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NATALIA BOTERO: LA FOTOGRAFÍA DEL EXILIO

Por: Darling Jiménez

Es fotoperiodista desde 1993 pero desde los últimos años su profesión la obligó a refugiarse. Ha trabajado en diferentes medios periodísticos. Semana, El Colombiano, El Tiempo y, también para medios internacionales como Hacemos memoria y el Semanal de España. Ha sido docente de cátedra en varias universidades de Medellín, Antioquia. Esta paisa, dedicada al periodismo en el área de la investigación y los derechos humanos se encuentra en un proceso migratorio que le ha costado separarse de su pasión.

Paralelo con su trabajo fotoperiodístico, en los últimos doce años el trabajo de Natalia ha decidido irse por el área de la investigación social y de los derechos humanos, por lo que sus colaboraciones más notorias han sido en publicaciones académicas y en informes como el Basta Ya de Colombia, el Centro Nacional para la Memoria Histórica o para el informe dado por la comisión de la verdad. Si bien su carrera y formación es el fotoperiodismo, su trabajo se centra mucho en la memoria histórica dentro de los términos del conflicto armado colombiano, la profundidad de sus proyectos es la desaparición forzada.

Para ella, más que una motivación, el dedicarse al periodismo significó un compromiso y un sentido de criticidad frente a la situación que vive el país frente al conflicto, a la situación y a la desprotección de las víctimas. “Me llamó mucho la atención la situación de las víctimas. En un comienzo, cuando más o menos desde el ‘98 se empezó a recrudecer el conflicto, se le daba mucha visibilidad a los grupos armados pero se hablaba muy poco de las víctimas sabiendo que, dentro de un conflicto, quienes más sufren son los civiles; los que no están dentro del conflicto. Creo que la fotografía es la herramienta más potente para poder dejar en visto que la guerra en Colombia sí es un hecho, que hay unos actores armados y que esta, a su vez, se vuelve una prueba y un archivo de derechos humanos clave cuando hablamos del conflicto.” Relata Botero.

Madre de dos hijos y fuera del país en solicitud de refugio con un caso aún no aprobado por el gobierno exterior, Natalia afirma que las amenazas realizadas han sido varias, las cuales también se han trasladado a su familia. Amenazas escritas, llamadas y seguimientos en varias oportunidades durante los últimos tres años. La seguridad comenzó a ser un problema para su vida debido a su trabajo con la comuna 13 en el cual tiene varios casos que implican casos de los paramilitares, desaparición forzada pero más específicamente del clan del golfo, quien fue el responsable de su salida del país. “El hecho de que yo estuviese con la cámara investigando, haya ido con varios periodistas a la comuna y haya realizado también un reportaje en Doradal y Puerto Berrio, siento que hizo que les incomodara y, al investigarme, se dieron cuenta de que además yo tenía un renombre a nivel nacional y que eso les podía poner en evidencia. Estas son las conjeturas que yo hago porque realmente ellos en ningún momento me dijeron algo específico”. Cuenta.

Ya había estado secuestrada. Este último año había estado trabajando más públicamente con todo lo relacionado con el secuestro y las denuncias así como también con la International Womans Media Foundation de la cual fue escogida como embajadora de Colombia para liderar el tema de la mujer periodista. Siempre supo el riesgo que estaba asumiendo al ejercer su profesión, así como al asumir este cargo y lamenta que Colombia no tenga políticas de protección reales porque, de esta manera, mantener su lineamiento y posición frente a su carrera se ha convertido en un reto. Ha visto que a sus colegas que, aún contando con protección de la Unidad Nacional de Protección, los han asesinado. Ha pedido solicitud de protección en varias oportunidades pero no se la han dado. Su caso no fue investigado por la fiscalía como debía, no se trató a tiempo y estuvo por el país andando varios años hasta que decidió salir del país, aunque realmente no haya sido realmente por decisión.

Se fue porque no le brindaron protección. Se fue porque no pudo tener tranquilidad ni seguridad tanto para ella como para sus hijos. Se fue porque no quería dejar de trabajar en lo que hace: Retratar la verdad. Hoy lo cuenta desde un país del que no puede dar información, lidiando con otro idioma, otras culturas y estaciones, añorando regresar a su país, cuidándose y huyendo de lo que le pueda llegar a pasar, pero sin dejar a un lado sus ideales que un día la llevaron al exilio y siempre le darán sentido a su vida.