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Alexander Ruiz: El Guardián del Tiempo en el Paseo Bolívar

En el corazón del Paseo Bolívar, entre el bullicio del comercio y las historias que laten en cada esquina, Alexander Ruiz lleva 25 años cuidando de algo más que relojes. “Yo me llamo Alexander Ruiz y soy una persona que trabaja acá en el centro. Tengo mi negocito aquí en la carrera 44. Llevo aquí desde 1999”, cuenta con una sonrisa que revela el orgullo de su oficio.

Alexander aprendió el arte de la relojería de su hermano mayor, quien falleció hace algunos años, dejando un legado invaluable. “Mi hermano me decía: ‘Aprende este arte, que te va a servir para el futuro, para tu vida y la de tus hijos’. Y tenía razón. Gracias a esto, he podido levantar a mi familia y darles estudios a mis hijos”, relata. Su hijo mayor, actualmente estudiante de Mecánica Industrial, está próximo a graduarse, un logro que Alexander celebra con orgullo.

Aunque la paciencia ha sido clave en su oficio, no todo ha sido fácil. “Hoy en día muchos jóvenes no quieren aprender este arte porque son impacientes. Y este trabajo es pura paciencia. Entre más fino sea el reloj, más responsabilidad implica, pero también es más satisfactorio”, explicó. Los cambios tecnológicos han puesto en riesgo su oficio, pero Alexander se aferra al valor sentimental que sus clientes encuentran en los relojes que llevan a su taller. “El celular ha matado el 100% la relojería. Pero todavía hay personas que valoran los relojes, sobre todo los que tienen un valor sentimental. ‘Este reloj me lo regaló mi papá’, me dicen, y yo sé que quieren conservar ese pedazo de memoria por el valor sentimental que la pieza significa para el cliente”, reflexiona.

A lo largo de los años, el Paseo Bolívar ha cambiado, y Alexander ha sido testigo de esas transformaciones. “Antes, el Paseo Bolívar era más transitable, había más movimiento de gente. Hoy en día, muchos prefieren comprar en los barrios. Pero aquí sobrevivo, gracias a Dios, porque tengo clientes viejos y nuevos que confían en mi trabajo”, dice con gratitud.

A pesar de los desafíos, Alexander tiene planes para su negocio. “Quiero remodelarlo, hacerlo más bonito, para que llame más la atención. Eso atraerá más clientes y me permitirá seguir creciendo”, comenta con entusiasmo. Sin embargo, también expresa preocupación por el futuro de la relojería. “Nos preocupa que los jóvenes no quieran aprender relojería. Cuando nosotros ya no estemos, ¿quién continuará con esto?”, se pregunta con nostalgia.

Alexander es un optimista del tiempo, alguien que entiende el valor de cada segundo y la importancia de conservar los recuerdos, no solo en relojes, sino en la memoria colectiva del Paseo Bolívar. “Este trabajo me ha dado todo. Aquí he vivido buenos momentos, y aquí seguiré mientras Dios lo permita”, concluye con determinación.

Por: Isabella Jaraba.