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Un paseo en decadencia

El Paseo Bolívar de Barranquilla es mucho más que una simple arteria urbana; es un testigo vivo de la historia cultural y económica de la ciudad. Este espacio ha sido escenario de múltiples transformaciones a lo largo de los años, y actualmente, bajo la administración del alcalde Alejandro Char, se están llevando a cabo esfuerzos por mejorar y embellecer la zona. La Alcaldía de Barranquilla, junto con estudiantes del SENA, está llevando a cabo un proyecto de embellecimiento en el Paseo Bolívar, en particular alrededor de la estatua de Simón Bolívar. Estas acciones forman parte del programa ‘Una Barranquilla Limpia y Linda’ (EL HERALDO, 2024).

Sin embargo, a pesar de estas inversiones, el Paseo Bolívar sigue enfrentando importantes desafíos. La inseguridad sigue siendo un problema serio, con comerciantes y vendedores ambulantes viviendo bajo la amenaza constante de los grupos extorsionistas. Según ASOCENTRO, desde 2013, los comerciantes han denunciado amenazas por parte de estos delincuentes. Un comerciante en el Paseo Bolívar lo resume de forma clara: “Aquí en el paseo varios de los vendedores hemos recibido amenazas, dicen que si no le damos lo que nos piden, las cosas se van a poner malucas”.

Esta situación no escapa ni a los vendedores informales, quienes ofrecen productos de bajo valor, como tintos. Muchos de ellos aseguran que deben pagar sumas desproporcionadas, que pueden llegar hasta los 50.000 pesos, lo que afecta gravemente sus ingresos. Estos testimonios revelan la dura realidad de un sistema de intimidación que frena cualquier intento de desarrollo en el centro de la ciudad. La extorsión sigue siendo un flagelo transversal, afectando tanto a pequeños como grandes negocios, y perpetuando un ambiente de miedo y tensión.

“El crecimiento de la extorsión ha sido sostenido en el departamento del Atlántico desde 2020, y Barranquilla es el municipio con mayor incidencia de este delito si analizamos la tasa por 100.000 habitantes” (ObservadoresCol, 2024). Además, otro factor que contribuye a la inseguridad es la falta de personal de la Policía Nacional en los alrededores. Aunque hay presencia policial, no es suficiente. Según datos recientes, Barranquilla registró 6.296 robos a personas hasta mayo de 2024, lo que representa un aumento del 15 % en comparación con el mismo periodo del año anterior (UAPSC, 2024).

El panorama del Paseo Bolívar es, por momentos, desolador. Las calles, lejos de ser atractivas, están llenas de basura y desechos. La infraestructura, que alguna vez reflejó la grandeza de la ciudad con su estilo Art Decó, hoy se encuentra en un estado lamentable, empañada por la suciedad y el abandono. Carlos Moreno, un frecuente visitante del Paseo Bolívar durante más de 40 años, lo describe como un “lugar sin dolientes”. Este deterioro, aunque no es responsabilidad directa de la administración, requiere una atención urgente para recuperar la belleza y el valor histórico de este espacio (EL HERALDO, 2011).

También persisten problemas de vandalismo, como el frecuente daño del monumento de Simón Bolívar con grafitis. Aunque el deterioro no es completamente culpa de las autoridades, es fundamental trabajar en iniciativas que fomenten el respeto y la conciencia sobre la importancia cultural de estos monumentos. Además, es necesario reforzar los programas que promuevan el cuidado del espacio público y la organización del área.

La resistencia de algunos vendedores ambulantes a reubicarse sigue siendo un obstáculo importante para mejorar la percepción del Paseo Bolívar. Muchos temen perder su clientela en nuevas ubicaciones. Alexander, un vendedor con 30 años de experiencia en el Paseo Bolívar, lo expresa de forma contundente: “He trabajado aquí 30 años, siempre ha sido mi lugar de venta; no queremos reubicaciones porque hay muchas personas que las han reubicado y no sobreviven con el salario que se ganan allá dentro porque pierden clientes y no hay ventas”.

Para que el Paseo Bolívar se convierta en un verdadero referente de Barranquilla, es crucial abordar estos problemas de manera integral. La colaboración activa entre las autoridades locales, los comerciantes y la comunidad en general es esencial para crear un entorno más seguro, limpio y atractivo para todos. Solo mediante un esfuerzo conjunto se podrá transformar este espacio en un verdadero orgullo para la ciudad, respetando su historia y promoviendo un futuro próspero para los que lo habitan.

