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Pasos y huellas en los Montes de María

Por: Gloria Melissa Ángel Pérez

 

Una mañana fresca y serena donde se despedía el alba de la madrugada, se empoderaba un paisaje sabanero en Sincelejo, antes que despertara el sol y se introdujera entre las calles iluminando el sendero que me llevarían a visitar a la subregión de los Montes de María, y así, vivir una experiencia de las que ninguno se imagina ni espera, solo hay que vivirla paso a paso, como tejiendo la caña flecha para elaborar un sombrero.

Salí  de Sincelejo hacia los Montes de María, las nubes nos cubrían y se despejaban  como cambiando escenas en el paisaje de las serranías de la sierra flor, al bajar cuidadosamente para tomar carretera hacia mi objetivo principal, viajar y explorar los bellos caminos que me llevan al centro de los Montes de María, comencé a ver pueblos como “Caracol”, su gente cariñosa, cubierto de hermosos valles y,  así mismo, “Las Piedras” que es un pueblo antes de llegar a Coloso, rodeado del arroyo de Pichillín. Desde allí se ven las exuberantes montañas, exponiéndose colmadas de vegetación que despejaban un viento fresco por las nubes heladas que lo saludaban en lo alto. 

Entré a Coloso observando sus casas azules de balcones, todas hechas de maderas, comerciantes mostrando y exponiendo sus mercancías y frutales por sus calles de ensueños, mojadas por sus arroyuelos de aguas cristalinas que bajan desde el Salto del Sereno que nace en la montaña para refrescar a su pueblo… 

Subiendo y subiendo por los caminos de herraduras, encontré  unas máquinas Caterpillar atravesadas que aplanaban el balastros, para que los campesinos avanzaran y no se quedaran atrancados por el barro con sus cargas de yucas y ñames… llegue a Chalán un pueblo pavimentado y colorido con imágenes de obras elaboradas por los artistas de la región, unas cotorritas despejaban un silencio que hacía compás con el sol, seguí avanzando porque la meta era llegar primero a Chengue, ya que, quedaba más ’’retirado‘‘ y más ’’adentro’’ en los Montes de María, para iniciar una nueva  experiencia de esas que nunca se olvidan.

Para llegar a Chengue había que continuar por un camino que no era más que las huellas de las motos que habían pasado un día antes, huellas que habían dibujado una línea sobre el barro que nos servirían para seguir el trayecto y así poder llegar a Chengue. 

Fue un camino bastante culebrero, las curvas y la inestabilidad de la moto que me llevaban en equilibrio constante por la línea que tenía seguir para no caernos en el barro.  

Chengue, un caserío con nuevas casas en su entrada, habían sido dotadas por el gobierno remplazando aquellas que fueron quemadas una madrugada del 17 de enero de 2001: madrugada en que ‘’los paras’’ asesinaron a campesinos y prendieron fuego a un total 25 casas, dejando el mensaje en las paredes de las ruinas: “fuera, guerrilla comunista’’. 

Y bien, llegando a la plaza del pueblo, las personas observaban con una mirada disimuladora para no mirar seguidamente de frente. 

En distancia mientras esperaba, observé una mirada detrás de un tabaco encendido que difundía el humo como despejando remolinos de nubes que dejaban pasar las horas de su descanso, su sentada era relajante y despejada por las brisas del entorno. Pocos minutos salió una mujer de pies descalzos para ilustrarme paso a paso lo sucedido en esa madrugada del 17 de enero y como han ido superando esos traumas y esos recuerdos que, los enmarcaban en cada momento de sus días. Ahora quieren ser personas nuevas, que los conozcan por su tenacidad en sus proyecciones que llevan como comunidad. 

 Lo que pude develar acerca de mi investigación, la comunidad de Chengue se refugia en la unión, y en el trabajo comunitario colectivo para dejar atrás esa historia, esos recuerdos, pero también desean que no los estigmaticen como personas violentas, que no están de acuerdo con la paz.

