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Nohra Rueda: la embajadora en la ciudad de las luces

Por: Sophia Cortés

Después de un divorcio, dos hijos mayores y a dos años de pensionarse, Nohra no tenía planeado casarse e irse a vivir Saint Leu-la-Foret, una comuna francesa a 28 minutos de París. A sus 62 años con un francés costeño como bromea su hija o de la calle como le dice su esposo, se hace entender así sea a machetazos y ha guiado a más de mil personas entre tours, compras, arriendos y acompañamientos en la ciudad.

En su juventud Barranquilla, su ciudad natal, era el camino a seguir. Con el pasar de los años contemplaba la idea de irse a Estados Unidos por descarte al sus hermanos e hijo vivir allí, y al su hija haberse mudado a Medellín. No quería quedarse sola. Quería estar tranquila y tener una buena vejez.

Conoció a Philippe Nobman, un francés con raíces italianas de tez blanca, complexión gruesa y cabello corto canoso por la edad que de alguna forma lo hace ver más francés, por internet en el 2008, algo que para ella ahora es más difícil con toda la inseguridad y estafas que suceden a diario. En el 2011 se casaron, y tuvo claro que si alguien tenía que irse era ella. Colombia no le ofrecía nada nuevo, mientras que Francia era una ventana de la calma que tanto rondaba en su cabeza como ideal. Renunció en el 2012 a su puesto como Gerente Comercial del Concesionario Autolitoral, aunque no tuviera la edad de pensión, lo que reducía no era mucho y aunque lo fuera, no se trataba solo de algo material. El 14 de julio de ese mismo año, día de la independencia de Francia, llegó a París para quedarse.

Al inicio, Francia no era un destino popular. En la década de los 80 la demanda de asilos provenientes de Colombia comenzó con 14 y finalizó con 300 solicitudes. Actualmente, se ubica en el top 10 de países destino de emigrantes colombianos con 31.151 residentes del cual el 60% son mujeres según las Naciones Unidas (UN International Stock 2019).

Hace 13 años recuerda el servicio de salud era muy regular, una EPS no era suficiente. Tenía que afiliarse a una prepagada si quería recibir un buen servicio, uno puntual por lo menos. Siempre tuvo. Por su mamá además pagaba altas tarifas, le tocaba. Nohra sabe que donde está con plata o sin plata se le atiende, y que si les pasa algo están seguros sin tener que acudir a una cantidad exorbitante de dinero.

“Acá se trabaja para vivir, no se vive para trabajar”. Philippe hace 35 horas semanales, tiene 35 días de vacaciones por su trayectoria, y le dan las prestaciones bancarias que necesite. El francés ha trabajado toda su vida en el mismo banco, se debió jubilar el año pasado a los 62 pero le permiten trabajar hasta los 65, luego de eso le dan un estudio de 6 meses en lo que él desee. En su caso escogerá latonería y pintura para carros viejos. Colecciona figuras de carros de todos los modelos en la sala. La única preocupación de Nohra es que cuando su esposo se pensione no convierta la casa en un taller para carros.

- “Anoche se fueron unos barranquilleros y me llegó un amigo de mi hija de Miami con la novia y querían estar conmigo todo el día, entonces sigo acá en Sacre Coeur. A penas voy bajando”

Maria Alejandra, su hija, cuando la visitó por primera vez le dijo que aprovechara esa casa tan grande, le propuso que hospedara a unos primos de su novio del momento. Llevaban un mes de hotel en hotel y no conseguían en donde quedarse. Despejó el segundo piso que estaba lleno de juguetes y maletas. Cada vez que lo recuerda se ríe al no comprender la afición de Philippe por las maletas. Luego de sus primeros visitantes, el voz a voz se corrió. Sus servicios se extendieron sin intención, solo la oportunidad de poder ocupar su tiempo en algo que se goza.

Anda buscando a dos personas que le trabajen para unos amigos que llegan y no encuentra. Tiene su propia red, transportes, traductores y ella como guía estrella para conocer la ciudad, ir de compras, acondicionarlos si vienen a vivir, como quién dice pregunte por lo que no vea. Recibe llamadas de agencias en Colombia para que gestione quién va a recoger en el aeropuerto. El colegio alemán la contacta para que hable con los papás interesados y que reciba a sus hijos unos días de paseo mientras están de intercambio, entre mayo y junio fueron 17. No usa publicidad, pero alardea de que sus visitantes le piden que monte historia con ellos y se resienten si no lo hace. Apunta de referencias tiene llena la agenda hasta el 21 de diciembre.

Cuando se fue se pintaba estudiando historia en la Sorbonne para acompañar a su esposo, y aunque no tomó ningún curso no dejó de lado su idea. Ya no es solo el periódico, con él están los libros de historia francesa. Se deleita con un libro de todos los reyes de Francia que le regaló su esposo y le parece “bellísimo”. En el 2009, su primera visita a París estando de novios, Catherine una francesa de estatura baja, cabello rubio plateado por el blanco que se atraviesa, la llevó lugar por lugar contándole la historia y le hizo un archivo de cada sitio detallado, documento que aún conserva. En su tour aprovecha para decir de manera sencilla y corta cada lugar, sin tanto palabrerío que considera aburrido, y que la gente al final de cuentas se le olvida.

Estuvo enferma la semana pasada y se la pasó aburrida, le dolía más no poder salir que no poder levantarse de la cama. Que la edad no los engañe, su alma es más joven que la de muchos, y calentar casa no es su estilo. Su trabajo es su hobby, es una tardeada de ir a hablar de la ciudad y tomarse unas buenas copas de vino. El boleo es su son. Si no hay visita sale a darse una vuelta, se ve los domingos y lunes con sus amigas a tomarse un café pero encerrarse no es una opción.

Devolverse a vivir a Colombia está fuera de la conversación. Ni aunque Philippe ya no esté. Viaja al país todos los años de visita pero la Barranquilla de su corazón no le impide hacer su maleta de regreso cada vez que va. Su nuevo hogar la llama con más fuerza.