Por: Daniela Ospina

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Delitos del Paseo Bolívar

El Paseo Bolívar, conocido como el corazón del comercio popular en Barranquilla, late al ritmo de su agitado día a día, pero también carga con una inquietante sombra: la criminalidad. En medio de la algarabía de los vendedores y el bullicio de los transeúntes, se entreteje una realidad marcada por cifras alarmantes. Según datos de la Policía Metropolitana, los delitos en la zona han mostrado tendencias mixtas en los últimos 12 meses, con los robos y las agresiones encabezando la lista de crímenes más reportados.

Entre enero y octubre de 2024, los hurtos a personas aumentaron un 15 % respecto al mismo periodo de 2023, pasando de 1.250 a 1.440 casos. La mayoría de estos incidentes involucran el robo de celulares y dinero en efectivo, convirtiendo al Paseo en un lugar donde la vigilancia nunca debe relajarse. Humberto, un fotógrafo que trabaja justo frente a la estatua de Simón Bolívar, cerca de uno de los cajeros automáticos más concurridos, describe su experiencia con palabras que reflejan incertidumbre: “Ya no se sabe si trabajar tranquilamente o estar alerta por un posible robo”, dice mientras acomoda su equipo fotográfico.

Sin embargo, no todo es un ascenso en las cifras de delitos. Los homicidios en la zona han mostrado una ligera disminución, de 18 casos en 2023 a 14 en 2024, según el Sistema de Información de Seguridad Ciudadana (SISC). Pero este aparente progreso no disipa la preocupación. Los conflictos por microtráfico y disputas territoriales siguen siendo una amenaza constante, que mantienen a los residentes y trabajadores en un estado de alerta permanente.

Otro flagelo que mantiene en jaque a comerciantes y trabajadores informales es la extorsión. Las bandas criminales han hecho de esta práctica una rutina, exigiendo pagos conocidos como “vacunas” bajo amenazas de violencia. Según los mismos comerciantes, hasta un 60 % de los negocios en la zona central del Paseo Bolívar han sido víctimas de este delito en el último año. Las cuotas de extorsión oscilan entre 50.000 y 500.000 pesos mensuales, dependiendo del tipo de negocio y su ubicación, sumiendo a los propietarios en una constante zozobra.

Aunque los homicidios han disminuido, el incremento en los robos, el riesgo latente de extorsión y los conflictos relacionados con el crimen organizado dibujan un panorama complejo. Las estadísticas no solo cuentan números; reflejan una atmósfera de miedo que afecta a quienes transitan y trabajan en la zona, impactando su calidad de vida y frenando el crecimiento económico local.

Para Humberto y otros como él, la realidad de cada día está marcada por la desconfianza. “Es difícil concentrarse en el trabajo cuando sabes que en cualquier momento puedes ser una víctima”, comenta mientras mira a su alrededor, atento a cada movimiento sospechoso. Su relato, junto con los de los comerciantes extorsionados, es un llamado a las autoridades para que tomen medidas más efectivas.

Las soluciones no pueden limitarse a operativos de seguridad. Es urgente implementar políticas públicas que aborden las raíces estructurales de la violencia: la pobreza, el desempleo y la dinámica del crimen organizado. Solo así será posible recuperar la confianza de una comunidad que, a pesar de todo, sigue trabajando y luchando por un mejor futuro en el corazón de Barranquilla.

Por: Mary Escobar y Daniela Ospina Burgos

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Informalidad laboral

La informalidad laboral sigue siendo un problema preocupante en Barranquilla, una ciudad que, a pesar de su ambiente alegre y dinámico, oculta una cruda realidad para miles de trabajadores. Aunque los números muestran cierta mejora, con la informalidad cayendo del 59,6 % en el trimestre de octubre a diciembre de 2022 al 55,1 % en el mismo periodo de 2023-2024, más de la mitad de la población trabajadora sigue enfrentándose a empleos precarios y sin garantías de seguridad social.

