Menu Desplegable

BÚSQUEDA DE UNA ESCAPATORIA A LA INEQUIDAD

Por: Sophia Cortés

El primer movimiento migratorio en Colombia empezó como un escape de los colombianos de clase baja a la violencia política del país de 1960. El destino fue Estados Unidos, un país cercano pero no lo suficientemente cerca como para sentirse amenazados. La violencia desde el momento uno fue un factor que marcó la historia y movilización del país.

Las ciudades con mayor número de emigraciones para esta época fueron Bogotá, Medellín y Cali, que coinciden en ser tres territorios azotados por el conflicto. En los años sesenta comenzaron los movimientos sociales teniendo como resultado el nacimiento de las Fuerzas Armadas Revolucionarias de Colombia (FARC) en 1964, y el Ejército de Liberación Nacional (ELN) en 1965.

A finales de los setenta hubo otro flujo migratorio de colombianos, que en este caso ya no solo enmarca la violencia política sino la violencia derivada a la explosión del narcotráfico y las amenazas de seguridad que traían consigo. En 1973 surgió el Movimiento 19 de Abril (M-19) y en 1981 los carteles de Cali y Medellín diversificaron su negocio traficando cocaína. El estereotipo de que todo colombiano es narcotraficante, se debe a este tiempo en particular, que afectó de manera negativa a los primeros emigrantes que no habían conseguido aún la residencia, aquellos que estaban apenas llegando y los que llegaron después.

Estados Unidos tuvo su última ola de colombianos a mediados de los noventa, en la que hubo un incremento drástico en los provenientes de clase media, clase media alta y clase alta que huían del conflicto armado en la que se hablaba de extorsiones, secuestro, amenazas que pasaban a asesinatos, etc. El miedo los llevó a irse, el sentimiento de querer estar seguros y de descontento con el sistema político sin soluciones. Era su vida o quedarse.

Las víctimas por desplazamiento forzado superan los 7,7 millones de personas, de las cuales 21,2% de ellas son Afrodescendientes, 6,2% son Indígenas y 42,4% niños, niñas, jóvenes y adolescentes.

Una Colombia desigual

De acuerdo con El Centro de Análisis Pew Research de la Oficina de Censos de U.S, y su último conteo en el 2017 hay 1.2 millones de colombianos viviendo en su país, siendo en 2% del total de población hispana y la mayor fuente de inmigrantes de sudamérica. Pero esta cantidad no solo fue contribución de los azotados por la violencia sino que desde el año 2000 la población originaria de Colombia aumentó en un 148%, casi triplicandose.

La violencia sigue existiendo en menor proporción al terror que se vivió por el conflicto pero está presente. La tasa de homicidios en 26,8 por cada 100.000 habitantes es alta, es la más alta en los últimos siete años. Pero la violencia ya no es el único aspecto social que influye, la pobreza, la desigualdad, y la dificultad para cambiar esas mismas condiciones invitan a que el colombiano se haga esperanzas de salir y que afuera pueda cambiar su situación.

Actualmente el 39,3% de la población no tiene los recursos suficientes para suplir sus necesidades básicas, son 19.6 millones de colombianos los que viven en pobreza monetaria con $354.031 pesos al mes para sostenerse a sí mismos y sus familias. Y si fuera poco las probabilidades la Organización para la Cooperación y el Desarrollo Económico (OCDE), informa que en países con altos niveles de inequidad social como Colombia las probabilidades de alcanzar una movilidad social en condiciones de pobreza son pocas.

La desigualdad en Colombia habla por sí sola cuando los ingresos del 10% de la población más adinerada es once veces mayor que el del 10% más pobre. No es exagerado entonces que se diga que en promedio para que un niño de una familia de escasos recursos se necesitan 11 generaciones para salir de su situación y ascender en la escala social. Lo catalogan como los llamados “pisos pegajosos”, que es básicamente que los más pobres sean propensos a seguir siendo pobres y los “techos pegajosos” a que los más ricos sigan siendo ricos.

La esperanza de irse es la esperanza de un ascenso social que casi imposible en Colombia. El encasillamiento de un estrato y de unas condiciones sociales que los empujan a mantenerse justo donde están y no puedan progresar. Entre más bajas sean tus condiciones y la de tus padres más bajas son las oportunidades. De los hijos de las madres que cursaron únicamente la educación primaria solo el 19% logra llegar a la educación superior, mientras que aquellos cuyas madres tienen educación superior el 93% accede a esta.

La OCDE asemeja el ascenso social con una escalera mecánica. El problema es que la velocidad de ascenso y descenso de la movilidad de los grupos no es uniforme, varía con respecto al estrato social en el que te encuentres. Subir, a menos de que te encuentres cerca a la cima o propiamente en ella, es un camino tortuoso que no se evidencia en ti sino en la siguiente generación, si es que se consigue.

El colombiano de clase baja, clase media baja y clase media que desea crecer en el escalafón social ve una oportunidad fuera. Un lugar externo donde si se esfuerza tiene resultado, puedo lograrlo, mientras que en Colombia lo ve inviable, cansado de intentarlo y no tener éxito. La necesidad social es un motivador.

La ilusión del poder tener un ascenso social, de tener la oportunidad de conseguirlo y no ser limitado por tu origen aunque sea difícil, es más de lo que ven en su realidad. No todos consiguen irse en busca de esta promesa pero cada vez más muchos más lo sueñan con tomar la salida.