grandísima sobre ellos. Además de estos, ¿qué factores cree usted que influyen en la salud mental de los jóvenes universitarios?
“Los factores que pueden influir en la salud mental de los jóvenes es la readaptación a la cotidianidad, de volver a tener clases presenciales,de volver a compartir los escenarios de las universidades, de volver a tener que regresar al trabajo grupal.”
Y es que,de acuerdo con lo anterior, Diana nos deja entrever que el simple hecho de tener que abandonar la casa para regresar a una rutina de presencialidad en la universidad ya añade otro factor que puede desencadenar ansiedad. No es secreto que en nuestro paísla salud mental haestado deteriorada y dejada a un lado. Según la revista manifiesta en el 2021, 391 jóvenes entre 20-24 años se suicidaron en nuestro país. ¿Dónde está el estado?, ¿las instituciones de salud?
“En Colombiala salud mental no tiene unservicio adecuado, la atención en salud mental de alguna u otra manera hace parte del sistema de salud a partir de la ley de salud mental del año 2010. No obstante,en el sistema de salud público la atención sigue siendo un poco precaria.Las consultas tienen una intensidad de duración muy baja con respecto a lo que se aborda en un proceso terapéutico psicólogo y la distancia que hay entre consultas no facilita el mejoramiento”. Aclara Berrocal.
Dentro de la experiencia laboral de Diana, nos encontramos con que en su ambiente de trabajo ha tenido que manejar este tipo de situaciones. Su rol como decana implica conocer y estar al tanto de las necesidades de los estudiantes y mantener una cercanía con las problemáticas de estos.
“Es fácil identificar personas que entrar en crisis en los contextos universitarios, así ha ocurrido donde me encuentro trabajando.Son varios los jóvenes que han hecho crisis por estados de ansiedad por cuadros de pánico por entrar en agitación profunda. Recientemente recuerdo uno donde el estudiante manifestaba sentirse en un estado de ansiedad incontrolable para él y se acercó a la institución, habló con docentes, dijo que necesitaba ser atendido con urgencia y que no se sentía seguro con lo que pudiese hacer,de alguna u otra manerapodría atentar contra su vida o que por lo menos podría lastimarse”
Dentro del rol que puede jugar la universidad como institución, Berrocal nos comenta que el departamento de bienestar es eso. Bienestar. Su labor no solo se limita a profesoresy funcionarios, los estudiantes hacen parte de la universidad como centro de enseñanza. Los programas de prevención y promoción deben hacer parte esta. “Creo que básicamente esta es la tarea de las universidades respecto a la salud mental de los estudiantes, poder divulgar información, poder hacer suficientes actividades que le permitan a los estudiantes identificar las situaciones explicadas relacionadas con lo que viven, con lo que sienten, con las manifestaciones e ideas que están teniendo los estudiantes”. Comenta Diana.
Según (Cuenca et al., 2020). El deterioro de la salud mental no solo causa repercusiones en la manera de actuar, si no físicas. Este deterioro puede producir enfermedades cardio vasculares, psicosis y asma. Por ende, se hace necesario establecer métodos de intervención y ayuda para aquellos jóvenes que lo necesiten.Diana nos complementa lo anterior diciendolo siguiente. “La salud es un continuo, la salud no está dividida estrictamente en salud mental y salud física, por eso mismo la salud mental se aborda desde la continuidad humana”.
Para finalizar ella nos cuenta que lo importante es mantenerse alerta. Como profesionales de la salud mental y como miembros de una institución académica lo imperativo es siempre identificar las señales y tener disponibilidad de espacios combinados con una flexibilidad para que sus estudiantes se sientan en la plena libertadde comunicarse en este tipo de situaciones.
Entrevistas a profesores quienes nos conversan sobre sus casos de ansiedad, depresión, estrés que han tenido algunos de sus estudiantes. Además, nos comparten la importancia de acudir a un profesional, entre otras explicaciones sobre la salud mental en jóvenes universitarios.
“He intentado dirigirme a bienestar académico, pero me arrepiento porque pienso que estoy siendo exagerado y que es normal la carga en nuestra carrera”
A los jóvenes universitarios poco les gustan hablar sobre las afectaciones en su salud mental y las implicaciones que esto ha tenido en la vida de cada uno de ellos, sin embargo, algunos estudiantes de la Universidad del Norte han decidido contar sus experiencias y percepciones sobre el impacto que han tenido en la salud mental a raíz de sus estudios profesionales. Varios de ellos comparten ciertas conductas o factores que consideran como causantes de problemas en la salud mental. Entre ellos se destaca la carga académica, el cumplimiento de las expectativas personales o familiares y el estrés académico.
El estrés académico constituye una de las alteraciones más comunes en los jóvenes, debido a que es una reacción natural del organismo ante determinado evento. No obstante, al no tener control sobre esta respuesta biológica, se desencadenan diversos problemas.
“El estrés repetido produce alteraciones hormonales que dan lugar a que se puedan desarrollar complicaciones importantes para la salud, como pueden ser la hipertensión arterial, aterosclerosis, cáncer, depresión, obesidad, entre otras.”