Si bien la reducción de 3,4 puntos porcentuales parece significativa en las estadísticas, nos dirigimos al Paseo Bolívar, el epicentro del trabajo informal, y hablamos con Alexander, un relojero que trabaja en la esquina del Bancolombia de esta zona. En este encuentro nos comentó que estos avances no están ni cerca de reflejar la realidad de muchos negociantes. Le comentamos los últimos avances del DANE sobre las tasas de ocupación, desocupación y empleo informal y le preguntamos si creía que esto era real o cómo lo veía desde su situación. “Parece mentira”, afirma con determinación, reflejando que las cifras no son lo que sienten las personas en la calle.

Alexander es uno de los tantos vendedores ambulantes que dudan de las encuestas que hablan del progreso de la ciudad. “Las encuestas que realizan nunca son reales; hay personas que viven de la informalidad, que venden agua, venden tinto, y a veces no ganan ni el día a día. No son reales”, señala, indicando que muchas personas venden productos de baja demanda, a veces sin siquiera cubrir los gastos diarios o lo necesario para llevar el pan a la mesa. Su testimonio contrasta fuertemente con las cifras oficiales, que no logran capturar el sentimiento de aquellos que dependen del comercio informal para subsistir y sacar adelante a sus familias.

María Cuenca, economista especializada, explica que la informalidad en Colombia tiene múltiples causas. Una de ellas es que algunos trabajadores prefieren no estar vinculados a un cargo laboral formal, optando por la informalidad como una forma de vida. “Hay personas que escogen la informalidad porque no quieren tener un jefe o un horario, pero eso también significa que no cuentan con pensión ni seguridad social”, afirma. Sin embargo, esta elección implica riesgos importantes, especialmente a medida que estas personas envejecen y enfrentan contingencias sin una red de apoyo.

Por otro lado, Cuenca subraya que la mayor parte de la informalidad corresponde a quienes no encuentran empleo formal ni tienen las competencias necesarias para emprender un negocio propio. “Son personas que, al no poder acceder a trabajos formales, terminan dependiendo de la venta ambulante o trabajos eventuales, pero estos no generan ingresos suficientes para cubrir sus necesidades básicas”, explica. Esto genera un círculo vicioso que no solo afecta a los individuos, sino también a la economía nacional: “Cuando hay menos empleo formal, también disminuye la demanda de bienes y servicios, lo que a su vez afecta la producción y agrava el problema”.

A pesar de las mejoras en la tasa de ocupación, que pasó del 58,6 % en 2022 al 59,2 % en 2023, y una disminución en la desocupación del 10,7 % al 9,1 %, el verdadero desafío radica en la calidad de los empleos generados. La formalización del trabajo sigue siendo un objetivo lejano para miles de personas que, como Alexander, no encuentran en el sector formal una alternativa viable para sobrevivir diariamente. Muchos de estos empleos continúan sin ofrecer acceso a seguridad social o a los beneficios mínimos de ley, lo que pone en duda la efectividad de las políticas públicas implementadas a beneficio de los negocios informales.

En relación con las políticas públicas, Cuenca destaca que algunas iniciativas han intentado mejorar la situación de los informales, como la reubicación de vendedores en sitios específicos, pero muchas de estas estrategias no han sido efectivas. “Los vendedores no llegan a esos lugares, ya que no atraen a la gente”, menciona, resaltando la desconexión entre las políticas y las necesidades reales de las personas. Además, propone fomentar la creación de asociaciones entre los vendedores para que puedan organizarse, generar economías de escala y ser más competitivos en el mercado. “Organizar a los vendedores ambulantes en asociaciones podría ser una solución viable, ya que les permitiría ser más eficientes y acceder a mayores beneficios.”

Por último, se le preguntó a Alexander una alternativa que podría implementar la alcaldía para ayudar a las personas que viven en esta situación. Él propone un plan de apoyo que se llevó a cabo hace más de una década, donde el gobierno ofrecía capital en mercancía a pequeños comerciantes para ayudarles a iniciar o fortalecer sus negocios. “Podrían darnos un plan semilla, como lo hicieron hace 15 o 20 años. Así, en lugar de dinero, te daban un capital en mercancía”, propone. Su sugerencia no es solo una solución práctica, sino un llamado a la acción para que las autoridades apoyen a quienes más lo necesitan y se les dé el reconocimiento por su labor.

