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Yandris Ballesteros: el significado de crecer en Ciudadela de Paz

Por: Sophia Cortés Piñeros

La infancia es una época que marca la vida de una persona. El crecer, tu entorno y las amistades que forjas quedan grabadas en tu mente. Yandris Ballesteros con orgullo y alegría en su voz dice que “crecer en Ciudadela de Paz es algo que no cambia por nada”. Las condiciones en las que creció no fueron las más óptimas, sin embargo, eso no supera el amor y agradecimiento que tiene por la comunidad que la vio crecer.

Las fuertes lluvias que inundan el barrio no han impedido que esta joven de 21 años haya crecido apreciando este asentamiento junto con sus hermanos y amigos. Un barrio sano así es como lo catalogan no solo Yandris sino la comunidad que allí habita. “Un barrio donde no se ve esa malicia que por lo menos cuando se iba afuera si se encontraba”. Con el pasar de los años en la zona han llegado nuevas personas y le preocupa que cambie la situación.

Un recuerdo que con añoranza vuelve a la mente de Yandris son aquellos días en los que con júbilo caminaba alrededor del barrio donde antes había más vegetación y un gran número de árboles que daban vida al color verde, algo que ha cambiado a razón del incremento en el número de habitantes y construcciones. Recuerda que recorría las parcelas y recogía frutas de los árboles que encontraba en el camino. Disfrutar de patillas, melones, ciruelas y mangos eran parte del recorrido. “Por eso digo que en este barrio tengo mis mejores recuerdos”.

Las anécdotas no son lo único que atan los sentimientos de la joven a este lugar sino también las amistades que le ha dejado Ciudadela. “Nos criamos juntas, fuimos al internado juntas, es la hora y todavía estamos juntas”.

"Empezamos con casas de tablas, de plástico y hasta el momento las casas que hay son hermosas, para nosotros son hermosas".

Las personas que han crecido en el barrio comparten el sentido de pertenencia por el territorio y su espíritu de lucha para conseguir mejores condiciones de vida. “Queremos verlo mejor, cada día mejor”, dice Yandris con intención de no parar hasta conseguirlo. Desde su fundación se ve un avance de la comunidad, que después de haber empezado de cero, hoy el pequeño gigante se les creció. Las viviendas poco a poco renovadas son un tesoro para sus habitantes que lo único que desean es “vivir tranquilos y felices”.

El problema de ese deseo es cuando el caos toca a la puerta de sus casas cada vez que la lluvia comienza a caer. Las viviendas que tanto adoran se inundan, las calles que recorren en los días soleados se convierten en un desafío casi imposible de atravesar, que de no ser por su resiliencia no sabrían cómo hacerlo. La preocupación aumenta cuando los niños pequeños están en contacto con el lodo y el agua que rebosa de los pozos sépticos. Los niños no son conscientes de los riesgos que esto implica.

“Antes por lo menos estaban los arroyos y el agua buscaba su cauce pero ahora no, ahora todo está construido y el barrio quedó abajo. Nosotros somos los perjudicados siempre”.

Yandris junto con sus amigos, con la meta de generar cambios, han consolidado un grupo de jóvenes para mostrarles a los adultos que han perdido la fe con el tiempo que sí se puede. Con un propósito claro de mejorar las condiciones, han comenzado desde pequeñas acciones. Los jóvenes están enfocados en mejorar el colegio que tanto les brindó y retribuir la ayuda que las hermanas Hijas de Santa María de la Providencia les ofrecieron, por eso se han encargado en los últimos meses de su aseo y organización.

Lastimosamente, el colegio se queda pequeño para la educación de la juventud de la comunidad, por lo que se ven obligados a continuar sus estudios en barrios aledaños. En el caso de Yandris y sus compañeras asistían a un internado en el barrio 7 de agosto. Demoraban entre 45 minutos y una hora para llegar a la escuela dependiendo del clima. “No nos daba miedo, estábamos acostumbrados a eso, a la trocha” pero los caminos aun así se volvían difíciles, hermanos y padres tenían que acercarse para ayudar a cruzar.

“Haces todo por querer salir adelante y tener un mejor futuro”.

Todo ese sacrificio era para poder acceder a la educación y continuar sus estudios, algo que debería ser de fácil acceso. La historia se repite, y no cesará de hacerlo hasta lograr obtener la atención necesaria externa para arreglar el problema. “No queremos que los chicos sigan viviendo de esa manera” menciona Yandris quien compadece por los pequeños al sufrir personalmente el desafío de ir a estudiar. Con la esperanza del cambio, ella y su grupo se reúnen para idear formas de ayudar a su comunidad dentro de sus posibilidades.