Afirma el Dr. Javier Salvador, Especialista del departamento de Endocrinología en la Clínica Universidad de Navarra.
Así mismo, el programa Nodo Caribe y la Red de Programas Universitarios en Colombia, actualmente cuentan con cinco programas: derecho, psicología, trabajo social y maestrías en familia junto a psicología. En estos espacios se abordan reflexiones desde la educación superior en torno a la familia, desarrollo y funciones. Los programas antes mencionados, han realizado investigaciones referentes al estrés académico durante una de las épocas más duras, la pandemia del Covid-19. “Frente a la pregunta sobre con qué frecuencia se ha sentido estresado, el 30% dice que muy a menudo y el otro 30% dice que es muy duro. Es decir, el 60% de 720 estudiantes. Sólo un 1% dice que no ha sentido esto”, explica Yolima Alarcón, coordinadora nacional de la red de Programas Universitarios en Familia y el Nodo Caribe, doctora en Psicología, especialista y magíster en desarrollo familiar.
Por otro lado, hay que tener presente la manera cómo afecta emocionalmente a los estudiantes esta problemática. “Las señales del estrés a nivel emocional son la frustración, irritabilidad, tristeza, emociones negativas que pueden ser muy destructivas, pero, por el contrario, si aprendemos a manejar nuestras emociones y a transformar esos sentimientos a positivos nos permitiría realizar las cosas a tiempo y evitar el estrés”, Expresa la Dr. Pilar de Castro, Especialista de Psiquiatría y Psicología (Clínica Universidad de Navarra).
Infomed y su revista médica MultiMed agregan las causas producidas por el estrés y carga académica en los universitarios:
Por esta misma razón, se realizó una encuesta a 10 estudiantes, 2 parejas por carrera: medicina, ingeniería, comunicación social y periodismo, arquitectura y psicología. Con el objetivo de conocer cuál de las causas mencionadas por Infomed se evidencian más en su carrera.
Así mismo, muchos estudiantes pueden entender dichos resultados con responsabilidades y objetivos para su carrera. Sin embargo, muchas de estas causas están relacionadas con las consecuencias de un estrés, ansiedad y desgaste académico. Por tal razón, es importante estar alerta para evitar que el problema siga creciendo, según la revista MultiMed.
Si se prolongan los casos de estrés puede tener consecuencias a largo plazo, debido a que, si no se sale de ese momento de estrés, el cuerpo sigue produciendo hormonas para manejar la situación lo que con el tiempo puede desgastar a la persona tanto física como mentalmente. El estrés puede llevar a las personas a tomar medidas sin haber consultado a un profesional, lo que desencadena el uso constante de alcohol y drogas alucinógenas. En este sentido, lo ideal es que los estudiantes planifiquen las actividades, analicen las técnicas de estudio implementadas, mantengan una buena alimentación, duerman lo suficiente y busquen un equilibrio entre la universidad y la vida social.
Por tal razón Martínez y Díaz (2007) sostienen que el fenómeno del estrés se lo suele interpretar en referencia a una amplia gama de experiencias, entre las que figuran el nerviosismo, la tensión, el cansancio, el agobio, la inquietud y otras sensaciones similares, como la desmesurada presión escolar, laboral o de otra índole.
“Antes de dormir necesito escuchar música, usualmente mi favorita, así me relajo y me olvido de toda la carga del día”, comenta Luisa Arango, estudiante de 6to semestre de Medicina de la Universidad del Norte.
Algunos estudiantes comentaban en su grupo de amigos los obstáculos o pensamientos que les surgen al pensar dirigirse a psicología.
“He intentado dirigirme a bienestar académico, pero me arrepiento porque pienso que estoy siendo exagerado y que es normal la carga en nuestra carrera”, comenta Santiago Correa, estudiante de 6xto semestre de medicina de la Universidad del Norte.
“Tengo muchos compañeros que prefieren comentarle sus problemas o situaciones a sus amigos. Pienso que sucede por la poca interacción que hayan tenido en su pasado con un profesional referente a la salud mental”, comenta Dayron Escorcia, estudiante de 6xto semestre de ciencias políticas y gobierno de la Universidad de Norte.
De igual forma, la Universidad ICESI de Santiago de Cali, realizó un estudio en 2021 referente a la salud mental de los universitarios, en el que analizaban la Encuesta Nacional de Salud Mental (ENSM, 2015), donde se tomaron los siguientes datos:
2. Presencia de al menos un comportamiento de riesgo para Trastornos
Alimentarios en el 9,3% de los adolescentes y en el 9,1% de los adultos
jóvenes.
3. Consumo de sustancias como alcohol, cigarrillo y marihuana. Para la
primera, se reporta un consumo en el 20,4% de los adolescentes, porcentaje
que aumenta a 45,8% para el caso de los adultos. Para la segunda, un
consumo de 5,8% en los adolescentes, el cual también aumenta para los
adultos, con un porcentaje de 15,9%. Para la tercera sustancia, se reporta
consumo en el 3,5% de los adolescentes y en el 6,3% de los adultos.