Cuenca también añade que la pandemia agravó la situación de los trabajadores informales, quienes vieron disminuir la demanda de sus productos, incrementando su vulnerabilidad. “La pandemia dejó a los informales en una situación crítica; muchas personas, especialmente las mujeres, perdieron sus fuentes de ingresos y tuvieron que buscar alternativas que no siempre les garantizan estabilidad”, comenta. Frente a este panorama, sugiere que diversificar la actividad económica de Barranquilla podría marcar una diferencia significativa, fomentando el turismo y creando espacios seguros y adecuados para los informales. “No podemos depender solo del comercio; debemos buscar alternativas que incluyan sectores como el turismo y garantizar que los informales tengan lugares donde puedan trabajar de forma digna y segura”, concluye.

A medida que Barranquilla sigue avanzando en indicadores de empleo, es fundamental que no se deje atrás a los trabajadores informales, quienes cada día construyen su futuro con esfuerzo y sacrificio en las calles del centro de la ciudad. La verdadera transformación no llegará con pequeñas “mejoras porcentuales”, sino con políticas públicas que impulsen la creación de empleos formales y de calidad. Mientras más de la mitad de la población trabajadora siga en la informalidad, los avances serán insuficientes, y la calidad de vida de muchos continuará estancada.

Por: Leonela Villadiego y Isabella Jaraba

Entrevistas:

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El Paseo Bolívar: Escenario de resistencia y vida popular

El Paseo Bolívar: Entre el Avance y el Abandono

El Paseo Bolívar, una vez aplaudido por su excelente progreso en el desarrollo económico y cultural de Barranquilla, refleja hoy una lucha constante entre el avance y el abandono. Este icónico corredor urbano, que en su época dorada albergó eventos como el Carnaval de Barranquilla y fue punto de encuentro social, enfrenta ahora desafíos como la inseguridad, el consumo problemático de drogas y la pérdida de su rol cultural central. Entre historias de lucha y quejas ciudadanas, este espacio narra un presente lleno de adversidades, pero también de resistencia.

Un Pasado Glorioso

En el siglo XX, el Paseo Bolívar fue el eje principal del comercio y la vida cultural en Barranquilla. Aquí se concentraban los negocios más importantes, oficinas gubernamentales y eventos que representaban el dinamismo de una ciudad en crecimiento. Sin embargo, las transformaciones urbanas lo desplazaron como núcleo central. Eventos como el Carnaval, que alguna vez llenaron sus calles de vida, se trasladaron a otros sectores de la ciudad, como la Vía 40, dejando a la zona relegada en importancia simbólica y económica.

Además del cambio de rutas festivas, la modernización no ha llegado al Paseo Bolívar de la manera esperada. La falta de planificación ha generado un deterioro evidente: calles desgastadas, aceras invadidas por el comercio informal y estructuras arquitectónicas abandonadas. Informes recientes destacan que cerca del 30% de los edificios en el centro se encuentran en condiciones críticas, lo que refuerza la percepción de descuido institucional.

Quejas de la Ciudadanía

La inseguridad es la principal preocupación para quienes transitan o trabajan en el Paseo Bolívar. Álvaro Iglesias, un comerciante con más de cinco décadas en la zona, no oculta su indignación: “Aquí los ves, caminan fumando marihuana y también se paran en la esquina a robarle los aretes y cadenas a niñas como ustedes”. Este testimonio refleja una realidad generalizada donde el consumo de sustancias psicoactivas ocurre a plena luz del día, sin control ni intervención policial.

Según cifras del Observatorio de Seguridad Ciudadana, el centro de Barranquilla reporta índices alarmantes de delitos menores y hurtos personales. “Ya nadie se siente seguro. Yo tengo que cerrar temprano porque a las cinco o seis esto es tierra de nadie”, comenta Humberto Grazziani, fotógrafo y vendedor de ropa al final de la jornada.

Las quejas también incluyen problemas de salubridad, como la acumulación de basura y la falta de baños públicos. Comerciantes y visitantes coinciden en que la presencia policial es escasa, alimentando la percepción de abandono: “En el Paseo Bolívar nadie parece respetar la autoridad”.

Voces desde la Resistencia

A pesar de las condiciones adversas, el Paseo Bolívar sigue siendo un espacio de lucha y supervivencia para quienes dependen de él. María Contreras, una vendedora de frutas, comparte su realidad: “Aquí toca rebuscarse todos los días. Si no vendo, no hay para comer. Y el humo de los carros y las drogas nos enferma, pero no tenemos otro lugar”. Para personas como María, el Paseo Bolívar es más que un lugar de trabajo: es un símbolo de esfuerzo diario.