En el corregimiento de Don Gabriel como en Chalán, hay personas hospitalarias, solidarias y transformadoras, abiertas al diálogo, creativas y visionarias que les tocó estar en un conflicto que no era suyo, como pude notar y vivir al relacionarme al investigar con conversaciones, entrevistas y pasar tres horas en el barro bajo una lluvia torrencial que nos aplaudía y se alegraba con las montañas de los Montes de María. 

Después del desplazamiento hacia diferentes partes del caribe colombiano y al exterior del país, las personas que se quedaban viviendo en estos pueblos, se fueron formando para ser líderes. En el pueblo de Don Gabriel como en Chalán para reactivar nuevamente el campo, y para que las personas volvieran a su tierra natal y, no pasaran más trabajos en las ciudades donde no estaban preparados para sobrevivir. Estos líderes empezaron a traer grupos musicales y a promover las fiestas a través de las redes sociales para que las personas se dieran cuenta que ya en su pueblo había pasado la violencia. De esa forma, muchas personas retornaron nuevamente a sus tierras y empezaron a retomar el campo y, agradecidos con la gracia de Dios, como muchos afirman, nunca se sintieron solos en esos caminos hostiles que les tocó traficar sin tener un rumbo fijo y sin ninguna esperanza. 

Una de las experiencias más holísticas, significativas y atractivas  en esta investigación, es observar, analizar y escuchar a las mujeres y hombres que han sido víctimas de esta triste e injusta violencia, reflejar cómo el talento innato y empírico, les sirvió como una  terapia y solución para su recuperación psicológica, para olvidar y dejar todo atrás y empezar de nuevo, transformando los ruidos de ametralladoras por el canto de las aves y el cantar de la mujer campesina,  del hombre campesino, como un alivio a su alma y un nuevo retorno o un borrón y cuenta nueva. Esas son sus ideas, su visión, esa epifanía, para contar sus experiencias a través del canto o de las decimas  que hacen comprender de repente un problema o concepto previamente incomprensible, pero de una manera lírica y bella para poder olvidar y ser personas nuevas en este mundo donde podemos reinventarnos de nuevo a través de la magia y el talento instrumental que nos dejaron nuestros ancestros indígenas en los en los Montes de María, al ritmo de tambores y gaitas para sentir que aún estamos vivos… 

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Redacción, reportería e investigación

Gloria Ángel

 

Diseño y diagramación

Andrea Cancino Borbón

 

Este trabajo periodístico fue presentado como parte de la asignatura Trabajo de Grado, del Programa de Comunicación Social y Periodismo de Uninorte, bajo la tutoría del profesor Juan Pablo Ferro.


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En esta investigación se presentan cinco historias o testimonios de víctimas del conflicto armado, permitiendo que se escuche la voz de los protagonistas de esta realidad. Para superar los traumas vividos, es esencial consolidar los testimonios de músicos, productores de miel, compositores y agricultores. Estos relatos muestran cómo, a través de sus actividades, lograron sobreponerse a las secuelas del conflicto. Además, una manera efectiva de presentar esta investigación es mediante el periodismo de soluciones, que destaca cómo estas actividades han facilitado la sanación y la reconstrucción del tejido social en sus comunidades.


Trabajo, canto y olvido

Esta trova, narrada en versos, brota de la inspiración que me llevó a investigar en los Montes de María. En cada estrofa, las penas se desvanecen, buscando alternativas para superar el pasado. Cuando se leen y se cantan estas líneas, los pesares se diluyen en el olvido. Entre las estrofas, resonan las voces de las víctimas entrevistadas, convirtiendo cada verso en un eco de su voz, entrelazando sus palabras con mi aprendizaje.


Ideas para los lectores

Principios para Comunicarnos sin Daño

Una herramienta desde el periodismo de soluciones

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Redacción, reportería e investigación

Gloria Ángel

 

Diseño y diagramación

Andrea Cancino Borbón

 

Este trabajo periodístico fue presentado como parte de la asignatura Trabajo de Grado, del Programa de Comunicación Social y Periodismo de Uninorte, bajo la tutoría del profesor Juan Pablo Ferro.