4. Presencia de conductas suicidas en las que la ideación es de 7,4% y de 6,6%
en mayores de 18 años y en adolescentes respectivamente (4.2% en
estudiantes universitarios) y que el intento de suicidio es de 3,1% para
adultos y de 2,5% para adolescentes (1.3% en estudiantes universitarios)
Según Glasscote & Fishman (1973) “los servicios psicológicos universitarios son una de las estrategias para hacer frente a la gran variedad de problemáticas a las que se encuentra expuesta la población universitaria”. Sin embargo, Eisenberg, Golberstein & Gollust (2007) encontraron que entre el 34% y el 84% de los universitarios presentaban ansiedad y depresión, no utilizaron los servicios prestados por la universidad. De igual manera, Nogeira, Rossi & Lacerda (2011) encontraron que acudían a los servicios de salud mental el 33% de los estudiantes con ansiedad, el 27% de los estudiantes con depresión y el 20% de los estudiantes tenían una percepción baja de su vida.
La salud mental en los jóvenes universitarios es un tema muy tocado hoy en día, pero que aún despierta muchas inquietudes e interrogaciones. La universidad carga consigo un bulto de dificultades para los jóvenes: requiere una gran inversión de tiempo, es uno de los primeros pasos hacia la vida adulta, el estrés es el pan de cada día y acarrea una gran cantidad de crecimiento personal y profesional.
Esta sobresaturación de situaciones, que muchas veces son nuevas para los universitarios, puede parecer incompatible con la posibilidad de mantener una buena salud mental. Por esta razón nos preguntamos, ¿puede la salud mental coexistir con ella vida universitaria?
Pero primero, ¿qué significa mantener un buen estado de salud mental? Según, la Organización Mundial de la Salud (OMS) se trata de “un estado de bienestar en el cual el individuo es consciente de sus propias capacidades, puede afrontar las tensiones normales de la vida, puede trabajar de forma productiva y fructífera, y es capaz de hacer una contribución a su comunidad”.
En otras palabras, es poder afrontar lo que nos arroje la vida de forma en que no comprometamos nuestra psique.
Sin embargo, al hacer un barrido rápido por internet, las noticias y artículos sobre la salud mental en jóvenes universitarios tienden a ser desesperanzadores. Y las cifras respaldan esta percepción.
La OMS afirma, por ejemplo, que cada año se suicidan 700.000 personas y que es la cuarta causa de muerte entre los 15 y 19 años de edad. Un periodo en el que muchos jóvenes empiezan su proceso de salir del colegio y entrar a la universidad.
Celia Díaz, psicóloga egresada de la Universidad del Norte, ha trabajado con seguimiento psicológico a estudiantes tanto escolares como universitarios durante casi ocho años. Según su perspectiva, la acumulación de estrés es una de las principales causas del surgimiento de trastornos psicológicos en jóvenes sumados.
“Los jóvenes empiezan procesos nuevos y dan los primeros pasos hacia la adultez, se enfrentan a un entorno nuevo, muchas veces se mueven de sus ciudades de origen y empiezan a independizarse”
Adicionalmente, la presión por obtener un buen desempeño en la universidad puede convertirse en una carga demasiado grande para algunos jóvenes.
A las situaciones normales que aquejan a los universitarios se le sumó recientemente la pandemia, que aún deja retazos de su presencia en la salud mental de los jóvenes.
Según cifras del Informe de Percepciones Universitarias de la Asociación Colombiana de Universidades (ASCUN), al menos 55 % de los estudiantes universitarios empezaron a presentar mayor irritabilidad durante la pandemia, 48 % se sentían más solos, 38 % afirmaban que la vida no tenía sentido y el 34 % percibió una disminución de su autoestima.
Las consecuencias de estas afectaciones en la salud mental, siguiendo a Micin & Bagladi (2020) en su artículo “Salud Mental en Estudiantes Universitarios: Incidencia de Psicopatología y Antecedentes de Conducta Suicida en Población que Acude a un Servicio de Salud Estudiantil”, pueden llegar a transformarse en “trastornos de ansiedad, alimentación, de personalidad, depresión, conductas suicidas y consumo abusivo de alcohol y drogas”.
La universidad, por su parte, tienen sistemas para hacerle seguimiento a la salud mental de sus estudiantes. La Universidad del Norte, por ejemplo, cuenta con departamentos como el Centro de Recursos para el Éxito Estudiantil (CREE) y Bienestar Universitario, que ofrecen apoyo y acompañamiento a los estudiantes.
“Los dos programas universitarios han unido esfuerzos para hacer de su plataforma virtual una herramienta más agradable, intuitiva y de fácil acceso para los estudiantes”, menciona Darío Cervantes, coordinador de Recursos de Acompañamiento Académico.
Al final, parece normal pensar que la salud mental y la vida universitaria están en polos opuestos, pero no es tan sencillo. Este especial tratará de adentrarse en esta percepción, explorando las causas, procesos y consecuencias de las afectaciones en la salud mental de jóvenes universitarios. Para ello, serán profes agonistas las experiencias de todas las orillas de la situación, desde los estudiantes, los familiares, los psicólogos hasta los profesores.
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