Los vendedores ambulantes enfrentan una dura batalla por permanecer en un entorno donde la informalidad es la regla no oficial. Este panorama, aunque desafiante, muestra que el Paseo Bolívar sigue siendo un lugar de resistencia para quienes lo habitan.

Un Futuro por Redefinir

Con su mezcla de pasado glorioso y presente caótico, el Paseo Bolívar es un microcosmos de las tensiones que enfrenta Barranquilla como ciudad. Aunque las autoridades han propuesto planes de modernización, su impacto aún no se siente en las calles. Este espacio necesita algo más que promesas: requiere acciones concretas para recuperar su significado cultural y económico, al tiempo que respalda a las comunidades que dependen de él. Mientras tanto, el Paseo Bolívar seguirá siendo escenario de lucha, de historias y de resistencia frente al abandono.

Por Mary Emilia Escobar Calderón

Radiografía social

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Galería

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Línea de tiempo

Lugares emblemáticos del Paseo Bolívar

El paseo Bolívar; el epicentro del carnaval de Barranquilla

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El ruido como dueño del espacio

En el Paseo Bolívar, el silencio es un lujo que no tiene cabida. Desde el amanecer, la calle despierta con un estruendo que no cesa hasta bien entrada la noche. Los motores de motos, carros y buses se mezclan con las propagandas de los vendedores, creando una sinfonía caótica que acompaña el despertar del lugar.

“¡A mil, a mil!”, grita alguien, mientras el eco de su voz se pierde entre el golpe seco de un martillo que repara una mesa al borde de la acera. Todo parece moverse en un caos perfectamente coordinado, donde cada sonido tiene su propósito y lugar.

El ruido aquí no es solo ruido: es comunicación, estrategia y resistencia. Los vendedores alzan la voz para destacar sus productos, intentando hacerse notar entre las tiendas, cuyos parlantes disparan música en un duelo constante. Más allá, un policía silba, pero su esfuerzo queda opacado por el rugido de un motor que atraviesa un semáforo en rojo.

En este espacio compartido, el ruido lo domina todo. En una esquina, un comerciante discute con otro por el lugar de su puesto; sus voces se alzan como si el que gritara más fuerte tuviera la razón. Cerca, una propaganda compite con un altavoz que anuncia promociones. Todo aquí es efímero, pero constante.

Cuando parece que el bullicio da tregua, un murmullo lo reemplaza: el sonido de pasos, el roce de bolsas llenas de mercancías, el golpeteo metálico de una carreta que cruza apresurada. Aquí, el silencio nunca es total.

Al caer la tarde, el ritmo cambia, pero no el volumen. Los gritos de los vendedores dan paso a conversaciones animadas entre quienes cierran el día. Los buses que ya no transitan ceden el protagonismo a motos y taxis, cuyas bocinas marcan la prisa de quienes se niegan a detenerse.

En el Paseo Bolívar, el ruido es la norma. No hay reglas escritas, pero todos parecen entenderlas. Este espacio caótico y vivo vibra con un pulso incesante que refleja la actividad y la esencia del lugar. Aquí, nada se detiene.

Por: Isabella Jaraba

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ALVARO

Álvaro Alfonso Iglesia Atencio


Álvaro Alfonso Iglesia Atencio es un hombre nacido en Barranquilla en el año 1947. Con 78 años de edad, es un símbolo viviente de la tradición y el esfuerzo en el Paseo Bolívar, donde ha trabajado por más de siete décadas. Desde 1954, con solo siete años, inició su vida laboral en la venta de periódicos, una actividad que ha desarrollado con dedicación y éxito desde 1974 en su legendaria esquina en el centro de la ciudad.


Álvaro es una figura conocida y querida por los visitantes y clientes habituales. Su puesto, decorado con un colorido despliegue de periódicos, revistas y libros, no solo es un lugar de compra, sino un punto de encuentro para la comunidad. Es fácilmente reconocible por su chaleco azul con el logo de El Tiempo, su característica boina, y su barba y bigote ya completamente encanecidos, que marcan su sabiduría y experiencia.


Don Álvaro es el orgulloso de una familia numerosa. Es padre de ocho hijos, abuelo de 29 nietos y bisabuelo de 10 bisnietos, quienes lo ven como un ejemplo de trabajo duro y honestidad. Gracias a su esfuerzo, logró no solo construir su casa propia, sino también financiar sus estudios y los de sus hijos, asegurándoles un futuro mejor.


Con una rutina constante y disciplinada, Álvaro abre su puesto a las 7 de la mañana y lo cierra a las 5 de la tarde. Durante estas horas, su energía y carisma atraen a una clientela diversa, desde jóvenes en busca de revistas hasta adultos mayores que recuerdan con cariño su trato amable. Su sonrisa contagiosa y su espíritu alegre lo convierten en un ícono del centro de Barranquilla. Es un hombre profundamente creyente, Álvaro atribuye su éxito y longevidad a su fe en Dios. Además de trabajar, se dedica a compartir palabras de aliento y consejos con quienes lo rodean. Para él, su puesto no solo es un negocio, sino un ambiente para crear relaciones humanas y dejar un impacto positivo en la vida de los demás.


Álvaro Iglesia no solo representa el esfuerzo y la dedicación, sino también la historia de Barranquilla. Su esquina en el Paseo Bolívar es testigo de décadas de cambios sociales y económicos, pero su presencia constante recuerda a todos la importancia del trabajo honesto y el valor de mantener vivas las tradiciones. Es un hombre que ha vivido una vida llena de propósito, demostrando que, con perseverancia, se pueden superar las adversidades y construir un legado que trasciende generaciones. Sus clientes, amigos y familiares lo ven como un ejemplo de resiliencia, generosidad y amor por la vida.


Por: Katerine Sofía Daza Suarez 

Entrevista

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Alexander Ruiz: El Guardián del Tiempo en el Paseo Bolívar

En el corazón del Paseo Bolívar, entre el bullicio del comercio y las historias que laten en cada esquina, Alexander Ruiz lleva 25 años cuidando de algo más que relojes. “Yo me llamo Alexander Ruiz y soy una persona que trabaja acá en el centro. Tengo mi negocito aquí en la carrera 44. Llevo aquí desde 1999”, cuenta con una sonrisa que revela el orgullo de su oficio.

Alexander aprendió el arte de la relojería de su hermano mayor, quien falleció hace algunos años, dejando un legado invaluable. “Mi hermano me decía: ‘Aprende este arte, que te va a servir para el futuro, para tu vida y la de tus hijos’. Y tenía razón. Gracias a esto, he podido levantar a mi familia y darles estudios a mis hijos”, relata. Su hijo mayor, actualmente estudiante de Mecánica Industrial, está próximo a graduarse, un logro que Alexander celebra con orgullo.

Aunque la paciencia ha sido clave en su oficio, no todo ha sido fácil. “Hoy en día muchos jóvenes no quieren aprender este arte porque son impacientes. Y este trabajo es pura paciencia. Entre más fino sea el reloj, más responsabilidad implica, pero también es más satisfactorio”, explicó. Los cambios tecnológicos han puesto en riesgo su oficio, pero Alexander se aferra al valor sentimental que sus clientes encuentran en los relojes que llevan a su taller. “El celular ha matado el 100% la relojería. Pero todavía hay personas que valoran los relojes, sobre todo los que tienen un valor sentimental. ‘Este reloj me lo regaló mi papá’, me dicen, y yo sé que quieren conservar ese pedazo de memoria por el valor sentimental que la pieza significa para el cliente”, reflexiona.

A lo largo de los años, el Paseo Bolívar ha cambiado, y Alexander ha sido testigo de esas transformaciones. “Antes, el Paseo Bolívar era más transitable, había más movimiento de gente. Hoy en día, muchos prefieren comprar en los barrios. Pero aquí sobrevivo, gracias a Dios, porque tengo clientes viejos y nuevos que confían en mi trabajo”, dice con gratitud.

A pesar de los desafíos, Alexander tiene planes para su negocio. “Quiero remodelarlo, hacerlo más bonito, para que llame más la atención. Eso atraerá más clientes y me permitirá seguir creciendo”, comenta con entusiasmo. Sin embargo, también expresa preocupación por el futuro de la relojería. “Nos preocupa que los jóvenes no quieran aprender relojería. Cuando nosotros ya no estemos, ¿quién continuará con esto?”, se pregunta con nostalgia.

Alexander es un optimista del tiempo, alguien que entiende el valor de cada segundo y la importancia de conservar los recuerdos, no solo en relojes, sino en la memoria colectiva del Paseo Bolívar. “Este trabajo me ha dado todo. Aquí he vivido buenos momentos, y aquí seguiré mientras Dios lo permita”, concluye con determinación.

Por: Isabella Jaraba.

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José Stevenson Díaz

José Stevenson Díaz es un hombre apasionado por la historia y el arte, un narrador de la memoria que ha dedicado su vida a enseñar y proteger el patrimonio cultural. Con su manera única de acercar el pasado a las personas, logra que cada lugar, cada rincón, cuente su propia historia. A través de su trabajo, no solo enseña, sino que inspira a valorar las raíces y a entender la importancia de preservar lo que nos define como sociedad. Su vida es un ejemplo de cómo el conocimiento puede convertirse en acción y legado.

Es un destacado licenciado en Ciencias Sociales y Económicas de la Universidad del Atlántico, nacido hace 68 años en Barranquilla. Su vida ha estado marcada por un fuerte compromiso con la historia, el patrimonio y el arte, desempeñándose como investigador, educador y artista que ha dejado una huella significativa en diversos campos. Egresado también como Guía de Turismo Profesional del SENA, ha dedicado más de 15 años a la investigación histórica y a la publicación de textos y artículos científicos sobre la historia y el patrimonio de Colombia.

José Stevenson ha trabajado como vigía del Patrimonio del Ministerio de Cultura de Colombia, contribuyendo a la preservación y protección del legado histórico y arquitectónico del país. Además, es pionero en la enseñanza de la historia en los lugares donde ocurrieron los hechos, lo que le ha permitido acercar a estudiantes, turistas y profesionales a una historia más viva y cercana. A lo largo de su carrera, ha sido galardonado con premios y menciones que reconocen su labor en la educación y la difusión del patrimonio cultural.

Fundador y director del Colectivo Navegario, https://www.instagram.com/navegario_chb?igsh=MWRxOThjaHdwY3BpZg== ha impulsado múltiples proyectos que buscan preservar y dar a conocer la riqueza histórica y cultural de la región Caribe.

Actualmente, está trabajando en un ambicioso proyecto titulado “Un Viaje al Corazón de Barranquilla”, un texto de historia aplicada que busca destacar la importancia del Centro Histórico de Barranquilla. Este proyecto se enfoca en la historia vivencial y tiene como objetivo hacer que el público experimente de primera mano los sucesos históricos que marcaron la ciudad.

En el campo artístico, José ha explorado varias formas de expresión. Fue titiritero y director del grupo La Chicharra de Colombia, con el cual representó al país en múltiples eventos internacionales. Además, ha ejercido como cuentero, kamishibaya (narrador con teatro de papel japonés), y poeta, habiendo ganado varios premios nacionales y locales por su obra literaria y narrativa. Su participación en la creación artística también ha llegado al ámbito audiovisual; Formó parte del equipo del documental “Libertad, Sangre y Fuego”, una serie de cuatro capítulos producida por Kactus Films, que recibió el Premio MinTIC y Tele caribe en 2020.

En el campo investigativo, José ha desarrollado las llamadas Rutas de Aprendizaje, que son itinerarios diseñados con contenido académico e investigativo, con un enfoque histórico, arquitectónico y patrimonial. Estas rutas están dirigidas a estudiantes, universitarios y profesionales de diferentes disciplinas y tienen como objetivo profundizar en el conocimiento de los sitios históricos y su contexto. Estas rutas, que han sido desarrolladas durante los últimos 15 años, también tienen un componente turístico, ofreciendo una experiencia educativa a través de la exploración de sitios emblemáticos de Barranquilla y otras regiones.

A lo largo de su trayectoria, José Stevenson Díaz ha demostrado un inquebrantable compromiso con la preservación del patrimonio cultural y la educación histórica. Su capacidad para combinar la investigación, la enseñanza y el arte lo ha convertido en un referente en la región Caribe y en Colombia. https://youtu.be/5kX7YT5tQEk?feature=shared.

Su enfoque innovador fomenta la participación activa de sus estudiantes y turistas, utilizando los espacios geográficos como contextos vivos. Que revelan el significado de los eventos pasados fortaleciendo la memoria histórica. La enseñanza de la historia y su labor en la difusión del arte y la cultura continúan inspirando a nuevas generaciones, mientras trabaja en proyectos que buscan acercar la historia a la gente de manera más directa y experiencial.

Por: Katerine Sofía Daza Suárez  

Entrevista